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A veces la vida te pone a prueba y te hace decir cosas que mucho tiempo después te sigue recordando. Pensé tantas veces en aquella llamada, en aquél momento, Manuel. Ese en el que todavía estaba a salvo, sin conocerte, virgen a tus encantos y ajena a los sentimientos que llamaban impacientes a mi puerta. Recreaba una y otra vez la escena, como si pudiera retroceder en el tiempo y plantarme de nuevo en aquella mañana. Un día cualquiera, de un mes cualquiera, de un año cualquiera, pero que cambiaría el resto.
Este libro ha sido cedido por la editorial Planeta. Desde aquí, muchas gracias. Más información sobre sus publicaciones pinchando en el link.
Si tengo que describir de alguna manera la pluma de la autora, debería decantarme por el elegir el término especial, porque es lo único que se me ocurre. La luz de Candela cuenta con una prosa exquisita y poética, un estilo único, dónde las metáforas y las palabras juegan entre ellas, se entienden y se complementan. Mónica Carrillo sabe cómo contar las cosas, mejor aún, sabe cómo contarnos un sentimiento, de esa manera en la que sólo algunos autores nos pueden hacer sentir al mismo tiempo. Aún cuando sabemos como terminará la historia, aún cuando el proceso por el que pasa Candela parece repetirse una y otra vez, dando la sensación de que la historia gira siempre sobre el mismo punto, la autora consigue que no se pierda la magia, la esencia de que cada detalle que nos descubre es importante y relevante.
Un punto que siempre encuentro positivo es que un libro cuente con una estructura original e innovadora, y La luz de Candela la tiene. Se trata de una novela plagada de capítulos cortos y concisos, con un microcuento que tendrá que ver algo con este, justo antes de cada uno de ellos. En estos capítulos se nos narran los distintos pasajes de la historia de amor (o no) de Manuel y Candela. Hasta aquí todo normal, ¿verdad? Pero en primera persona, Candela a quien se dirige no es a nosotros, ni al aire, ni a la nada, sino que lo hace hacia el mismísimo Manuel. Mientras lees, a menudo se tiene la sensación de estar presenciado una extensa carta, en un tono sentido e intimista. Candela nos lleva de su mano desde el pasado hasta el presente, pasando por diferentes momentos con cierto orden cronológico, pero también regalándonos páginas de pura reflexión personal acerca de sí misma y su entorno, de en lo que la relación la está convirtiendo. Vemos su evolución desde el principio de la historia hasta el final, dejando en realidad a Manuel como un personaje meramente secundario, un desencadenante de esta situación. Como detalle extra, decir que en algunos puntos contados, vemos a Candela desde la perspectiva de alguien ajeno a la relación: sus amigas. Esto ayuda muchísimo mejor a entenderla e incluso identificarse con ella en ciertos aspectos.
¿Y ahora es el turno de las pegas? Sólo decir que en algún punto la trama puede resultar repetitiva, que Candela puede desesperarnos en ese bucle de te olvido-no te olvido, te quiero-no te quiero, que se encuentra. Pero esto no es más que parte del proceso de aceptación que ella necesita, y su forma de desahogo. Es un libro crudo y realista, que no nos habla de finales felices a pesar de todo, pero que, al llegar a la última página, te hará sonreír y sentir que ha merecido la pena.
PUNTUACIÓN:
El amor no es siempre tan bonito como lo pintan las novelas.
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