Cuando nos mudamos a West Virginia, justo antes del último curso de instituto, creía que me esperaba una vida aburrida, en la que ni siquiera tendría internet para actualizar mi blog literario. Entonces conocí a mi vecino, Daemon. Alto, guapo, con unos ojos verdes impresionantes… y también insufrible, arrogante y malcriado.
Pero eso no es todo. Cuando un desconocido me atacó, Daemon congeló literalmente el tiempo y me confesó que no es de nuestro planeta.
Sí, lo habéis leído bien. Mi vecino es un alienígena sexy e inaguantable. Resulta que, además, él y su hermana tienen una galaxia de enemigos que quieren robar sus poderes. Y, por si fuera poco, ahora mi vida corre peligro por el simple hecho de vivir junto a ellos.
O no.
Su vida cambia por completo cuando conoce a sus vecinos, los gemelos Dee y el increíble e inigualable Daemon. Sin embargo, parece que el atractivo no va acompañado con la simpatía - o al menos ese es el caso de Daemon, que se muestra extremadamente grosero hacia la recién llegada y no quiere aceptar que se lleve bien con su hermana Dee (que, por el contrario, es un amor -una loca de la vida- pero un amor).
Entre otras cosas, será atacada por un hombre al más puro estilo malo-de-Matrix, y Daemon la rescatará (sí, señores, esa será una de las varias ocasiones en las que le rescate). Pronto, tendrá que contarle la verdad sobre su origen: tanto él como su hermana no pertenecen a ese mundo, sino a Lux. Son unos extraterrestres, unos Luxen que llegaron a la Tierra después de que su planeta fuese destruído.
Y, como bien suponéis, la vida de los Luxen no será sencilla. Al igual que ellos residen ahí, les siguen los Arum, los antagonistas de la historia que destruyeron Lux y pretenden hacer lo mismo con todos sus habitantes. Pronto, Katy se verá en mitad de una lucha que superará simples fronteras conocidas para el ser humano.
Opinión personal (sin spoilers) Tensión sexual. Esas son las palabras con las que se resume la relación Daemon-Katy. Una tensión sexual pura y dura, de esa que nos gusta, que nos engancha, que hace que queramos seguir leyendo. Sin embargo, no os quedéis con la idea de que se trata de una simple atracción física, y que nunca llegaremos a comprender los sentimientos de los personajes. Porque, si por algo destaca Obsidian, es por lo bien trazados que están, especialmente Katy.
Los personajes, como bien decía, me han gustado mucho: la forma irresistiblemente odiable de ser de Daemon, la personalidad arrolladora de Dee... todos tienen algo especial que, aunque suene paradójico, les hace más humanos a los ojos del lector. Sí, puede que la historia sea totalmente surrealista, pero el hecho de haber creado personaje ricos, ricos y con fundamento permite que todo nos sea más fácil de tragar. ¿Que vienen de otro planeta? Pues bien.
La narración, como suele suceder en la mayoría de las novelas juveniles actuales, es extremadamente ágil debido al abundante diálogo, corto y constante, las pocas descripciones profundas y, en este caso, la constante acción. Es una novela que se lee en cuestión de horas, y que se devora al fluir por sí misma.
Al situarnos en Estados Unidos, nos encontramos con cositas típicas, como bien son los bailes de instituto y todos esos rollos. A mí, personalmente, es algo que me encanta. Y por ello, la historia se ha hecho incluso más entretenida. En cierta forma, es como viajar a una cultura y una forma de pensar distinta. Defiendo y apoyo incondicionalmente el producto nacional y las novelas basadas en España, pero no está mal de vez en cuando leer alguna americanada. Es realmente curioso.
Lo último de lo que voy a hablar es sobre ese final. Ese final tan perfecto y genial. Olé, olé y olé. No quiero estropear nada más, pero es el mejor final que leía en mucho tiempo en una novela del estilo.
Una delicia de lectura muy, muy recomendable.
Nota final: