Pronto comprenderemos que a Victor y al señor Mori les une un fuerte vínculo que no quedará totalmente desvelado, quedando varios interrogantes que supongo que servirán como punto recurrente en los siguientes libros de la serie.Con motivo de la Exposición de 1889, París está espléndida, llena de visitantes ilustres, artistas, turistas pero pronto comenzarán a suceder varios hechos inexplicables, han aparecido varios muertos, piensan que podrían ser unas abejas asesinas, extraño pero hasta que no se conozcan más datos ese es el rumor que se ha extendido y que circula por los periódicos de la capital.Victor un apasionado de las novelas de intriga decide investigar para intentar llegar al fondo de este asunto tan extraño. Así además de la librería, la fotografía y un nuevo trabajo como cronista literario que le ha propuesto un amigo suyo Marius, el director del diario “Le Passe-Partout” ahora Victor se mete a detective aficionado, veréis que pica un poco de pardillo pero eso lo hace más creíble. La pregunta es si logrará Victor desenmarañar el misterio, yo no tengo mucha confianza puesta en él.
Sin embargo al misterio me parece que le han dado una importancia menor, poco hay de esas investigaciones, aunque el misterio persiste en gran parte del libro y está bien explicado en una parte final que despejará cualquier duda pero para aquellos que gusten de intentar averiguar el misterio pocas pistas son dadas.Un libro donde la atmósfera parisina está muy bien lograda y te permite soñar, pero que falta un mayor desarrollo en la intriga para captar una mayor atención, a pesar de ello se lee rápido y en algún punto hasta resulta divertido, tal vez pruebe con el siguiente si siento deseos de visitar de nuevo París e intriga por saber como les va en la librería a los protagonistas.
“Misterio en la Torre Eiffel” es una novela que te permite de una forma amena y entretenida acercarte a la sociedad parisina durante la época de la Exposición Universaly retroceder en el tiempo para visitar la capital francesa durante tal evento.
“Erguida hacia el cielo al otro lado del Sena, la torre de color bronce de Gustave Eiffel parecía una farola gigantesca coronada de oro.”
“Tantos libros que hoy dan qué hablar y que mañana acabarán arrinconados en los estantes de las paradas junto al Sena.”
“
Porque cuando se subía en un taburete cojo, Tasha podía ver a través del tragaluz un océano de tejados rojos o grises que se fundían con las nubes.”