Título: Karl y Anna.
Autor: Leonhard Frank (Wüzburg 1882-Múnich 1961) e origen humilde, llevó a cabo múltiples trabajos: mecánico, chófer, pintor de edificios, celador de hospital... Gracias a su talento para la pintura estudió bellas artes durante seis años en Múnich y en 1910 se instaló en Berlín. Humanista, pacifista y antifascista, llevado por la exaltación de la bohemia de Múnich y más tarde por la efervescencia intelectual y artística de Berlín, Frank creyó siempre en el poder transformador de la literatura. Durante la Primera Guerra Mundial se exilió a Suiza. Sus primeros trabajos literarios vieron la luz en este periodo. En 1918 volvió a Alemania, convencido ya de dedicar su vida a la escritura, que le proporcionaría premios tan prestigiosos como el Theodor Fontane o el Kleist. Su novela Karl y Anna obtuvo un gigantesco éxito internacional, se convertía en una obra de teatro representada en salas de todo el mundo e incluso Hollywood se inspiraría en ella para la película Desire Me. A pesar de esto, en 1933 se prohibieron y quemaron todos sus libros en Alemania. Se exilió entonces de nuevo: primero a Suiza, luego a Francia (donde fue hecho prisionero tres veces) y, más tarde, a Portugal y Estados Unidos. Tras diecisiete años de exilio, regresó a un país en ruinas, pero eso no impidió que siguiese escribiendo. Frank es también autor de la fundamental A la izquierda, donde está el corazón.
Editorial: Errata Naturae.
Idioma: Alemán.
Traductor: Elena Sánchez Zwickel
Sinopsis: en plena Primera Guerra Mundial, Richard, el marido de Anna, sobrevive y trabaja con Karl durante unos meses en un campo de prisioneros siberiano. Día tras día, para hacer más llevadera su situación, le narra a su inseparable compañero cada detalle, esencial o sin importancia, de su pasada vida con Anna, a la que añora continuamente. La situación de desamparo, las vividas evocaciones de Richard, la nostalgia de un amor verdadero lograrán al fin que Karl se enamore de esa imagen femenina que con el tiempo ha adquirido para él rasgos cada vez más reales, con sus texturas y olores, con sus deseos; una imagen que lo impulsa también, al fin, a vivir y renacer tras el desastre- El azar separará a ambos amigos, y Karl huirá hacia Alemania para conocer al fin a Anna y hacerse pasar por su marido, sirviéndose de su parecido físico con Richard y de las terribles inseguridades provocadas por la guerra.
Su lectura me ha parecido: breve, concreta, interesante, típica, bien escrita, poderosamente reflexiva, intensa, muy recomendable...Queridos lectores y lectoras, todos hemos querido ser otra persona. Se que suena muy extraño así de buenas a primeras, pero es cierto, es algo que todos y cada uno de nosotros hemos deseado, al menos una vez en la vida. ¿Quién no ha soñado con ocupar el lugar de otro? ¿Quién no ha ansiado vivir la vida de alguien a quien admiramos o envidiamos? ¿Quién no ha intentado? o al menos ¿Quién no lo ha pensado en esos momentos de gran desazón y pesimismo? Todos tenemos ídolos a los que tratamos de emular, hay quien se conforma con adoptar su forma de vestir, pero hay quien lo lleva al extremo y directamente pretende convertirse en un clon. Pero también los hay que, lejos de las más altas pretensiones, se pondrían sin dudarlo en la piel y en el cuerpo de ese o esa, quien por su posición, su situación familiar, sus aspiraciones personales o su vida en general se nos antoja mejor que la nuestra. Es entonces cuando os lanzo las preguntas más pertinentes al respecto ¿Qué pasaría si el camino para lograr nuestro objetivo estuviese libre? ¿Si esa persona a la que tanto veneramos de repente desaparece sin dejar rastro? ¿Y si por el azar del destino, éste nos ha brindado la oportunidad de ocupar su lugar? De esto y de otras muchas cuestiones se habla en la siguiente novela que hoy tengo el placer de presentaros, que aunque muy típica en su planteamiento, nos hace por el contrario reflexionar y comprender un contexto interesante histórico. Karl y Anna: delicadeza y emoción con implicaciones sociales.
El por qué un libro como Karl y Anna llegó a mis manos y de paso a engrosar mi apreciada estantería, tiene su propia historia. La verdad es que éste es uno de esos libros a los que una servidora le había echado el ojo desde hacía bastante tiempo, desde que Errata Naturae lanzó la presente edición al mercado. Karl y Anna era un libro que perseguía con la mirada y que siempre buscaba cada vez que entraba en alguna librería de mi ciudad. Su sinopsis, aunque realmente típica, me atrajo desde el primer momento, algo que la verdad no es muy propio de mi. Adoro la originalidad y sorprenderme mientras leo, pero, lo cierto es que me sorprendí a mi misma interesándome por un relato cuyo tema ha sido explotado a lo largo de la literatura. No se, algo dentro de mi decía que Karl y Anna no iba a ser un libro cualquiera. En cuanto supe en qué contexto vio este libro la luz comencé a percatarme de que había algo más y de que seguramente, iba a ser una de esas lecturas que acabaría de seguro recomendando. Años después y gracias a la propia editorial, pude al fin, acariciar con mis dedos su portada y respirar el aroma que desprendían las páginas de cualquier libro que esperas con gran expectación. Reconozco, no obstante, que en los días previos a la lectura, los prejuicios acudirían raudos a mi cabeza. Tal vez había tenido un momento de debilidad, o no estaba en lo cierto al confiar tanto en este libro. Sin embargo, una vez abrí la novela por la primera página, tuve la sensación de quedar atrapada en ella. Sentí sumergirme en una época compleja y que con el tiempo, y gracias a la literatura de ciertos autores, ha acabado por fascinarme. Finalmente, y tras ese intenso recorrido, pude por fin despedirme de Karl y Anna, con la certeza de que había algo más allá del estereotipo novelístico.
En lo que respecta a la critica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Karl y Anna presenta una lectura sencilla pero ágil, breve pero intensa. Repito lo mismo que ya dije en la reseña de Agnes Grey, cuanto menos páginas, más se acentúan las emociones, si se hace bien claro. En el caso de Karl y Anna sucede lo mismo que con la novela de Anne Brontë, nos topamos ya no sólo con esa acentuación de la intensidad, también con una prosa exquisita y envolvente, capaz de transportar al lector y hacerle partícipe de la trama. Cual privilegiado espectador, el autor logra implicar a éste en la novela hasta el punto de obligarle a reflexionar, algo que a una servidora en particular le ha encantado realizar. Cabe ponernos en situación: Karl y Anna cuenta una historia de amor en la que intervienen tres personajes. Primero está Karl, quien se enamora de una imagen idealizada de Anna, la mujer de su compañero y amigo Richard, con quien soporta el día a día en un campo de prisioneros siberiano. Tras una fortuita separación, Karl se dirigirá a Berlín para conocer a Anna haciéndose pasar por su marido. En segundo lugar está Anna, quien pasa en soledad los años de la guerra y que a la llegada de ese que dice ser Karl, se encuentra ante un dilema: echar al farsante o entregarse a él sabiendo que no es su marido. Y en tercer lugar, la figura de Richard, el eterno ausente, el nombre que sobrevuela incesante las vidas y las conciencias de Karl y Anna. En definitiva, nos encontramos ante la clásica usurpación de identidad que tantas veces hemos visto en el cine y en alguna que otra novela. Este aspecto, sin duda, fue el que hizo que dudase de la singularidad de Karl y Anna, sin embargo, Frank logra que esta historia no pase desapercibida y que no se quede en lo superficial, algo que si que se aprecia en otros libros. Para conseguirlo, Frank se basa en el contexto histórico de su tiempo, esos años tras la Primera Guerra Mundial, en los que los recuerdos de lo vivido todavía siguen a flor de piel y en los que se empieza a apreciar las primeras consecuencias de la misma. Es más, situar la acción en el Berlín de la postguerra le aporta a la historia un plus, pues, el lector está acostumbrado a leer libros que transcurren en esta época, pero desde la perspectiva estadounidense o anglosajona mayoritariamente, por lo que resulta una novedad y un puerta abierta a descubrir la realidad en uno de los países perdedores y más castigados tras la guerra. Y claro, en un entorno histórico y social como ese, una historia como la que Frank nos narra no resulta inverosímil, hasta nos hace pensar que pudo haber ocurrido de verdad. Por último, y de forma muy breve, me ha encantado la construcción del personaje de Anna, porque toma partido, porque no es un objeto pasivo y porque representa perfectamente a todas esas mujeres que durante la contienda tuvieron que soportar la soledad, la incertidumbre y que lograron crear redes de solidaridad para ayudarse unas a otras para sobrellevar los días, los meses, los años... A la espera de que sus esposos e hijos regresasen. Todo ello, y eso me ha parecido muy acertado, sin ese halo romántico e irreal que siempre ha acompañado tradicionalmente estas situaciones. La cruda realidad, sin idealismos, sin artificios.
