Título: Oh...
Autor: Philippe Djian (París, 1949) es novelista, traductor, letrista, periodista y guionista de cine. Su carrera como escritor arranca en 1982, y aunque solo vende unos pocos cientos de ejemplares de sus primeras dos novelas, la crítica ya habla del "nacimiento de un mito". Es en 1985, con la publicación de su libro 37º2 le matin (que se adaptaría posteriormente al cine y conocemos en España como Betty Blue) cuando alcanza el reconocimiento del público internacional, llegando a publicarse en veinte países. En sus novelas se percibe una fuerte influencia de la tradición literaria norteamericana, y confiesa que sus libros no parten de un argumento determinado, sino que se desarrollan sobre la marcha a partir de la frase de arranque. Viajero impenitente, reside a lo largo de los años en Estados Unidos, Italia, Suiza y diversas localizaciones dentro de Francia. A partir de 1993, con su novela Sotos, inicia una relación con la editorial Gallimard que se mantiene hasta hoy en día y que lo convierte en una figura habitual en las mesas de los más vendidos en las librerías de su país. En 2012 su nombre vuelve a saltar a la palestra gracias a Oh…, que recibió el prestigioso Prix Interallié y que posteriormente Paul Verhoeven llevaría al cine con el título de Elle, con Isabelle Huppert como protagonista. Hasta la fecha, Djian ha publicado cerca de una treintena de novelas.
Editorial: Fulgencio Pimentel.
Idioma: francés.
Traductora: Regina López Muñoz.
Sinopsis: Oh… Relata treinta días en la vida de una mujer, Michèle, interpretada por Isabelle Huppert en la laureada película de Paul Verhoeven, Elle. Djian acepta el riesgo de entregar su thriller más incorrecto, anteponiendo la ironía desde el mismo título. Experto en microcosmos familiares, el escritor se pone por primera vez en la piel de una mujer, empresaria, divorciada de un fracasado, amante del marido de su mejor amiga, hija de un asesino y madre de un pusilánime. Sus relaciones con el género masculino no terminan ahí: acaban de violarla en su propia casa y esto provoca en ella sensaciones inesperadas. Asistimos así a la creación de un personaje que incita al juicio moral y al mismo tiempo se resiste a él. Oh…Constituye un tratado espeluznante y tragicómico acerca del lugar de hombre y mujer en sus relaciones mutuas, acerca del conflicto entre deseo y voluntad, del ejercicio del poder y, muy especialmente, de la libertad de elección.
Su lectura me ha parecido: estremecedora, directa a la yugular, impactante, brutal, gélida, con un humor negro que fluye sin altibajos, fuente de reflexiones, retadora, sin contemplaciones, visceral, una de las pocas que ha conseguido cabrearme, fascinarme, volarme la cabeza... En los últimos años, además de las modas literarias de turno, las y los lectores hemos sido testigos de la proliferación de una serie de libros muy necesarios y que sólo la era del #MeToo ha conseguido colocar en primera línea hasta llegar a copar los primeros puestos de las listas de ventas de medio mudo. Y no es para menos, cualquier texto que ahonde (ya sea desde el plano más intelectual o ficticio así como desde la experiencia vivida) en el tema de la violación debería merecer todo nuestro interés y no despertar ese morbo que durante tantos años se ha ido produciendo gracias, en parte, a la poca sensibilidad y concienciación de los medios de comunicación. En lo que a mi respecta, siempre me ha parecido un tema de una brutalidad supina, hasta el punto de que, cada vez que leo en algún libro, sea real o ficticia, la descripción de una violación se me remueve el estómago. Sin embargo, considero que leyendo este tipo de historias, entre otros mecanismos de acción, es como la sociedad acaba reconociendo el problema, la motivación machista que siempre hay detrás y la necesidad de poner sobre la mesa las soluciones para que la violencia contra las mujeres quede por fin erradicada. La primera vez que leí una violación sobre el papel fue en Los pilares de la tierra (cuyo recuerdo aún permanece en mi memoria) y de ahí salté a otras novelas en las que la mirada patriarcal era realmente abrumadora en ese sentido. Años más tarde di con otros libros (memorias, ensayos y novelas) en los que asistí, con más angustia si cabe, a la mirada de la mujer, a su perspectiva, a sus pensamientos, a sus intentos por liberarse, a su terror ante los monstruos engendrados por un estado machista. Pero también, y esto me aportó mayor profundidad, a las consecuencias, al "después de", a la actitud de la mujer en cuestión, a sus mecanismos de asimilación, de defensa, a ese sentimiento de culpabilidad tan machacón como inconsciente, a los traumas, a la incomprensión de su entorno... En la novela que hoy tengo el placer de reseñar asistimos a la narración de los treinta días después de la violación de la protagonista. Treinta días en los que conoceremos a una mujer, Michèle, con sus luces y sus sombras. Oh... : pragmatismo, hipocresía y ¿feminismo?
La historia de como Oh... irrumpió en mi vida fue, sin yo saberlo, con su adaptación cinematográfica. El año en el que La la land dejaba sin palabras a medio mundo, una película francesa irrumpió con fuerza en el panorama cinematográfico internacional, hasta el punto de hacerse con algunos de los galardones más prestigiosos (incluyendo el premio César a la mejor película y el Globo de Oro a mejor película de habla no inglesa). Su actriz protagonista, la siempre perfecta Isabelle Huppert, se hartó de recoger aquel 2017 infinidad de premios (¡hasta un Globo de Oro!) por su fría y perturbadora interpretación en Elle. Quienes la hayáis visto entenderéis por qué la cinta de Paul Verhoeven (sí, el director de Instinto básico, Robocop o la malograda Show Girls) ha conseguido permanecer en la memoria, y es que su trama nada superficial y llena de momentos verdaderamente impactantes, enamoró y escandalizó a muchos espectadores y críticos. En mi caso, a pesar de no conseguir entender las razones de la protagonista, Elle me pareció fantástica, bien construida, perfectamente narrada y bueno, la interpretación de Isabelle Huppert (una de mis actrices francesas favoritas por cierto) es una lección, un ejemplo para cualquier mujer que desea dedicarse a la actuación, el alma de la película, por no decir que me era imposible ver a otra actriz dando vida a ese personaje tan complejo y con tantas aristas. Tenía que ser ella, no había otra opción. Con algunas de las potentes imágenes que la cinta de Verhoeven vivas en la memoria, encendí una noche la tele y sintonicé la dos. Era martes, justo el día que emitían Página Dos, uno de los programas de divulgación literaria más interesantes y poco valorados de la televisión pública. Aquella noche entrevistaban a un tal Philipe Djian, quien había venido a España a presentar su novela Oh... (cuyo título me pareció entonces una tomadura de pelo y un enigma al mismo tiempo). A medida que la entrevista avanzaba, me percaté de que aquella trama era la misma que la de Elle, o al menos evidenciaba parecidos más que razonables. Sin embargo, en el momento en el que el presentador hizo alusión a Isabelle Huppert me quedé embobada frente al televisor. "¡Hay novela!" exclamé con gran emoción. "¡Hubo novela antes que película!". Tomé los datos que necesitaba y tecleé rápidamente el título en el móvil. Descubrí entonces que una editorial, para mi antes desconocida, llamada Fulgencio Pimentel la había editado y traducido al español. Una novela que, para mi sorpresa, fue escrita en el 2012, ¡cuánto ha llovido desde entonces! ¡Cuántas cosas han pasado relacionadas, lamentablemente, con agresiones sexuales a mujeres! Por todo ello, y sobre todo por comprobar las diferencias entre la cinta y su versión original en papel, conseguí hacerme con un ejemplar de Oh..., devorarlo a pasos agigantados, sufrir algún que otro dilema respecto a lo que considero feminista (de lo cual hablaremos largo y tendido en el último párrafo) y finalizarlo con la sensación de haber aprendido un poco más sobre ritmo, tensión y giros en la creación literaria.
