RESEÑA: Luz brillante

Publicado el 14 marzo 2019 por Jimenada
LUZ BRILLANTE
Título: Luz brillante.
Autora: Kaori Ekuni (Tokio, 1964) es una de las escritoras más conocidas y de mayor prestigio en Japón. Tras graduarse en literatura japonesa por la Universidad Femenina de Mejiro, cursó un año de estudios en la Universidad de Delaware (EEUU). A los veinte años consiguió que un poema suyo fuera publicado en la revista de poesía Eureka y, en 1987, recibió el premio de literatura infantil Pequeño Cuento de Hadas por La historia de Kusanojo. Dos años después obtiene el Premio Fémina por 409 Radcliffe, relato que narra su experiencia universitaria en EEUU. Su primera novela, Luz brillante, obtiene el prestigioso Premio Murasaki Shikibu en 1992 y se convierte en un éxito internacional, con adaptación al cine en Japón y serie de televisión en Corea del Sur. Ha ganado asimismo numerosos premios, entre los cuales destacan el Premio Kawabata por El perro y la armónica (2012) y el Premio Tanizaki por Salamanquesas, ranas y mariposas (2015). Muchas de sus novelas han tenido su adaptación a la gran pantalla. Su última novela publicada hasta la fecha es Eterno atardecer de verano (2017).

Editorial: Funambulista.
Idioma: japonés.
Traductor: Juan Francisco González Sánchez.
Sinopsis: Shoko y Mutsuki llevan casados diez días cuando empiezan a contarnos su historia. Una pareja - él es médico, y ella, traductora de italiano - que lleva, aparentemente, una vida matrimonial de lo más corriente. Sin embargo, poco a poco, a través de las voces de los dos protagonistas, descubrimos una realidad diferente respecto a la que muestran: ¿es la suya una inión de conveniencia detrás de la cual ambos se ocultan y se escudan? Mutsuki es homosexual y tiene un amante, Kon, que es su pareja real, un chico extravertido del que siempre ha estado enamorado; Shoko, en cambio, sufre una inestabilidad emocional que la lleva a la depresión y al abuso del alcohol. De mutuo acuerdo, se encuentran el uno en el otro el apoyo y el amor para eludir a las convenciones sociales, pero el tener que esconderse y no poder ser sí mismos ante los demás tal vez les dificulte conseguir la armonía y la felicidad deseadas. O no...
Su lectura me ha parecido: limpia, intensa, atemporal en todos los aspectos, frágil, acogedora, crítica, menos japonesa de lo que me esperaba... Hace unos meses la novela que hoy tengo el placer de reseñar se vio envuelta en la polémica en España, aunque para ser más exactos, no fue el contenido del libro en sí lo que despertó las críticas, sino su faja. Como bien sabréis, y si no lo explico ahora mismo, en el mundo editorial-librero la "faja" es el papel o cartón que muchas veces encontramos sobre la portada del libro en cuestión a modo de solapa. Es habitual encontrarnos con ellas en los ejemplares que se venden en librerías o quioscos y, siempre, sirven para que el lector, a modo de orientación, sepa de qué va o las críticas que se han hecho al respecto. Es habitual encontrarnos en dichas "fajas" con citas de autoras/es o de medios de comunicación sobre lo que les ha parecido el libro o incluso con frases extraídas de alguna de sus páginas. Son, en pocas palabras, el primer contacto del lector con el libro antes de detenerse en su correspondiente sinopsis. Existen detractores acérrimos de las fajas (pues en ocasiones molestan o sobran), lectores indiferentes, otros que las adoran y un último grupo que directamente las colecciona (entre los que, a la fuerza, se incluye una servidora). Como habéis podido comprobar, el mundo de las "fajas" dentro del marketing editorial es más profundo e interesante de lo que parece. Sin embargo, en ocasiones, el contenido de algunas de estas "fajas" han resultado ser de lo más desafortunadas. Primero fue la cuenta de la librería independiente Deborahlibros la que denunció el caso, y tras ella, una catarata de comentarios en twitter clamando, con toda la razón del mundo, la tremenda injusticia que desde la editorial se estaba cometiendo contra Kaori Ekuni. "La Murakami femenina" lucía la "faja" del primer libro que se traducía al español de la autora asiática. ¿Alguien se ha percatado de que al contrario esto no sucede? ¿Qué jamás encontraremos "fajas" que recen: "El Ekuni masculino" refiriéndose a Haruki Murakami? Y aunque, cierto es, que Ekuni parece adecuarse a toda esa corriente de autoras y autores asiáticos tremendamente occidentalizados en cuanto a su estilo de escritura, eso no quita para que se le reduzca a una versión menor de su compatriota. Sin duda, estamos, una vez más, ante un nuevo caso de machismo que, conscientemente o inconscientemente, por desgracia está a la orden del día. Dicho esto, y en parte por culpa de esta polémica, el libro de Kaori Ekuni cayó finalmente en mis manos. Luz brillante: nuevos roles para una sociedad instaurada en la hipocresía y los prejuicios.

Parte de la historia de como Luz brillante llegó a mi vida os la he contado en el primer párrafo. La polémica siempre me ha atraído. Pero más allá de dicha casualidad, tengo que confesar que no tenía motivos para desconfiar de la novela de Kaori Ekuni. Mi relación con la literatura japonesa ha sido siempre espléndida, entretenida, un tranquilo riachuelo por el que han ido fluyendo historias cotidianas, de extraordinaria sensibilidad, perfectamente escritas, pero con la particularidad de que suceden a miles y miles de kilómetros de donde como lectora me hallo. Todo comenzó, como muchas lectoras y lectores de mi generación, con Haruki Murakami, ese señor japonés cuyas novelas estaban en boca de todo el mundo. Por primera vez en mucho tiempo, un autor conseguía unir y poner de acuerdo a muchas personas que, como yo, aman la literatura. Los pocos libros que me he leído de él, en especial esa maravilla titulada Tokio Blues, me absorbieron durante semanas. Creo que su literatura fue lo más cerca que estuve, hasta ese momento, de que me doliese el estómago. Y no precisamente de dolor, sino de tristeza, desazón, impotencia. Tras él llegaron otros, algunos de ellos de reciente publicación, los cuales, por desgracia, no consiguieron captar esas emociones que tanto recordaba de Tokio Blues. Uno de ellos, Los años de peregrinación del chico sin color (el título se las trae) me decepcionó tanto que desde entonces y hasta ahora no he vuelto a tocar un libro de Murakami, situación que, en los últimos días trato de revertir. No debemos prejuzgar tan a la ligera aunque las circunstancias nos tienten a ello. Después de Murakami, por supuesto, vinieron otros, aunque lo más correcto sería decir otras, pues mi aproximación a la literatura japonesa escrita por mujeres fue paulatina. No trepidante, pues pocas veces se me ha presentado la oportunidad, pero sí ascendente. Un camino largo que prefiero recorrer despacio, para no saturarme, para que, en el caso de que me topase con una decepción, el golpe fuese lo más leve posible. Yoko Ogawa y Hiromi Kawakami fueron mis autoras fetiche durante una buena temporada. Pero era hora de adentrarme en otras autoras, es más, me apetecía encontrar a una autora que, como Murakami, tuviese un toque occidentalizado sin llegar a ser Kazuo Ishiguro (que por razones obvias no se le puede considerar un escritor cien por cien oriental). No es que no me guste la literatura japonesa puramente oriental, de hecho creo que es la más cercana a la esencia del país y la que personalmente más me gusta. Sin embargo, estaba dispuesta a volver atrás sobre mis pasos, con la esperanza de toparme con alguna autora que hubiese pasado desapercibida por el camino. Finalmente un correo y una polémica me sacaron de mi incesante búsqueda. Kaori Ekuni y su Luz brillante habían irrumpido en mis inquietudes lectoras y, sin a penas intuirlo, vino a mi estantería para quedarse.

En lo que respecta a la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Luz brillante presenta una lectura amena, delicada y tremendamente íntima. Algo que por cierto, parece ser un mantra en la literatura japonesa. Cuando tengo la oportunidad de adentrarme en una novela del país nipón, tengo la sensación de estar sentada en el porche de una sauna situada sobre cualquier lago del norte de Europa. Pero también, y esto siempre me ha relajado, mirando fijamente al horizonte. Montaña o playa, me es igual, lo importante es fijar la vista en el infinito y no pensar en lada, al menos es lo que a mi me sucede cuando estoy sobre una montaña o frente al ancho mar. Eso mismo, la sensación de paz total, es lo que siento cada vez que me adentro en cualquier libro procedente de Asia, y muy especialmente si éste proviene de Japón, país dueño de una cultura milenaria tan ancestral o más que las que conocemos en occidente. Sin embargo, con Luz brillante me sucedió algo particular, y es que a parte de encontrar esa relajación que siempre espero, a parte de su carácter tan introspectivo (y eso la hace más parecida a Murakami de lo que podríamos pensar), me topo con un poso de crítica social inusitado. No me esperaba para nada esa fuerza al denunciar, por ejemplo, que la homosexualidad en Japón sigue siendo un tabú, así como el complejo mundo de las enfermedades mentales en la mujer. La sorpresa que me lleve fue mayúscula, tanto que fue precisamente eso lo que de verdad me enganchó de la novela. Su denuncia trasciende, precisamente porque aborda cuestiones que nos competen a todas y a todos, y sobre todo, porque la trama que nos narra Luz brillante, no nos es por desgracia ajena. La historia de Mutsuki (un médico homosexual que mantiene a escondidas una relación sentimental con Kon, el verdadero amor de su vida) y la de Shoko (una brillante traductora de italiano que ahoga en alcohol sus problemas de inestabilidad emocional por culpa de una medicina psiquiátrica anclada aún en el machismo) es la historia de dos seres necesitados de comprensión, ayuda, tolerancia y por supuesto de libertad. Pero en lugar de eso, la todavía férrea sociedad japonesa de los años 90 (sí, habéis leído bien, de los 90) acaba convenciendo a estas dos almas  de que la mejor tapadera para seguir con sus respectivas vidas es el matrimonio. Ambos se respetan, saben todo el uno del otro, pero no se aman como dos enamorados, sino que actúan como una suerte de compañeros de piso en la intimidad y de cara a la galería como un matrimonio feliz. Aún así ¿serán capaces de soportar la presión? ¿Sucumbir a la convivencia marital para salvaguardar sus verdadera forma de ser? ¿Acabarán ambos ahogados en una existencia donde el secreto y la ocultación se conviertan en rutina? ¿O ésta acaba convirtiéndose, finalmente, en el mejor medio para alcanzar su ansiada libertad? De lo que sucede al final, como es obvio, no os lo voy a contar. Eso mejor que os lo cuente Kaori Ekuni. Sin embargo, si os han inquietado los anteriores interrogantes, que sepáis que tienen lugar, a través de las palabras, y en forma de caminos a escoger. Una bifurcación trascendental, importante, vital. La novela fluye como un torrente hasta su punto de inflexión, que no es otro que el momento en el que Shoko, quién sabe si por un arrebato o por sentirse amada por alguien, empieza a interesarse por Kon, la pareja de su marido. Es entonces cuando, entre sexo y convivencia a tres, el lector asiste a un juego de poder dentro de este particular trío, en donde la mujer, en este caso Shoko, será la más perjudicada por culpa de los celos de Mutsuki. De nuevo, el dedo hurgando en lo más profundo de la llaga, el dedo de Kaori Ekuni, implacable, sobre las debilidades de un país con muchas caras.

Para la portada de la edición en español de Luz brillante, la editorial no pudo elegir mejor cuadro. Los que duermen y el que vela por ellos (1870) del pintor prerrafaelita Simeon Solomon no sólo inspiró a Kaori Ekuni para escribir la presente novela, sino que además, representa a la perfección la esencia de su historia y a sus propios personajes. Mientras Shoko y Mutsiki, marido y mujer por conveniencia, parecen haber sucumbido a un eterno sueño, un tercero en discordia, Kon, aparece despierto y en actitud seria, como si quisiera transmitirnos algo al espectador. Por si fuera poco, la autora también reveló el ostracismo al que fue condenado Simenon por ser homosexual. Ya puedes ser talentoso, tener conocimientos sobre el alma humana y ser capaz de saberlo plasmar sobre una pintura, que como se sepa que te gustan más los hombres que las mujeres, ya no existes para la comunidad académica de la época. Como habéis podido comprobar, Simenon tiene muchas cosas en común con Mutsiki y Shoko al mismo tiempo. Pues, los tres son personas a los que el sistema rechaza sistemáticamente, a los dos primeros por su condición sexual y a la segunda por no amoldarse a lo que se espera de ella como mujer. Y es que Japón, de un tiempo a esta parte, vive en una gran paradoja en lo que a su sociedad se refiere. La novela lo muestra en toda su crudeza la presión que existe por parte de las familias sobre sus hijos, sobre todo en lo que a cuestiones amorosas se refiere. Esta muy mal vista la soltería, tanto que, en parte debido a esa exigencia, alto es el porcentaje de consumo de aplicaciones de citas, así como de las que, directamente, te ofrecen la posibilidad de alquilar una novia o novio por horas para esa boda, esa cena o ese cumpleaños en el que está presente toda la familia. Por no hablar de las operaciones estéticas, sujetas a la moda del momento y con el objetivo, por supuesto, de encontrar esa pareja de tus sueños. Las apariencias duelen, y en Japón parecen llevarlas hasta un extremo casi distópico. Por otro lado, y como contraposición, recientemente se ha revelado que, paradójicamente, Japón es el país en el que más está creciendo la soltería, sobre todo entre las mujeres y los hombres más jóvenes. En el año 2017 se calculó que alrededor de un 69% de la población masculina permanece soltera en Japón frente al 59% de mujeres, de entre los cuales, un 43% de jóvenes de menos de 34 años son vírgenes. La consecuencia de todo esto es un descenso brutal de la natalidad, se estima que en los últimos cinco años sólo nacieron 8,4 niños por cada mil habitantes. Cifras realmente preocupantes que, según todos los sondeos, Japón retrocedería con el paso de los años a niveles propios de principios de siglo XX. ¿Las causas? El culto al trabajo (imperante desde la Segunda Guerra Mundial y principal motivo por el cual a día de hoy Japón es uno de los países más avanzados del mundo), el trabajar de sol a sol (o de tren a tren más bien), la masiva incorporación de la mujer al mercado laboral, la popularización de otras alternativas al placer tradicional (el consumo de pornografía así como juguetes sexuales de todo tipo se han disparado en los últimos años) o el individualismo social al que ha conducido los nuevos avances tecnológicos están detrás de estas cifras. En los años en los que se ambienta Luz brillante, los 90, el matrimonio era algo sagrado en la sociedad nipona. Ahora, dos décadas después, el país se debate entre una tradición en plena decadencia y una realidad a la que estoy a la que seguiremos, uno a uno, el resto de países. Luces y sombras de un país en donde los empleados de algunos hoteles son robots y en el que un hombre, y esto es completamente cierto, se ha casado con un holograma de su personaje femenino favorito de una serie de dibujos animados. Luz brillante: una historia de ocultación, mentiras, apariencias, falsedad, pasión, insatisfacción, deseos de libertad... El secreto mejor guardado de la literatura japonesa actual.
Frases o párrafos favoritos:
"La luz del interior del piso reflejaba en los cristales de las ventanas, recién abrillantados, y allí estábamos todos: el hombre violeta y la planta de Kon, el marido gay y la esposa alcohólica, entre los destellos de aquellos finos cristales."
Película/Canción: los libros de Kaori Ekuni han sido en su mayoría adaptados a la gran pantalla. Por desgracia, la adaptación de Luz brillante, estrenada en el año 1991, no ha tenido mucha repercusión en nuestro país. Aún así, he conseguido encontrar el tráiler de ésta, en japonés por supuesto. Si alguien de la blogsfera es un amante de la cultura nipona y la ha visto, por favor, que me escriba. Estaría interesada en verla, subtitulada o doblada a ser posible. Espero que os guste.

¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Editorial Funambulista