Centrándonos en la pertinente reflexión final, he de confesaros que me ha resultado relativamente fácil escoger el tema en cuestión. Y no, no son las profundas meditaciones que uno se hace si intenta ponerse en la piel de Anna, como tampoco la fuerza imparable e los sentimientos humanos en circunstancias adversas. No, nada de eso. Hoy me gustaría centrar este último párrafo en hablar de la guerra. Si, eso que deseamos que nunca suceda, pero que sin embargo, cuando ésta acontece al otro lado del mundo, en un país más pobre o en vías de desarrollo, la mezquindad humana surge en su faceta más miserable. La guerra, como acontecimiento, trae como consecuencia infinidad de cambios políticos, económicos, sociales y culturales. Además de la proliferación de nuevas ideas relacionadas con la psicología o la memoria misma. Esto es así, tras toda guerra, el pensamiento experimenta un notable cambio en el ser humano, y eso se refleja en infinidad de trabajos, algunos de ellos estrictamente relacionados con la literatura. Después de una guerra aparecen nuevos temas, nuevos conflictos, nuevos dilemas, nuevas circunstancias históricas que merecen ser plasmadas sobre el papel. Fomentando de esta forma la aparición de auténticos y prolíficos movimientos culturales o generaciones de escritores y escritoras que quisieron participar de estos años de forma activa. Este por ejemplo es el caso de la famosa generación perdida, que aglutinó a personalidades tan importantes como Ernest Hemingway, T.S Eliot, Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner, John Dos Passos, Dorothy Parker, John Steinbeck o Gertrude Stein entre otros. Esta generación surgió de los estragos de la Primera Guerra Mundial, de hecho, algunos de sus componentes llegaron a combatir en la misma, y sus temas oscilan entre el pesimismo, el descreimiento, los felices años veinte, la bohemia parisina o en última instancia el crack del 29. Durante esos años de entre guerras también surgió otro movimiento cultural menos conocido, vinculado a Berlín, Austria y Suiza y cuyos exponentes respondían a los nombres de Thomas Mann, Herman Hesse, Stefan Zweig o Pierre-Jean Jouve entre otros. El autor de Karl y Anna, Leonhard Frank participó de la bohemia de Múnich y de ella, y del exilio que sufrió durante la Primera Guerra Mundial, se empapó para crear su producción literaria, llegando a tener un notable éxito en vida. Con esto no quiero decir que tiene que haber una guerra para que haya una posterior explosión cultural e intelectual, sólo quiero resaltar algo muy importante. La experiencia vivida conforma el carácter de una persona, y si en esa experiencia la guerra, el sufrimiento, la impotencia o el exilio han estado presentes, la personalidad no será la misma, será diferente de quien no haya vivido todo eso en carne propia. Lo mismo sucede con la escritura, susceptible a cualquier cambio y a cualquier recuerdo personal, por lo que, y hoy mas que nunca, hay que leer a estos autores. No sólo por lo que fueron y por lo que nos pueden transmitir, también en claro homenaje a sus correspondientes figuras y a su discurso tras años de injusto desprecio y de terrible olvido. Karl y Anna: una historia de amor, desesperación, soledad, cariño, remordimientos... Una novela que merece ser leída y recuperada para los lectores del siglo XXI.
Frases o párrafos favoritos:
"Llegaron a un punto en que el fluir de la vida, todo intercambio de sentimiento y toda lucha fecunda se hacían imposibles, tan imposibles como la unión de los cuerpos."
Película/Canción: en el año 1947 se estrenó la primera y única adaptación que existe de Karl y Anna. Bajo el título Desire Me y dirigida por Jack Conway, cosechó gran éxito de público y critica en su momento.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae