Título: Jane Eyre.
Autora: Charlotte Brontë (Tornton, Yorkshire, 1816 - Hawort, Yorkshire, 1855) fue una novelista inglesa, hermana de las también escritoras Emily y Anne Brontë. Tras ejercer la docencia en la escuela Roe Head y tras haber trabajado esporádicamente como institutriz, es enviada junto con su hermana Emily a un colegio privado de Bruselas para mejorar su francés. Las experiencias acumuladas durante el periodo que vivió en dicha ciudad, le sirvieron para plasmar la soledad, la nostalgia y el aislamiento; temas enormemente recurrentes a lo largo de su breve pero intensa literatura. En mayo de 1846, las tres hermanas publicaron conjuntamente una colección de poemas bajo los pseudónimos Currer, Elis y Acton Bell; del cual se vendieron muy pocos ejemplares. A pesar de todo, siguieron escribiendo y probaron a apostar por la novela. La primera que se publicó fue escrita por Charlotte Brontë, Jane Eyre, también bajo el pseudónimo de Currer Bell, tuvo un éxito inmediato. Mientras escribía la que sería su segunda novela, Shirley, Charlotte sufrió una grave depresión a causa de las prematuras muertes de su hermano, Emily y Anne Brontë (ambas consiguieron publicar sus respectivas novelas antes de fallecer). Sin embargo, esto no impidió que siguiese escribiendo y participando de la actividad literaria y cultural londinense. En aquellas reuniones en la capital forjó fuertes amistades, como la del escritor William M. Tackeray o de la también escritora Elizabeth Gaskell (la cual acabaría convirtiéndose en la autora de su biografía más famosa). En 1853 publicó Villette y un año más tarde se casó con Arthur Bell Nicholls, el cuarto hombre que le propuso matrimonio y coadjutor de su padre. En 1855, estando embarazada, falleció de tuberculosis a los 38 años de edad.
Editorial: Alianza Editorial.
Idioma: inglés.
Traductor: Elizabeth Power.
Sinopsis: dueña de un singular temperamento desde su complicada infancia de huérfana, primero a cargo de una tía poco cariñosa y después en la escuela Lowood, Jane Eyre logra el puesto de institutriz en Thornfield Hall para educar a la hija de su arbitrario y peculiar dueño, el señor Rochester. Poco a poco, el amor irá tejiendo su red entre ellos, pero la casa y la vida de Rochester guardan un estremecedor y terrible misterio.
Su lectura me ha parecido: intensa, crítica, misteriosa, intrigante, extraordinariamente romántica, con unos personajes imperfectos, lenta, deliciosa en sus diálogos, sorprendente en cuanto a ese giro que sólo las o los que la han leído entienden... ¿Que malos son los prejuicios verdad? ¿Cuántas lecturas se han perdido en el camino por culpa de ciertas ideas preconcebidas acerca de un libro en concreto? ¿Os imagináis la cantidad de lectores que no se han adentrado en esas historias llevados única y exclusivamente por las etiquetas que siempre han acompañado a estas obras, algunas de ellas de dudosa fiabilidad? Nunca me he ocultado al dar mi opinión sobre el universo Brontë, la cual voy a resumir en la siguiente frase: Cumbres borrascosas me parece un folletín romanticón, en cambio, a Agnes Grey la considero una novela más madura e infinitamente más interesante que la historia del amargado de Heatcliff y la egocéntrica de Catherine Earnshaw. Así de simple. Sus descripciones sobre el paisaje tan natural como hostil que envuelve a Los Tordos y Cumbres Borrascosas me fascina, pero salvo ese pequeño detalle, Cumbres borrascosas es un agujero negro, un libro que como lectora no disfruté tanto como esperaba. Tal vez por ello, como ya he contado en más de una ocasión, me resistí a leer las novelas del resto de hermanas. Es posible que quisiera evitar la enorme decepción que me llevé con Emily, huir de todo lo que me recordase a ella y a esos personajes tan extremos. Por fortuna, las personas cambian, muestra de ello fue mi acercamiento hace unos años al citado libro de Anne Brontë, el cual me encantó. Tras aquella gratificante experiencia, decidí darle una nueva oportunidad a Cumbres borrascosas, es posible no fuera tan malo a ojos de una persona más instruida y con la mente mucho más abierta. El intento desembocó en un nuevo fracaso, sin embargo, de su relectura extraje infinidad de cuestiones de cara a comprender mejor las relaciones entre hombres y mujeres en la época victoriana, así como el poder de la literatura para transmitir de generación en generación ciertos roles de género que aún seguimos arrastrando desde entonces. Hoy siento que se cierra un ciclo, una aventura que no pudo empezar peor, que remontó y que finalmente acabó llegando a buen puerto a pesar de los continuos altibajos. Y es que el libro que hoy tengo el placer de reseñar forma parte de la historia de la literatura universal por un motivo, motivo que he conseguido comprender a pesar de resultarme una lectura a ratos tediosa y que para seros sincera comparto plenamente. La primera novela de la mayor de las hermanas Brontë es un culebrón, sí, pero más profundo y sorprendente de lo que me esperaba. Jane Eyre: una institutriz atípica, un espeluznante patrón, un terrible secreto y una mansión, la de Thornfield, en medio de un áspero pero atractivo paisaje.
La historia de como Jane Eyre acabó en mis manos primero y en mi biblioteca particular después la he resumido perfectamente en el primer párrafo, así que no hace falta que me extienda más al respecto. Lo que si me gustaría contaros los otros motivos que me llevaron a atrasar esta lectura, a aplazarla siempre que podía, mis fundamentadas reticencias a adentrarme en la novela más famosa de Charlotte Brontë. En primer lugar, el volumen de páginas consiguió intimidarme, hasta el punto de concebir a Jane Eyre como un clásico totalmente inaccesible. Además, coincidió que por aquel entonces atravesaba un largo periodo de agobio respecto a las lecturas de más de 200 páginas. De ahí el que durante tanto tiempo sólo leyese novela corta o sobre todo libros de relatos. Algo que por supuesto se ha visto reflejado en las reseñas de los últimos meses. En segundo lugar, su sinopsis, aunque interesante, tampoco despertó mi curiosidad lectora. Os juro que hacía todo lo posible porque me resultase atractiva, atrayente, pero hasta el momento en el que Jane Eyre no reposó finalmente en mi mesita de noche, permaneció en su estante correspondiente, recogiendo polvo, sin que nadie se interesase por él. Una pena la verdad. En tercer y último lugar, había leído tantas cosas sobre la peculiar personalidad de su autora, Charlotte Brontë, que ya no sabía discernir entre lo verídico y la invención. Que si la biografía de Elisabeth Gaskell es de todo menos objetiva, que si los celos que sentía Charlotte respecto a sus hermanas era un secreto a voces, que si hay teorías (sí, las hay, y de dudosa fiabilidad) de que movida por la envidia no dudó en envenenar a sus hermanas (de ahí que ambas muriesen a tan prematura edad), que si después de la muerte de Anne Charlotte se encargó de prohibir la publicación de La inquilina de Wildfel Hall (una de las primeras novelas en las que se critica la violencia de género), que si destruyó gran parte de los poemas y demás textos escritos por Emily y Anne... Por un lado, si todo eso era cierto, no estaba por la labor de leer la obra de una celosa crónica, pero por otro, el morbo me empujaba a adentrarme al menos en Jane Eyre. ¿De verdad Cumbres borrascosas y Agnes Grey son mejor que la novela de Charlotte? De Agnes Grey no dudaba, pero en mi cabeza no concebía que Jane Eyre podía ser peor que la novela de Emily Brontë, esa que consiguió traumatizarme, hasta el punto de apartarme de la literatura de las hermanas más famosas de la literatura universal. Pero entonces llegó el día, el magnífico día en el que todo eso me dio igual y rescaté a Jane Eyre de un ostracismo casi asegurado, y encima en mi propia librería particular. Lo leí despacio, con paciencia, deteniéndome en los detalles que más me llamaban la atención. ¿El resultado? Mejor de lo que esperaba, aunque con sonoros matices.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Jane Eyre presenta una lectura difícil de olvidar por dos motivos. El primero, por la lentitud de su trama, lo cual ralentiza el ritmo y con él el riesgo de acabar con la paciencia del lector. Sé que los libros cuanto mejor se disfrutan es yendo despacio, con calma, dejándose sorprender por lo que la autora o autor nos muestra. Sin embargo, lo que no se puede hacer es regresar al mismo asunto una y otra vez como si no hubiera un mañana, así no avanza ni la novela ni nosotros que como público deseamos disfrutar de ella. En Jane Eyre suceden cosas, muchas cosas, pero hay que saber esperar y sobrellevar los capítulos en los que no sucede absolutamente nada, pues, en cuanto menos te lo esperas, Charlotte Brontë te sorprende y te aseguro que no lo ves venir. El segundo, por fortuna y para compensar la lentitud de pulso literario, la autora reviste Jane Eyre de una prosa cuanto menos especial, deliciosa, bella y que debe degustarse plácidamente. ¿Lo mejor? Los diálogos, cargados de una intensidad ligeramente moderada, lo cual se agradece. En comparación con otras novelas que he leído de las hermanas Brontë, Jane Eyre ocuparía el segundo lugar de mi ranking, por delante de, por supuesto, Cumbres borrascosas, pero sin llegar sin embargo a desbancar a Agnes Grey, superlativa en todos los sentidos. En otro orden de cosas, me gustaría compartir con vosotros una impresión, pues me da la sensación de que Charlotte Brontë ha fusionado en Jane Eyre lo mejor de Cumbres borrascosas (o a decir verdad, lo que a ella le pareció atractivo) y lo mejor de Agnes Grey. Es decir, tengo una historia en la que tiene lugar un apasionado romance entre un hombre y una mujer, y por otro lado me encuentro con una historia en la que se narra la historia de una institutriz (con toda la crítica social que Anne Brontë decidió incluir). ¿Qué hacer entonces? ¡Muy fácil! Escribo una historia de una institutriz que vive un apasionado romance con su patrón. Es que me imagino que ése fue el razonamiento que empujó a Charlotte Brontë a escribir y a publicar (bajo pseudónimo por supuesto) Jane Eyre, obteniendo como resultado un enorme éxito, a pesar de que en un primer momento esta novela se le atribuyese a William Thackeray (también escritor y gran amigo de Charlotte). En definitiva, podríamos estar o bien ante una escritora "vaga" o poco inspirada en ese sentido, o bien ante una genia que supo ver lo que funcionaba y plasmarlo sobre el papel. Vosotros decidís con qué versión de Charlotte Brontë os quedáis. Por otro lado, en el terreno de los personajes, de nuevo nos encontramos por un lado reminiscencias a las novelas de sus hermanas (el parecido entre el señor Rochester y el Heatcliff que Emily construyó para Cumbres Borrascosas es más que razonable), pero también atisbos de una voz propia. Ejemplo de esto último sería la construcción de su protagonista, Jane Eyre, una huérfana cuya infancia no fue especialmente agradable (con vejaciones por parte de su tía y el ingreso en un oscuro internado incluido). Hechos que contribuyeron a forjarse un carácter de todo menos fácil. Jane Eyre llega a ser por momentos insoportable, pero su fortaleza consigue que te olvides por unos minutos de su endiablado carácter. Por último, a todas aquellas personas que señalan el feminismo de esta novela, me gustaría recordarles (sin hacer spoilers por supuesto) que en Jane Eyre nos topamos con el señor Rochester, la versión manipuladora e instruida de Heatcliff, un personaje que protagoniza el giro más espeluznante de la novela, un giro que conduce a un final cuanto menos cuestionable a ojos del siglo XXI, un giro que a mi me hace dudar de que Jane Eyre sea de verdad una novela plenamente feminista. Cierto es, y eso hay que reconocerlo, que el personaje de Jane Eyre destaca por su independencia, sus ansias de libertad y su autonomía a la hora de tomar sus propias decisiones. Además de toparnos con algunas frases puestas en su boca que bien merecerían toda nuestra atención por lo feministas que resultan para el momento en el que se parió esta novela. Con esto último no pretendo disuadiros de leer este libro en concreto, al contrario, os animo a que os adentréis en ella y a que la leáis teniendo en cuenta la época en la que fue escrita, pero también con espíritu crítico. Porque prohibir no es la solución, la solución es leer, aprender de los comportamientos machistas del pasado y tratar de no repetirlos, o en otras palabras, de no reproducirlos sobre el papel en las futuras novelas que están por venir.
"La literatura no puede ser el propósito de la vida de una mujer y no debería serlo". Con estas contundentes palabras respondió Robert Southey a la propia Charlotte Brontë tras haber leído algunos poemas que ésta le había confiado para conocer su opinión. Años más tarde, Charlotte afirmó en la introducción para la publicación conjunta de las dos grandes novelas de sus hermanas que tanto ella como Emily y Anne se vieron obligadas a emplear un pseudónimo para poder tener la oportunidad de ver sus obras algún día publicadas porque "teníamos la vaga impresión de que las autoras tienden a ser consideradas con cierto prejuicio; nos dimos cuenta de que a veces, los críticos, para castigarlas, utilizan el arma de su personalidad femenina." Currer Bell fue el empleado por Charlotte, algo que durante mucho tiempo suscitó gran intriga entre los lectores, los cuales, habían devorado las más de 500 páginas de la novela, pero también sorpresa al conocer, por boca de Thackeray (a quien todos daban por supuesto la autoría de Jane Eyre) que todo aquello era falso y que la verdad, la única verdad, es que su amiga Charlotte Brontë era la verdadera autora de la obra que había fascinado a media Inglaterra victoriana. Muchos especialistas en la literatura de las Brontë aseguran que en Jane Eyre está el germen de una nueva representación femenina, más natural, más honesta, más cercana a la realidad, desprovista de todo estereotipo y por supuesto, más feminista (algo que, permítanme decir, he puesto ligeramente en duda). Pero más allá de si Jane Eyre es más o menos feminista, lo que coincido, y espero que mucha gente piense lo mismo, es en el hecho de que Charlotte Brontë sí fue feminista, al menos es lo que a su biografía se refiere. Aunque pretendientes no le faltaron, ella siempre antepuso su carrera literaria a todo lo demás, una carrera que pretendía llevar con éxito a termino costase lo que costase. Peleó por ella, se enfrentó a todo y a todos y hasta no dudó en defender su derecho a firmar con su verdadero nombre y a que las mujeres tuviesen las mismas oportunidades que los hombres a la hora de someterse a una criba editorial. De hecho, ella no se casa hasta bien entrada en la treintena, rozando la cuarentena incluso, momento en el que había conseguido labrarse una carrera y en el que había conseguido mantener una serie de amistades en la capital británica de cara a sus próximas publicaciones, publicaciones que como todos bien sabréis nunca llegaron a escribirse debido a su prematura muerte a los treinta y ocho años de edad. Jane Eyre marca un antes y un después también, y esto es realmente novedoso, en la relación con el lector. Pocas veces en la literatura nos encontramos a una protagonista desprovista de toda clase de dulzura e inocencia, cuya forma de ser choca de pleno con la de las mujeres de la época, en otras palabras, con lo que se espera de ellas. Si por ser no es ni físicamente atractiva como bien deja claro su autora en más de una descripción. Y lo más increíble de todo es que seguimos sus andanzas, sus pensamientos, sus decisiones a pies juntillas. Ya lo dijo la propia Charlotte Brontë: "Voy a crear una heroína fea, que no gustará a nadie salvo a mí". A ella y a otras mujeres que, a lo largo de todo este tiempo, han visto en Jane Eyre el cambio, a una mujer diferente, con más independencia, intransigente en ocasiones y dura defensora de sus propias ideas. La obra de Charlotte Brontë sigue despertando admiración y controversia allá por donde va, y será así hasta el fin de los tiempos. Lo que nadie puede discutur es que su autora acabó convirtiéndose, por derecho propio, en todo un referente para la causa feminista. Jane Eyre: una historia de amor tóxico, violencia de género encubierta, crítica social, misterio, largos paseos en las inmediaciones de Thornfield... Perfecta para mentes inquietas y lectores sumamente pacientes.
Frases o párrafos favoritos:
"Usted nunca ha sentido celos, ¿verdad señorita Eyre? Por supuesto que no; no es necesario preguntárselo, ya que no ha sentido nunca amor. Aún no ha experimentado ambos sentimientos: su alma está dormida, y todavía no ha recibido una conmoción que la despierte."
Película/Canción: la novela de Charlotte Brontë ha sido hasta once veces adaptada tanto al ámbito cinematográfico como al televisivo (en este último en gran parte gracias a la BBC). En esta ocasión, y aunque sé que hay interpretaciones mejores, os adjunto el tráiler de la última adaptación cinematográfica de Jane Eyre, del 2011, dirigida por Cary Fukuanga (creador de la serie True Detective) y con las interpretaciones de Mia Wasikowska y Michael Fassbender dando vida a Jane Eyre y el señor Rochester respectivamente.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Alianza Editorial