Título: Nada crece a la luz de la Luna.
Autor: Torborg Nedreaas (1906-1987) feminista y comunista, fue llamada a menudo "la Simone de Beauvoir noruega", aunque es una novelista de mayor altura literaria, sin duda. Ante todo es una narradora aclamada por la crítica y por la profundidad y la finura de sus análisis psicológicos y por la gran calidad de su escritura, muy poética y de potentes imágenes, muy cercana a las emociones y a los pensamientos de los individuos. Fue profesora de música, debutó en 1945 con un libro de relatos breves, pero saltó a la fama dos años después con Nada crece a la luz de la Luna. En 1950 obtuvo el Premio de la Crítica de su país y en 1964 el Premio Dobloug.
Editorial: Errata Naturae.
Idioma: noruego.
Traductor: Mariano González Campo.
Sinopsis: esta fascinante novela comienza de un modo tan sugerente como misterioso: en la estación de tren de una gran ciudad, un paseante, casi un voyeur, descubre a una mujer todavía joven que deambula solitaria ya de noche. La mujer sigue al hombre hasta la casa de éste, y allí le ofrece su cuerpo o su historia, como en los cuentos del lejano Oriente. El hombre elige conocer la vida de la mujer. Así, a lo largo de una noche sabremos quién fue ella, quién fue aquel profesor y amante al que veneró de jovencita, cuáles fueron sus deseos y sus esperanzas, sus ansias y sus frustraciones, cuál fue su amor tormentoso y clandestino. Café, alcohol, cigarrillos, los ruidos de la noche, unos pasos en el piso de arriba, un portazo que se oye en la casa de algún vecino, un tranvía que frena al final de la calle...son elementos que se acompasan con la voz desconocida.
Su lectura me ha parecido: penetrante, interesante, hipnótica, elegante, sutil, poética, desgarradora, muy feminista, tremenda, abrumadora, tremendamente necesaria... Actualmente, y como todos bien sabréis, vivimos en un mundo en el que el consumo es lo primero. Hace unos días tuve esta misma conversación con unos amigos, en los que se planteaba como la literatura ha perdido precisamente eso, literatura, para dar paso a un estilo facilón, de lectura rápida y que responda a las necesidades del público, o lo que es lo mismo, los clientes en potencia. Estamos tan imbuidos en una sociedad tan capitalista, tan sometida a los dictados del poder y que avanza cada vez más rápido que muchas veces no nos damos cuenta de que existe, en el terreno cultural, otro tipo de literatura totalmente recomendable y de imprescindible lectura. Algunas editoriales, como la que ha decidido traducir y editar el libro que hoy tengo el inmenso placer de reseñar, se han puesto las pilas, por llamarlo de alguna forma, en sacar a la luz verdaderas joyas de la literatura totalmente desconocidas para el público actual. El diseño de sus portadas es tal vez lo que más llame la atención de estas ediciones, sin embargo, el verdadero tesoro es lo que aguardan en su interior, resultando ser en la mayoría de veces sorprendente a la par que revelador. Algo así, aunque por otros cauces, me sucedió con el libro que toca reseñar, tal fue el impacto que este libro causó en mi como lectora y persona que al finalizar su lectura no pude evitar preguntarme ¿Cómo es posible que no haya leído este libro antes? ¿Dónde estabas Torborg Nedreaas? La respuesta a dichas cuestiones la conocía bien, Torborg Nedreaas estaba sepultada, ahogándose bajo el peso de los best sellers y el desconocimiento del gran público que no busca, aunque sea de vez en cuando, ejercitar el pensamiento con lecturas como Nada crece a la luz de la Luna: intensidad, denuncia y elegancia en estado puro.
La historia de como Nada crece a la luz de la Luna llegó a mis manos es del todo sencilla. Como muchos sabréis, hace unos meses comencé a colaborar con la editorial Errata Naturae, lo cual me hizo especial ilusión, pues la editorial rescata obras poco conocidas, haciendo de este modo las delicias de los lectores. El caso es que como inicio a la colaboración, les pedí dos libros, uno fue Tú no eres como otras Madres de Angelika Schrobsdroff, del que di cuenta de él en su correspondiente reseña, y el otro fue Nada crece a la luz de la Luna de Torborg Nedreaas. La verdad es que en un primer momento sólo iba a pedir el primero de ellos, pues había causado tanto revuelo editorial y su historia era tan interesante que sería de tontos desaprovechar la oportunidad. No obstante, mis ojos se toparon en el catálogo con Nada crece a la luz de la Luna casi por casualidad, y sinceramente, no pude resistir la tentación de informarme sobre dicha lectura. Reconozco que la portada, tan misteriosa y gélida al mismo tiempo llamó poderosamente mi atención, pero al sumergirme en su breve sinopsis quedé de inmediato atrapada por un tipo de historia nueva y en la que no había tenido el privilegio de adentrarme. Por aquel entonces, algunas de mis investigaciones históricas dentro del máster giraban entorno al género y su representación, por lo que era lógico que acabase sucumbiendo y pidiéndole a la editorial un ejemplar. Tardé, por motivos de agenda universitaria, en adentrarme en su lectura, pero cuando por fin lo hice, una sensación de satisfacción y de comprensión.
