[Reseña] Las 13 vidas de un gato negro - Saray Avilés García

Publicado el 16 julio 2018 por Thepsicologist

Nunca supe abrir puertas, quizá por su afán de cerrarse y pillarme los dedos cuando intentaba salir.
Nunca supe cómo encajar la llave en un corazón y dejarlo a la intemperie, abrirlo, exponerlo y que entonces -completamente desnudo y vulnerable- la gente paseara por su interior, con los cristales rotos de las ventanas esparcidos por el suelo, el frío que entra por los huecos sin tapar y las pareces salpicadas de arañazos por la rabia contenida.
Devoro cada resquicio de luz que queda atrapado en la telaraña de sufrimiento que llevo tejiendo años allí encerrada. Yo misma creé este laberinto, prisión para unos y refugio para mí.
Pero las manos me duelen de buscar la forma de encajar la llave donde no es, el cuerpo me arde por intentar tirar a la fuerza las barreras que se me ponen por el camino y los pies me duelen por los cristales rotos, pero lo que más me duele es esta habitación que palpita -a veces laberinto, a veces corazón- y cada vez se me hace más pequeña porque este vacío es demasiado ensordecedor como para encontrar el oxígeno que me deje respirar.
He transformado la llave en un libro. Este es mi corazón, mis trece vidas.

Una llamada de socorro.

Eso es lo que me ha parecido el libro de principio a fin. Un grito de auxilio de alguien que se está ahogando en medio del océano.

Miles de sentimiento encerados, que parece que han estado luchando por salir mucho tiempo, hasta que se han materializado en forma de poesías preciosas.

Creo que no son páginas sencillas de leer, y no por la forma de escribir de Saray, que es muy fluida y comprensible, sino por todo lo que despertará en nuestro interior. Y hablo como persona que se ha visto identificada con una gran cantidad de poemas, de emociones y de pensamientos que se describen a través de estas 62 páginas.

Puede, que desde fuera se vea de otra manera (lo veremos con la reseña de Cross próximamente)

pero desde dentro, te deja un gran vacío en el corazón y el alma.

Pero al igual que Yoko coincido en que estos libros se expresan mejor solos, dándole alas.

Tengo las manos rotas de las veces que arañé la habitación vacía en la que me encierro a llorar. [...] Tengo las piernas cansadas de correr a esconderme de mí misma y terminar encontrándome.
Soy como una equilibrista en el centro de la cuerda floja: tengo vida, pero puedo perderla con el siguiente movimiento.
Me limito a vagar confusa entre los dientes de león que ya no cumplen ningún deseo.
Cambiar de piel a una con menos cicatrices, cambiar de piel a una que no me recuerde que luché contra mí misma y me dejé tirada.
Hay algo aquí dentro que no me deja dormir y se siente como hormigas apuñalándome el pecho, hormigas que pasean por mi cuerpo y se me clavan.
Soy el sonido del vaso que se le cae a una niña al descubrir que la magia no existe.
No había visto tantos estragos hasta que me abrí el corazón y vi que después todo seguía latiendo.
He llegado a estar tan rasgada que no sabía si mi siguiente movimiento sería romper a reír o deshacerme en llanto.