En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, me gustaría comenzar lanzando una advertencia. Oh..., al igual que su correspondiente adaptación cinematográfica, no es un libro apto para todo tipo de lectores. Es más, creo que la novela de Djian es de esa clase de libros de cuya lectura nadie sale indemne. Siempre queda algún resquicio, algún recuerdo, recuerdos que evocas en tu memoria y que siempre tienen que ver con su magistral capacidad de angustiar hasta al más duro. Maestro en crear ambientes claustrofóbicos, Djian explora los límites de la falta de espacio vital más allá de lo estrictamente físico, elevándolos a un nivel superior, en donde nos topamos con un agobio más interno, invisible, psicológico. Un encierro brutal que todos experimentamos a medida que conocemos más y más a Michèle, la peculiar y completa protagonista de Oh... . Es imposible no hablar de la novela de Djian sin referirnos a ella, de hecho, al igual que pasa con la película, ella es el centro del libro y alrededor de la cual se articula el resto de personajes y la trama propiamente dicha. El lector no puede evitar sentir admiración ante una protagonista con tantos claros oscuros, con una complejidad brutal, con unas debilidades tan monstruosas que nos escandalizan pero al mismo tiempo, a medida que vamos leyendo, no podemos evitar percibirlas como verdaderamente humanas. Es inútil perder el tiempo hablando del resto de personajes que aparecen en la novela, pues quedan irremediablemente ensombrecidos ante el carisma, carácter y oscuridad de Michéle. No me gustaría destriparos gran cosa sobre esta peculiar protagonista, pues sin duda es el gran factor sorpresa de la novela, el que el lector la descubra poco a poco, sin prisa, dejándose guiar para finalmente quedar atrapado en un juego de toma y daca entre la historia y quien tiene la oportunidad de leerla. Sólo comentaremos un par de cosas sobre el personaje, os prometo que mínimas, en el apartado más reflexivo. Por otro lado, otro de los aspectos clave del éxito de Oh... sobre todo entre el público reside en ese endiablado ritmo que Djian propone. Sin complacer a nadie y sin pensar en los rezagados, Djian coge al lector y le abre la puerta con una pasmosa tranquilidad. Ahora, lo que te encuentras tras ella es crudo, muy crudo. Intentas volver sobre tus pasos, cerrar la puerta y con él la tapa del presente libro, pero ya es demasiado tarde, Djian ha conseguido lo que pretendía, que aunque lo desees no puedas apartar la mirada de ese arañazo en el rostro de Michèle. El resto es puro thriller, tan literario como cinematográfico, por eso funcionó tan bien en la gran pantalla. Otro tema presente en Oh... es la violencia en todas sus facetas. Verbal, física, psicológica, directa, indirecta... Y lo mejor de todo, sin la necesidad de recrearse sobre ella, sin satisfacer las delicias de quienes buscan morbo en este libro. Todo es violencia, desde el ámbito laboral en la empresa que Michèle dirige (en donde la hostilidad esta presente) hasta la violación propiamente dicha, pasando por las relaciones con sus amigos, exmarido, hijo y vecinos. Muy destacable, también, es ese humor negro que subyace de la forma más inesperada, algo que por el contrario en la película queda en ocasiones algo forzado. En definitiva, y a riesgo de haberme quedado una reseña algo atropellada, me gustaría concluir diciendo en primer lugar, que Oh... merece más y más párrafos de disertación (algo que por desgracia me es imposible plasmarlos ahora mismo, ya que necesitan más tiempo de maduración y construcción de un discurso acorde con la novela) y en segundo lugar, que quienes les haya picado la curiosidad que se preparen, porque tras su lectura, es imposible no volver a ella una y otra vez. Aunque sea para maldecirlo o alabarlo.
Nunca me cansaré de decirlo. Michèle merece ya no un párrafo entero para ella sola, sino una tesis doctoral sobre el por qué Philipe Djian decidió crear un personaje como este, y lo que es más importante, para protagonizar la que es hasta la fecha su novela más conocida (más allá de la adaptación de Verhoeven). Y es que es a partir de su protagonista, pero sobre todo, de su actitud frente a la violación que ha sufrido lo que ha avivado la polémica, lo que ha provocado la ira y el aplauso, lo que ha conseguido dividir al movimiento feminista, lo que ha propiciado, como consecuencia, que Philipe Djian sea para unos un genio y para otros un machista. Os pongo en antecedentes. Michèle, tal y como pone en la sinopsis de la contraportada, es asaltada y violada en su propia casa. Durante los treinta siguientes días el lector asiste, por tanto, a su actitud frente a la violación, la cual es del todo chocante. No denuncia, no acude a la policía, habla de ello con total naturalidad, no lo esconde y sigue su vida como si nada al mismo tiempo que comienza a comprar todo un arsenal de armas y a dormir con un cuchillo en la mano por si el violador vuelve a atacarla de nuevo. Y la cosa, por supuesto, no queda ahí, ya que el autor pone en boca de Michèle frases como la siguiente:“He tenido peores experiencias con hombres que había escogido libremente”. Una confesión en cuya esencia parece subyacer una crítica al feminismo, justo lo que muchos lectores critican y por lo que su autor se ha llevado más de una dura reprimenda. Una vez puesto sobre la mesa el tema en cuestión toca reflexionar. No os lo voy a negar, cuando leí la frase me hirvió la sangre. Algo parecido me sucedió cuando vi la película, pues como he comentado en el primer párrafo, no entendía por qué Michèle no denunciaba la violación. Pero tras meditarlo mucho y observar las distintas opiniones al respecto, he llegado a la siguiente conclusión: la de que Philipe Djian no pretendía con Oh... lanzar un discurso político al mismo tiempo que plantea una paradoja que hace dudar hasta a la feminista más convencida. Empezando por ésta última la cuestión es bien sencilla. Por un lado, la actitud de Michèle nos puede resultar del todo reprochable, ya que si sufres una violación lo lógico es denunciar. Sin embargo, Michèle hace todo lo contrario, y lo más importante, ella decide no actuar de tal forma. Durante toda la novela, Michèle renuncia al calificativo de victima y a todo componente dramático para asumir con todas las consecuencias lo que le ha pasado. Afronta la situación con una naturalidad gélida. Remarquemos el "ella decide" porque, a pesar de todo, es una decisión que toma ella sola, sin coacción, sin consultarla con nadie, porque no quiere sentirse una víctima, porque su forma de ser la empuja a decantarse por esa opción. ¿Podríamos estar entonces ante un personaje feminista? Sí en ese sentido, su independencia lo evidencia, pero pronto volvemos a pensar en la no denuncia, lo cual nos hace dudar de nuevo de si "feminista" es el mejor calificativo para definir a Oh... . Una pescadilla que se muerde la cola y que pone de manifiesto la gran paradoja de la novela: que no es otra que las distintas formas de entender el feminismo. Por ello, desde mi humilde opinión, pienso que Oh... no persigue un discurso moralizante ni de denuncia de carácter político, sino contarte una historia, describirte una situación, narrarte la reacción de una mujer con unas características muy particulares ante su propia violación. Punto. No hay más. Un ejercicio de clase de escritura creativa de manual tipo: ¿qué pasaría con este personaje que has creado si le sucediese X situación? ¿Cómo actuaría? ¿Cómo sería su día a día desde entonces?... Eso si, gracias a Djian es posible que muchas lectoras y lectores se hayan visto en esa encrucijada, en ese debate interno respecto a sus ideas o en la certeza de que todos podemos convertirnos en monstruos de la noche a la mañana. Reacciones que muestran la complejidad de los términos y la amalgama de colores que existe entre el blanco y el negro. Oh... : una historia de aceptación, instintos perversos, gélidas relaciones familiares, violencia, tensión... Una novela que consigue desmontarnos en nuestro afán por ser fieles a nuestros ideales.
Frases o párrafos favoritos: "Nos ofrecimos un espectáculo el uno al otro. Nos enseñamos nuestras peores caras, nos mostramos viles, mezquinos, odiosos, abyectos, perdidos, caprichosos según la situación y no ganamos nada -en todo caso perdimos autoestima, según él, y estoy de acuerdo. Dejar a alguien requiere más valentía de lo que mucha gente piensa -a menos que sea uno de esos zombies con el cerebro aplastado, uno de esos pobres espíritus que te encuentras a veces-. Cada mañana me despertaba y no me sentía capaz, y los últimos días me los pasaba llorando. Me hizo falta mucho tiempo. Tres días, tres largos días y tres largas noches para arrancarnos el uno del otro (...)."Película/Canción: como he nombrado a lo largo de la reseña unas cuantas veces, Oh... se adaptó al cine bajo el título Elle. Dirigida por Paul Paul Verhoeven y protagonizada por una sobresaliente Isabelle Huppert, cosechó gran éxito de público y crítica. Os aconsejo que la veáis, aunque reitero lo perturbador de su trama. Preparaos para dos horas de incomodidad, verdad, impacto y dureza. En definitiva, toda una lección de cine.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Fulgencio Pimentel