Título: La cámara sangrienta.
Autor: Angela Carter (Eastbourne 1940-Londres 1992). A causa de la guerra, fue evacuada cuando a penas era un bebe junto con su abuela a Yorkshire, donde sufrió de anorexia durante la mayor parte de sus años de adolescencia. Empezó a trabajar como periodista en Croydon Courier siguiendo los pasos de su padre y se graduó en Literatura Inglesa por la Universidad de Bristol. En 1960 se casó con Paul Carter. Tras nueve años de matrimonio, después de ganar el Premio Somerset Maugham con su novela Varias percepciones (con la que aprendió lo que era ser mujer y se radicalizó), abandonó a su esposo y se fue a Tokio, donde vivió durante dos años. Su experiencia japonesa sería inmortalizada en 1974 en Fuegos de artificio: nueve relatos profanos, así como en su novela El doctor Hoffman y las infernales máquinas de deseo, que publicaría en 1972. A la vuelta de Japón, pasó unos años enseñando en varias universidades de Europa, Australia y Estados Unidos. En 1977 se casó con Mark Pearce, con el que tuvo su único hijo. Carter es autora de varias novelas, entre las que destacan La juguetería mágica, Héroes y villanos, La pasión de la nueva Eva o Noche en el circo, por la que recibió el James Tait Black Memorial Prize. Así como de algunos notables volúmenes de relatos como La cámara sangrienta o En compañía de lobos. Entre 1990 y 1992 recopiló para la editorial Virago una colección de relatos tradicionales protagonizados por mujeres que, bajo el título Cuentos de Hadas de Angela Carter, se convirtió en uno de los más duraderos longsellers de la editorial. Falleció en 1992 en Londres a la edad de 51 años sin llegar a completar su último proyecto literario, la continuación de Jane Eyre. Hoy en día su nombre se incluye entre los escritores británicos más importantes posteriores a 1945.
Editorial: Sexto Piso.
Idioma: inglés.
Traductor: Jesús Gómez Gutiérrez.
Sinopsis: Barbazul, Caperucita Roja, la Bella y la Bestia, el gato con botas...Preocupada por cuestiones de género y por la tradición - y los mecanismos narrativos - de los cuentos de hadas, Angela Carter "revisa" con una sensibilidad feminista mitos y leyendas bajo la égida gótica de Poe o Hoffmann, pero con la audacia y el talento de mezclar, pongamos por caso, a Perrault a Sade con Boccaccio. Éstos son los relatos en los que las protagonistas rehacen las reglas (y el propio final de cuento), abandonando el rol pasivo que se les impone y atreviéndose a nombrar su deseo.
Su lectura me ha parecido: interesante, atrayente, perturbadora, oscura, poderosamente reflexiva, evocadora, tremendamente feminista, absolutamente necesaria...El cuento. Esa narración breve, escrita por uno o varios autores, basado en hechos reales o ficticios y cuya trama es protagonizada por una serie de personajes, encargados de levantar un argumento aparentemente sencillo. El cuento, desde tiempos inmemoriales, se ha concebido como fuente de información, cuya transmisión oral ha favorecido la reproducción de ciertos comportamientos sociales a lo largo de los siglos. Julio Cortázar lo comparaba con el boxeo, pues, este gana, en jerga deportiva, por un knock out, o lo que es lo mismo, por impactos, por sensaciones, por emociones que atrapan al lector y lo dejan momentáneamente ko. Con un solo y apoteósico climax, el cuento ha experimentado una gran transformación desde aquellas tertulias a la luz de las velas hasta formar parte del inabarcable mundo digital. Nadie lo diría, pero desde entonces hasta ahora, han sido muchos los autores que deben su fama al noble arte del cuento: Luciano de Samosata, Giovanni Boccaccio, Geoffrey Chaucer, Charles Perrault, Jean de la Fontaine, Francisco Quevedo, Washington Irving, los hermanos Grimm, Nathaniel Hawthorne, Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant, Gustave Flaubert, Leopoldo Alas "Clarín", Amadeus Wilhem Hoffmann, Antón Chejov, el Marqués de Sade, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar...Todo hombres como podéis comprobar. Parece que a los que escriben los libros de texto se han olvidado de que Mary Shelley también escribía cuentos o que en España tuvimos a Ana María Matute y a Gloria Fuertes, unas de nuestras cuentistas más originales. Por no hablar de Whilla Cather, Edith Wharton o Kate Chopin, grandes escritoras estadounidenses del XIX que también se atrevieron a escribir cuentos. Por eso, y porque los clásicos están para reinterpretarlos, da gusto toparse con recopilaciones como la que hoy reseño. Unos cuentos que nada tienen que envidiar a los de Edgar Allan Poe o Hoffmann y que revisan el papel de la mujer en algunos de los relatos más famosos de la historia de la literatura. La cámara sangrienta: reivindicación feminista sumergida en la mejor versión de la narrativa gótica.
La historia de como este volumen de cuentos llegó a mis manos es bastante curiosa. Y digo curiosa porque, reflexionando un poco, yo no me consideraba hasta hace bien poco una lectora asidua de cuentos, y mucho menos de cuentos con tintes fantásticos. Cuando somos pequeños todos sentimos una gran atracción por ese formato, por esas historias que nuestros padres nos cuentan antes de ir a dormir, que escuchamos en el colegio por boca del profesor o profesora de turno o de la que somos testigos cuando asistimos a funciones de animación lectora en las bibliotecas de barrio. Ese es el momento, y no otro, en el que el ser humano se inicia en esto de los cuentos, pero sobretodo, en la narración oral, que constituye un elemento mágico añadido. Siendo una niña me pasaba horas en mi cuarto inventándome historias y encontrando la forma de darles vida, unas veces era dibujando y otras usando esa poderosa imaginación infantil que tantos buenos ratos me ha hecho pasar en mi infancia. Luego, conforme vas creciendo, comienzas a despegarte de aquellos cuentos que tanto te entusiasmaban de niña y optas por las novelas, primero juveniles y después clásicos o best sellers. Pero lo más curioso de todo es que mientras mis compañeras y amigas, las pocas que les gustaba leer, se entretenían con novela fantástica, yo prefería meter la nariz en la novela histórica más asequible, en la novela policíaca de aquellos años (principalmente la saga de Camilla Läckberg) o en libros juveniles que no se caracterizaban precisamente por lo fantástico. Pero no fue hasta años más tarde, coincidiendo con el último año de Máster cuando gracias a un curso de Escritura Creativa me reencontré con el cuento. Al leer los textos que la profesora nos mandaba ya no experimenté aquellas sensaciones de cuando era pequeña, sino unas emociones más maduras pero igualmente sorprendentes. Fue durante ese curso donde descubrí a Edgar Allan Poe y el relato de terror, algo que supuso un cambio brutal ya no solo en mi forma de escribir, también en mi concepción del cuento, lejos del estereotipo de que éste solo podía ser infantil o acoger tramas poco profundas. De este modo y gracias a esas lecturas de algunos cuentos de Poe, fue como me introduje poco a poco en la literatura de terror. El terror psicológico, el gótico, el de ciencia ficción o el fantástico incluso; no le hacía ascos a nada, y a día de hoy, sigo descubriendo más y más sobre este inabarcable género. En el caso de Angela Carter como autora, llegó a mi vida el año pasado gracias a ese extraordinario volumen Cuentos de hadas editado por Impedimenta. Y a finales del 2017, y gracias esta vez a Sexto Piso, pude continuar descubriendo a esta escritora a través de La cámara sangrienta. Si no llega a ser por Egar Allan Poe y sus relatos, Angela Carter hubiese pasado totalmente desapercibida ante mis ojos, algo que no me hubiese perdonado nunca.
En lo que respecta a la crítica propiamente dicha comenzaremos diciendo que La cámara sangrienta, como libro de cuentos, presenta una estructura adecuada para este tipo de historias. Si bien es cierto que el orden de los cuentos no esta determinado por el azar, si que hubiese cabido la posibilidad de alguna variación sin alterar la intención del libro en su conjunto. Cualquiera de los cuentos que componen La cámara sangrienta podría haber sido el primer o el último, pues, creo que el impacto del lector hubiese sido el mismo. En lo que respecta al estilo, nos topamos por un lado con una prosa muy tradicional en cuanto a la forma, es decir, partiendo de la típica forma de narrar los cuentos infantiles, pero también con variaciones muy interesantes, las cuales tienen siempre que ver con cambios de narrador o de ambientación. Si tradicionalmente el narrador era alguien externo a la historia, en estos cuentos podemos encontrarnos con otros puntos de vista narrativos, como el darle más protagonismo a las mujeres de los cuentos clásicos ofreciéndole la oportunidad de contar su versión de los hechos. Y en cuanto a la ambientación descubrimos lo que ya sabíamos en Cuentos de hadas, que Angela Carter sabe crearlas y envolver al lector en ellas. Además de darles un toque muy especial, que en este caso consiste en trasladarlas a una atmósfera deliciosamente gótica, consigue que quien se adentre en La cámara sangrienta devore un cuento tras otro, no de forma compulsiva, pero si de una forma más o menos rápida. En cuanto al contenido de los cuentos todos lo conocemos. Barba Azul, El gato con botas, Caperucita Roja, la Bella y la Bestia...Nos sabemos de memoria sus tramas o al menos los hemos escuchado alguna vez refugiados entre las sábanas de nuestra cama. Pero es Angela Carter, por lo que lo convencional queda relegado a un segundo plano. No solo tienes la sensación de que estas historias pueden ser atemporales, incluso algunas parecen estar ambientadas en la actualidad o en un pasado más cercano, sino que la mujer, en la versión antigua de los cuentos, juega un papel muy secundario o directamente un rol terriblemente pasivo. Como ya he comentado antes, Carter da voz y presencia a todas estas mujeres de los cuentos y les confiere de una actitud menos estereotipada y más interesante a ojos del lector y de la sociedad. En ese sentido, podríamos decir que La cámara sangrienta es un volumen de cuentos con una intención profundamente feminista, algo que no viene nada mal en los tiempos que corren. Además de los citados cuentos, Angela Carter añadió otros relatos relacionados con el mito del hombre lobo, tales como El hombre lobo, La compañía de los lobos o Lobalicia. En los tres se nota que, además del trabajo que conlleva la escritura, la autora se ha documentado previamente para tratar de reflejar ese carácter folclórico que siempre ha caracterizado a estos seres fantásticos. También encontramos coqueteos con el vampirismo en el relato La dama de la casa del amor, cuya trama recuerda bastante al Carmilla de mi queridísimo Sheridan Le Fanu. Mención a parte merece la ambientación gótica, inspirada de seguro en toda esa tradición literaria de principios del XIX y que se extendió a lo largo de ese siglo evolucionando e impregnándose de las culturas de cada país. Castillos siniestros, pasadizos secretos, fantasmas, vampiros, hombres lobos, mazmorras, sangre, cementerios, bosques oscuros...Todo lo característico del género esta abrumadoramente presente, pero no estereotipado, por lo que el lector disfrutará más de su lectura. Por último, no quiero olvidarme de que esta edición esta espectacularmente editada por las ilustraciones de Jesús Gómez Gutiérrez. Partiendo de una paleta de tres colores (blanco, rojo y negro) el ilustrador logra recrear a la perfección el universo literario de Angela Carter, destacando, como no, ese equilibrio entre lo bello y lo escalofriante tan típico del estilo gótico.
Hace unas semanas, durante la ceremonia de los Globos de Oro 2018, Guillermo del Toro dedicó su discurso de aceptación de su premio a Mejor director por su película La forma del agua a los monstruos. El director mexicano se refirió a ellos como "los santos patrones de nuestras imperfecciones, permitiéndonos contemplar la posibilidad de fallar o seguir adelante". Aunque el último tramo de esta frase tenga más que ver más con lo personal, lo cierto es que Guillermo del Toro dijo una gran verdad. Los monstruos, tanto en la literatura como en el cine, constituyen el mecanismo perfecto para criticar nuestro tiempo, para evidenciar que nada en esta vida es perfecto o como metáfora del lado oscuro de la condición humana. Es en este último punto donde sinceramente creo necesario que nos detengamos, pues es precisamente de esa cara oculta de la luna, de ese otro lado de la moneda, de ese particular mr. Hyde que surge cuando menos te lo esperas de lo que habla Angela Carter en La cámara sangrienta. En todos los cuentos que conforman este libro existe el personaje del monstruo, el cual, no tiene porque ser necesariamente una criatura fantástica. Un ejemplo, el famoso Barba Azul de Angela Carter es un hombre pero con comportamientos realmente monstruosos. En ocasiones piensas que sufre una transformación y que por un instante crees que tiene garras por manos y pezuñas en vez de pies. Pero en realidad es humano, una persona como tu y como yo, un hombre que te puedes cruzar todos los días en el vagón del metro, esperando en la parada del bus, en la cafetería de la facultad, en la mesa de enfrente de la oficina, en la puerta del colegio...Un monstruo atroz que muda de piel a conveniencia, en público es un encanto y en privado un violento hombre lobo o un chupóptero vampiro. Y eso es lo que de verdad da miedo, los monstruos cotidianos que de vez en cuando vemos por televisión pero que perfectamente podemos coincidir todos los días con ellos a lo largo de una jornada. Unas veces te miran fijamente, otras se atreven a piropearte o incluso van un paso más allá por que se sienten impunes. Actúan solos, en pareja o directamente en manada. Buscan reafirmar su posición supuestamente superior y que tu, como mujer, te sientas culpable, débil y desacreditada como tal. Sus tentáculos, sus ojos de búho, sus zarpas, sus cacareos...Son seres humanos y animales al mismo tiempo, o peor, sabandijas a las que la sociedad nos ha enseñado a temer y a respetar. Pero ese tiempo ha terminado. Ya no podemos seguir creyendo en el príncipe azul, ni en que la bestia es bondadosa y piadosa. Ya esta bien de sumisión, de miedo, de sentirnos inferiores. No queremos que nos rescaten, que nos protejan, que nos encasillen, que nos juzguen por la apariencia, que no se nos tome en serio...Queremos amar, trabajar, bailar, correr, perseguir sueños, opinar, vestirnos como nos de la gana, realizarnos personalmente, reír, disfrutar, sentirnos plenas...En definitiva, vivir sin que ningún monstruo nos dificulte el paso. Los cuentos de Angela Carter nos hablan de eso, de que hombres lobos, vampiros o barba azules pueden llamarse Paco, Santiago o Andrés y de que las mujeres, despojadas del título de "princesas indefensas", pueden hacer lo que se propongan, como salvar a sus propias hijas de príncipes maltratadores o detectar el acoso a tiempo, antes de sucumbir a la mirada de El rey de los trasgos. La cámara sangrienta: contundencia, tradición, renovación, universo gótico, clásico, moderno, sangre, feminismo...Unos cuentos para reivindicar y educar.
Frases o párrafos favoritos:
"Mientras él descansa entre dormido y despierto, yo agarraré dos enormes mechones de su susurrante pelo y los trenzaré con cuerdas, silenciosamente, para que no se despierte; y silenciosamente, con manos sutiles como la lluvia, lo estrangularé con ellas.
Entonces, ella abrirá todas las jaulas y liberará a los pájaros, que volverán a ser las jovencitas que fueron, una a una y cada una con la marca escarlata de un mordisco de amor en el cuello."
Película/Canción: aunque debería haberla, de momento no existe ninguna adaptación de los cuentos de Angela Carter. Por lo que os adjunto la pieza de Camille Saint Saëns que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Una de mis favoritas.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Sexto Piso