Título: La guerra de los mundos.
Autor: H.G Wells (1866-1946) nació en Bromley, Reino Unido. Una beca le permitió estudiar en la Normal School of Science de Londres. Trabajó como aprendiz, contable, tutor y periodista hasta 1895, año en el que se dedicó por completo a escribir y en el que publicó su primera novela, La máquina del tiempo, en la que ya aparecía la explosiva mezcla de ciencia, política y aventura que haría de sus libros un éxito. Desde 1895 hasta su muerte, Wells escribió más de ochenta libros, entre los que destacan todas aquellas obras que contribuyeron a crear un género, la ciencia-ficción: El hombre invisible, La guerra de los mundos y Las cosas del futuro, todas ellas llevadas al cine en varias ocasiones. Además de estas novelas, Wells escribió Kipps o La historia de Mr Polly, profundos relatos de su época; y novelas sociales como Tono Bungay o Mr Britling va hasta el fondo. Tras la Primera Guerra Mundial publicó un ensayo histórico que se haría muy popular en Reino Unido, El esquema de la historia.
Editorial: Debolsillo.
Idioma: inglés.
Traductor: Julio Vacareza.
Sinopsis: publicada en 1898, narra por primera vez en la historia de la literatura un tema que será recurrente desde entonces y originará todo un subgénero dentro de la ciencia ficción: la invasión hostil de la Terra por extraterrestres procedentes de Marte, recibidos por una humanidad ingenua que tendrá que organizarse para impedir una destrucción masiva del planeta. A través de esta novela en la que las descripciones científicas, las premoniciones sobre el futuro de la tecnología y los entresijos de la política ocupan un lugar central, G. H. Wells nos habla sobre la vanidad y seguridad ficticia de una humanidad autosatisfecha, y los peligros que acechan a su supervivencia.
Su lectura me ha parecido: entretenida, rápida, ágil, con descripciones muy completas, apocalíptica, tremendamente lúcida, más profunda de lo que aparenta...Queridos lectores y lectoras, ya es un hecho, acabamos de superar los primeros días del 2018. Un año que de seguro vendrá cargado de no pocos acontecimientos relevantes. Lo que si sabemos es que este 2018 tendrá lugar la confluencia de varios aniversarios de índole histórica. El más destacado, los 50 años de las manifestaciones de Mayo del 68 en París, sin olvidarnos del centenario del final de la Primera Guerra Mundial, el centenario del fusilamiento de la familia Romanov en Rusia o el bicentenario del acta de Independencia de Chile. En otros ámbitos, sabemos que en el 2018 se celebrará el Mundial de Fútbol en Rusia, que Bulgaria asumirá la presidencia del Consejo de la UE o que varios países, entre los que se encuentran Finlandia, Brasil, Rusia o Costa Rica, celebrarán elecciones. Dentro de lo cultural, además de los muchos estrenos que la factoría Marvel ha anunciado, este es el año de Emily Brontë, y por extensión, también el de sus hermanas Charlotte y Anne, sin olvidarnos de que en 2018 también se cumplen doscientos años de la publicación de uno de los grandes libros de la literatura universal, el Frankenstein de Mary Shelley. En lo astronómico, habrán dos eclipses lunares, varias súper lunas y el planeta Marte hará su máxima aproximación a la Tierra el 27 de julio. Parece una casualidad, pero si tenemos en cuenta el libro que hoy reseñaremos, lo de la aproximación de Marte al planeta Tierra resulta una broma de mal gusto. Que no cunda el pánico, seguro que nuestros respectivos gobiernos están lo suficientemente preparados para una invasión alienígena, o tal vez ni hayan pensado en eso, por lo que estaríamos desprovistos de toda protección si algún día la Tierra es arrasada por un objeto volador no identificado. No es mi intención amargaros este inicio de año, pero desde Jimena de la Almena me gustaría hablar sobre la ineficacia política, de las consecuencias de los avances tecnológicos y especular sobre como será nuestro futro más inmediato. Temas de gran interés y que sobresalen en la lectura de La guerra de los mundos: libro fundacional de inquietante reflexión.
La historia de como La guerra de los mundos llegó a mis manos y a mi adorada estantería es bien sencilla. Si bien es cierto que no me había adentrado en un primer momento en su lectura, conocía algunos aspectos de la novela. Sabía que se trataba de un libro en el que se narraba una mortífera y catastrófica invasión alienígena, pero desconocía por completo otros temas que en ella se abordaban, por lo que durante mucho tiempo, y de forma errónea, creí que La guerra de los mundos era una historia plana sin más misterios. Pasado un tiempo vi su enésima adaptación, la que hasta el momento es la última que se ha filmado, la de Steven Spielberg, protagonizada por un siempre heróico Tom Cruise. Recuerdo que me impactó en su momento, una mega invasión alienígena vista en la gran pantalla siempre logra captar la atención del público, incluso del más escéptico. Sin embargo, el paso del tiempo puso a aquella superproducción en su lugar, es decir, en uno en el que pocos se acuerdan de ella. Al menos, y lo digo desde la máxima sinceridad, ese fue mi caso. No me creía todo aquello, a pesar de los efectos especiales y la interpretación de un Tom Cruise más cercano a Misión Imposible que a otra de sus películas. Ni me hizo reflexionar ni consiguió que me plantease leer el libro, haciéndole de este modo un flaco favor al escritor, un tal H.G. Wells. Años más tarde, y ya inmersa en los preparativos de la exposición del Trabajo Final de Grado, comprendí que había sido una estúpida. Por razones evidentes, La guerra de los mundos no podía formar parte de mi investigación, pero comprendí que aquel escritor, H.G. Wells había revolucionado lo que hoy conocemos como ciencia-ficción al escribir la primera novela en la que aparecen extraterrestres. Y eso, para una entusiasta de la historia y la literatura, no podía pasar desapercibido por mucho más tiempo. No adquirí un ejemplar de La guerra de los mundos hasta muchos años más tarde en un mercadillo de libros a 1€ situado en el Mercado Central de Valencia, y no fue hasta que mi padre me dio ese último empujón al recomendarme fervientemente su lectura, cuando al fin logré sumergirme entre sus páginas. El resultado, mejor del esperado.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha comenzaremos diciendo que La guerra de los mundos presenta una lectura muy rápida, trepidante, de una agilidad pasmosa. Pero al mismo tiempo, la novela está muy bien sustentada mediante descripciones de índole científica muy claras y para nada tediosas, lo suficientemente instructivas para que el lector se quede con la información y pasase sin problemas de una página a otra. Esta claro que detrás de este equilibrio entre un ritmo y conocimiento se esconde una intención muy clara: que el que se adentre en La guerra de los mundos disfrute aprendiendo, o lo que es lo mismo, que siga atento a los sucesos de la novela al mismo tiempo que reflexiona sobre temas nunca antes planteados desde esa perspectiva. A esto hay que añadirle, para dar más emoción a la trama, una narración en una primera persona muy particular, la de alguien que es testigo de toda esa catástrofe, la de alguien que no esconde su temor, la que, a pesar de todo, no duda en contarnos fielmente lo que sucede. Tal vez por ello tuvo tanto éxito la famosa lectura radiofónica de Orson Wells, la cual, logró atemorizar a todo un país. Tal vez el que la gente creyese que se estaba produciendo una invasión extraterrestre, además de por el sobresaliente talento de Wells, fuese por la honestidad del texto, por esa verdad, por esa constante reflexión sobre la vulnerabilidad del ser humano. En La guerra de los mundos, H.G Wells demuestra ser un maestro de la creación de atmósferas, y en este caso, de una atmósfera realmente negativa y devastadora. De su cabeza surgen enormes máquinas procedentes del espacio exterior, las cuales avanzan sin pausa atravesando pequeñas poblaciones hasta llegar a la ciudad, dejando tras de si un reguero de muerte y destrucción absolutamente traumáticas. Ante un acontecimiento así es muy interesante como H.G. Wells logra captar los diferentes y muy variados comportamientos del ser humano, aunque una cosa esta clara, ninguno de ellos estaba preparado para algo semejante, por lo que muchos no dudan en compararlo con el Apocalipsis bíblico. De hecho, mientras lees la novela no dejas de pensar precisamente eso, que estamos ante un fin del mundo literario de consecuencias similares a las de La Biblia, pero en donde la tecnología y los elementos sociales juegan un papel fundamental. En este sentido, Wells no duda en acercar al gran público descripciones científicas y plantear preguntas bastante lúcidas para la época: ¿Hay vida más allá de la Tierra? ¿Y si la hay, cómo son dichas criaturas? ¿Qué aspecto tienen? ¿Cómo se organizan? ¿Cuál es su intención? Y la más importante ¿Cómo nos afectaría en el caso de que quisieran atacar nuestro planeta? Es cierto que en Frankenstein, Mary Shelley ya habló del impacto y las posibles consecuencias a largo plazo de los avances científicos y tecnológicos, pero Wells da un paso adelante décadas más tarde, al cuestionar esa política supuestamente protectora y que tiene toda la tecnología a su alcance para, se supone, defender a los seres humanos. Wells especula sobre lo desconocido y critica lo conocido, augurando un futuro bastante negro en lo que a descubrimientos tecnológicos o científicos se refiere, y la verdad, hoy, en pleno 2018, podemos asegurar que universos llamados Instagram o Twitter no son tan idílicos como aparentan. Por último, una aclaración. Mucha gente piensa que La guerra de los mundos transcurre en Estados Unidos debido a las múltiples adaptaciones cinematográficas que se han hecho al respecto, pero en realidad, la novela transcurre en Londres y sus alrededores. Fue bastante impactante observar como lugares como Isleworth, Richmond o Twikenham (barrios de lo que se conoce como "El Gran Londres") formaban parte de la novela. Lugares en los que casualmente estuve el año pasado y en los que, al contrario que la novela de H.G Wells, se respiraba tranquilidad.
Como acabamos de comprobar, son muchos los temas que H.G. Wells aborda en La guerra de los mundos. Pero de entre todos ellos, hay uno que sobresale por encima de todos, provocando que el lector sienta una especie de ligero desasosiego y que, una vez finalizada su lectura, observe a su alrededor a través de una mirada crítica. ¿Estamos de verdad protegidos? Esa es la gran pregunta que se repite a lo largo de la novela y que resulta tan inquietante. En el siglo XIX, época en la que Wells escribió La guerra de los mundos, hacerse esa pregunta es adelantarse dos siglos a una realidad, la del presente, la del siglo XXI, en la que se ha demostrado que esa supuesta "seguridad" es más frágil de lo que nos quieren hacer creer. Entre finales del XIX y las primeras décadas del XXI, la ciencia y la tecnología han avanzado a paso de gigante, haciendo que ésta esté cada vez más presente en nuestro día a día, consiguiendo que los seres humanos ya no concibamos nuestra vida sin toda esa tecnología que nos facilita las cosas. También, desde el ámbito de la política, y amparándose en esos beneficiosos artilugios, se ha vendido la idea de que gracias a ellos, el mundo es cada vez más seguro. Algo que sucedía tanto en la época de Wells como en la actualidad, aunque con evidentes diferencias. No es lo mismo la tecnología de finales del XIX, la cual empezaba a despegar, que la del XXI, la cual, parece imparable, capaz de sobrepasar cualquier límite. Pero en realidad, y esto en parte lo demuestra La guerra de los mundos, toda esa supuesta protección por parte del estado y del sistema salta por los aires ante una amenaza nunca antes planteada, como puede ser la de una invasión alienígena. Es entonces cuando ni la política ni toda esa tecnología pueden dar respuesta y abandonan a los ciudadanos a su suerte, a merced de un fenómeno peligroso y de proporciones desconocidas. El abismo al que empujan a las personas es tal que tienen que ser los propios seres humanos los que se organicen e intenten ejercer esa labor de protección que el estado no ha sido capaz de ofrecer. En la actualidad muy pocos piensan en que una nave alienígena sembrará el caos y el terror sobre el planeta Tierra, pero no es descabellado pensar que toda esa tecnología, la cual usamos a diario, se convierta en nuestro peor enemigo. No hace falta extraterrestres para que se produzca una hecatombe mundial, una simple tormenta solar bastaría para que las ciudades se colapsasen y los ciudadanos se convirtieran en auténticos zombis, en busca de electricidad, de wifi, de cualquier artilugio que les permita estar conectados. La adicción a las nuevas tecnologías provocaría autenticas luchas por la supervivencia, incluso horrendas muertes, a lo The Walking Dead y un estado de anarquía total. Lecturas como La guerra de los mundos nos hablan de eso precisamente, de como desde el poder se nos tranquiliza vendiéndonos la idea de un mundo muy seguro, pero la realidad es que con solo pulsar el botón adecuado, con un simple ataque informático, el mundo que conocemos podría en cuestión de segundos, dejar de ser el que era. La guerra de los mundos: una historia de supervivencia, negligencia política, abismo, alienígenas, poderosas armas de destrucción, valentía, incertidumbre, terror...Una lucha constante por sobrevivir frente a una megalómana adversidad.
Frases o párrafos favoritos:
"En los últimos años del siglo XIX nadie habría creído que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él; que los hombres se ocupaban de sus cosas eran estudiados quizá tan a fondo como el sabio estudia a través del microscopio las pasajeras criaturas que se agitan y se multiplican en una gota de agua."
Película/Canción: la novela ha sido muchas veces adaptada al cine, de entre todas ellas destacan las de 1953 de Byron Haskin y la de 2005 de Steven Spielberg. Sin embargo, nos tenemos que quedar con esa irrepetible adaptación radiofónica que Orson Wells realizó en 1938 creando una gran alarma social en Estados Unidos. Aquí os dejo algunos fragmentos de esta magistral interpretación.
¡Un saludo y a seguir leyendo!