Muchos lo pedían a gritos, y Panini Comics ha decidido que ya era hora de poner en la calle una nueva edición de la novela gráfica original X-Men: God Loves, Man Kills, de Chris Claremont y Brent Eric Anderson, que nos llega 30 años después bajo el tomo Marvel Gold. La Imposible Patrulla-X Especial – Dios Ama, El Hombre Mata.
Escribir una reseña de esta obra es algo complicado, más que nada por el hecho de que está considerada por muchos como una de las mejores novelas gráficas publicadas por Marvel Comics hasta la fecha, o incluso la mejor historia de la Patrulla-X que se ha escrito jamás. Además, el hecho de que ya se haya escrito de todo sobre ella tampoco ayuda. Aún así, intentaré transmitir mis impresiones como buenamente pueda.
Como ya comentamos en alguna que otra reseña, el concepto de novela gráfica (hablo específicamente de Marvel) nació en los años 80 con el fin de publicar historias más serias y más adultas, pero sobre todo más autocontenidas y más inmediatas, llegando de forma única a las tiendas (y con más calidad en el formato y el papel) en lugar de tener que esperar varios meses como ocurría con las miniseries o series limitadas. Obviamente, la iniciativa salió bien el algunos casos y mal en otros, siendo el caso que nos ocupa uno de los mejores ejemplos positivos.
En esta obra, la Patrulla-X se enfrenta al nacimiento de un movimiento fanático religioso que está llevando a cabo acciones inquisidoras contra los mutantes, agarrándose a una ideología lo más purista posible que sigue los dictados de la Biblia. Según ellos, como los mutantes no aparecen en el Libro Sagrado, no son más que manifestaciones demoníacas que deben ser erradicadas por el bien de la humanidad. En realidad, no deja de ser una mera justificación para cometer actos horribles, y una muestra de cómo ciertas creencias pueden cegar al que perpretra esos actos.
Lo que podríais pensar en un principio es que, una vez más, tenemos una historia de nuestros queridos mutantes en la que su mayor enemigo no es un temible villano, sino que son ellos mismos y el miedo que despiertan en una sociedad que les teme porque no les entiende. No estáis equivocados, pero dentro de esta trama reciclada, Claremont reinventa la rueda poniendo como motor de dicha trama a la religión, siempre tan polémica como poderosa. Es por todos sabido que las creencias pueden mover montañas, y a día de hoy no hay creencias más fuertes que las basadas en las distintas religiones existentes repartidas por todo el mundo.
Siendo así, ya os podéis imaginar aquello con lo que tendrá que luchar la Patrulla-X: Personas corrientes y creyentes que tragan con la cantinela de un predicador que se basa en la religión y se apoya en la fe de los demás, todo ello con el fin de abogar por la exterminación de la raza mutante, llevando incluso esto hasta las máximas consecuencias. A esto hay que añadir la presencia de Magneto, con su lucha violenta en contra del odio hacia los mutantes, y de Stryker, con su lucha violenta a favor de ese odio hacia los mutantes. Esto nos facilita tener ambos puntos de vista, en los que no se busca más que la supervivencia, ya sea por miedo o por mera autodefensa, pero siempre mediante el uso de la fuerza.
Claremont, en pleno punto cumbre de su carrera, nos presenta una crítica a la sociedad llena de racismo, manipulación, intolerancia, exterminio, fanatismo, xenofobia y todo tipo de males con los que todavía tenemos que convivir en estos tiempos, pese a que la inspiración llegase a Claremont fruto de sus viajes por Estados Unidos a principios de los años 80. El total y absoluto control y conocimiento que tiene el guionista del Universo X-Men ha sido algo básico a la hora de ponerlo en la cuerda floja, más aún cuando se trata de algo que aparentemente no debería suponer una amenaza tan directa para el grupo de superhéroes. La clave está en que a veces el mayor peligro no está en el gran poder de un individuo, sino en la unión de muchos individuos con poco poder y en el daño que puede hacer la palabra según de quién la pronuncie.
Sin embargo, pese a este halo de obra maestra, el guión de Claremont no es perfecto, y es cierto que cuenta con bastantes incongruencias y vacíos que le restan seriedad, justo lo contrario a lo deseado. Eso sí, la crudeza de muchas escenas no se puede negar, y es quizás algo que nunca podríamos haber visto en una serie regular de la familia mutante, al menos por aquellos tiempos. De todos modos, no vamos a desmerecer por ello a una obra que ha envejecido de maravilla gracias a su calidad en general y, sobre todo, a tratar un tema que, lamentablemente, siempre está de actualidad.
Pero si esta obra ha llegado a lo más alto del pódium de los cómics marvelitas, no ha sido solo por las palabras de Claremont, sino también por los dibujos de Brent Anderson. Aunque en un principio la novela gráfica iba a estar dibujada por Neal Adams, el cambio no pudo haber sido mejor. Anderson se presenta en esta obra como un adelantado a su tiempo, aprovechándose de la “carta blanca” que recibían los artistas en este tipo de publicaciones. Su estilo se escapa totalmente de lo que se hacía en Marvel por entonces, pero fue tan bien valorado que estableció una senda que posteriormente sirvió de referencia para el devenir del estilo artístico de futuras obras de la editorial. De hecho, uno de los motivos por los que la obra sigue pareciendo tan actual es por sus dibujos.
Cargados de realismo, oscuridad, espectacularidad y originalidad, los dibujos de Anderson consiguieron lo que muy pocos conseguían en la época, que es diferenciar a una obra del resto solo por su trazo y estilo diferente. Además, el trabajo de Anderson se ve resaltado por la también muy destacable intervención de Steve Oliff en las labores de coloreado, con un estilo muy marcado y rompedor para principios de los años 80.
Si todo esto que os he contado no os ha convencido para leer una obra que se antoja total y absolutamente imprescindible en cualquier biblioteca de los amantes de los cómics en general, y de Marvel y los mutantes en particular, seguramente os dará un empujón saber que la edición que nos brinda Panini Comics incluye bastante material extra de gran valor que abarcan todo el proceso de creación de la novela. Así, podemos encontrar bocetos, anotaciones, entrevistas a sus autores e incluso algunas páginas preliminares dibujadas por Neal Adams cuando aún estaba a bordo del proyecto. Lo dicho, imprescindible.
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