En lo que respecta al apartado crítico dentro de la reseña, en primer lugar diremos que Nada crece a la luz de la Luna presenta una lectura ágil, amena pero llena de profunda belleza. La novela está impregnada de un marcado estilo que podría calificarse como sutil, directo, sin llegar a la brusquedad e impregnado de una elegancia que se encuentra en muy pocas novelas, llegando incluso a elevarse a un estilo altamente poético. Nedreaas nos cuenta una historia terrible, realmente terrible, pero en la que la belleza y la sensibilidad narrativas juegan un papel muy importante, prácticamente crucial. Seguidamente, encontramos una interesante y muy detallada construcción psicológica de los personajes, fríos, atormentados, incapaces de avanzar, anclados en un momento exacto. No obstante, uno de ellos, la joven protagonista, uno de los más complejos e interesantes, logra descargarse y vaciar su interior de esa historia que ha ido acumulando toda su vida como una pesada losa, aunque fuese delante de un completo desconocido. En ese sentido se produce un elemento de inflexión narrativa ya desde el mismo comienzo de la novela que da para más de una reflexión, pues mientras sus recuerdos y las personas que formaban parte de ellos se quedaban ancladas en el mismo lugar, es decir, en el pasado, ella ha logrado avanzar rememorando y no echando al olvido. Un ejercicio realmente terapéutico pero inevitablemente cargado de simbolismo y literatura. Por otro lado, es abrumador no reconocer una serie de influencias narrativas dentro de Nada crece a la luz de la Luna. Esto no quiere decir que la autora haya copiado a otros autores, sino que ha adaptado los mismos temas al tiempo que le tocó vivir. Es imposible no concebir a la protagonista como una Sehrezade contemporánea que narra su historia ante el completo desconocido, y por otro lado, en lo que respecta al contenido de ésta, una servidora vio de nuevo, pero en un contexto y un lugar completamente diferentes, a una Tess d´Uberfield condicionada por los prejuicios sociales del mundo rural, señalada y sujeta al escrutinio popular. Para finalizar, apuntaremos que Nada crece a la luz de la Luna, como ya he nombrado en la introducción, es una lectura profundamente feminista, aspecto en el que ahondaremos en el siguiente párrafo.
En lo que respecta a la reflexión personal, he de confesaros que aunque su lectura de lugar a mil y un debates enriquecedores, existe uno que está por encima de todos, el cual, es de necesario tratamiento en este espacio de literatura, crítica y opinión. Como he repetido en muchas ocasiones a lo largo de esta reseña, Nada crece bajo la luz de la Luna resulta una lectura imprescindible dentro de la llamada literatura feminista, y es que a lo largo de la novela aparecen muchos elementos que lo revelan. El libro es una clara denuncia a la terrible represión en el entorno rural, pues es en estos lugares donde las tradiciones más ancestrales perduran y donde las mujeres ven como consecuencia sus libertades recortadas. En él, también se habla de la institución eclesiástica en particular como baluarte de toda esa tradición impuesta ininterrumpidamente desde el principio de los tiempos y como garantes de su debido cumplimiento, y como todo el mundo sabemos, la iglesia peca de hipocresía, algo que se refleja muy visiblemente en la novela. También, Nada crece a la luz de la Luna se tratan temas como el aborto, representado como un derecho con consecuencias irreversibles para la mujer, y un exhaustivo análisis de la soledad y el sentimiento de desamparo al que las mujeres se ven sometidas cuando la sociedad las discrimina o peor aún, las ahoga. Pero tampoco debemos olvidarnos que en las grandes ciudades las mujeres no se libran, ni en esa época ni en la actual si apuramos, de ciertos tipos de machismo y de discriminación tan implantados y asumidos por la sociedad que muchas veces pasan desapercibidos y desgraciadamente naturalizados. Por ello, en un mundo en el que terriblemente el sistema se ha apoderado del feminismo para convertirlo en moda, despojándole de contenido, libros como Nada crece a la luz de la Luna son necesarios, sobretodo para entender el feminismo en todas sus manifestaciones y desde un estilo que, aunque embellecida, no oculta su sincero y explícito compromiso. El simple hecho que sea una mujer la narradora y el hombre el receptor, el que escucha, ya supone un desafío no sólo a los estándares de literatura universal, sino al orden y a los roles tradicionales, pues, todo el mundo desea ser escuchado, también las mujeres. Nada crece a la luz de la Luna: una historia de pasado, desahogo, confidencias, intimidad, tristeza, reivindicación, desesperanza, valentía...Un libro de recomendadísima lectura, y de necesario reconocimiento.
Párrafos o frases favoritas:
"¿Sabes que me dijo un hombre una vez?(...)Me dijo: "Nada crece a la luz de la luna". Bueno, me desespero terriblemente porque no consigo expresar lo que quiero que entiendas ahora...Tenemos miedo a que nos de directamente la ardiente luz del sol. Anhelamos el sol, pero nos sentimos más seguros bajo la luz de la luna. Lo entiendes, ¿verdad? En fin, tal vez lo entiendas cuando esta noche haya acabado."
Película/Canción: de momento no hay noticias de una posible adaptación cinematográfica, aunque sinceramente, sería un gran acierto que las hubiera. De todas formas os adjunto una pieza clásica que le va como anillo al dedo, por su delicadeza y sensibilidad, a la lectura de este libro:
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae