Olvidado Rey Gudú es etiquetada por la wikipedia como una novela medieval con elementos fantásticos, de libro de caballerías y de cuento de hadas. Esto es más o menos riguroso, pero si yo tuviera que realizar una definición tan ligera diría que nos encontramos ante un amplio recorrido en el tiempo a través del árbol genealógico gobernante por varias generaciones, con sus múltiples logros y sus aún más numerosas miserias, fruto de sus pasiones.
Respecto a la wiki, ciñéndonos a la realidad es cierta: la ambientación de la novela es medieval, y con múltiples confrontaciones belicosas propias de los libro de caballerías. Los elementos fantásticos se hallan bien presentes, si bien totalmente naturalizados, como la presencia de algunos hechizos o capacidades mágicas o de algún personaje feérico como el Trasgo del Sur, de tal manera que no llaman la atención por su singularidad fuera del tono de la novela. En cuanto a los cuentos de hadas, también los encontraremos puntualmente, unas veces más explícitos como en la historia de Ondina, otras más sutiles, surrealistas o de mayor espectro como con la corte de Tontina, inspirada vagamente en Nunca Jamás mediante unas metáforas deliciosas del tiempo, la juventud, la fantasía, la imaginación o la inocencia.
Pero ya estoy mencionando algunos personajes y conceptos sin esbozar la historia de la novela y sobre todo sin decir cuál es el mayor acierto de la misma: la espléndida y soberbia prosa de la Matute (nótese que redundo: espléndida y soberbia, y es que en verdad me ha impresionado), que nos hará disfrutar de las páginas de su Olvidado Rey Gudú, y eso que, según qué edición, superan ampliamente el millar.
Vamos con la historia. Todo empieza con poco menos que un puesto de avanzadilla de un reino un tanto difuso (y que será cada vez más difuso “aquel rey del oeste…”), que por la valía y agresividad -aquí son características confundibles- del Conde Olar defiende bien sus fronteras y aunque en condado vivirá, sus descendientes serán reyes: el depravado Sikrosio, el mutable Volodioso y el obsesivo Gudú del que tomamos el título.
Con el paso de las páginas iremos conociéndolos, tanto a ellos como a su familia, mujeres y los que se quedarán por el camino, no sin vocación de crear una historia completa y elaborada del reino de Olar. Destacaré especialmente a la gran Ardid con su séquito (el hechicero y el trasgo), sin duda el mejor personaje del libro y en cuya construcción encontraremos más vericuetos. Mencionaré también a Almíbar y a Predilecto, quizá los únicos personajes bondadosos de cuantos aparecen, y es que la autora tiene gran facilidad para presentarnos a un buen tipo (o tipa), que acabe dejándose llevar por sus deseos o pasiones hasta cometer actos atroces (como aquel por el cual Gudú resulta el más grande rey de Olar) y quizá unos años después pueda redimirse y volver a congraciarse con el lector (o no). Es algo repetido a lo largo de la novela con habilidad y que me hace preguntarme hasta qué punto la escritora era pesimista o sencillamente decidió dotar de este fatalismo a su obra.
Así iremos comprobando cómo la mayoría de personajes se corrompen en mayor o menor medida cuando escuchan demasiado a su ambición, hasta el punto de que, aunque la narración no divague demasiado por el terreno de la casquería (teniendo en cuenta el predominio de la guerra), bien podremos encontrar la cabeza de algún personaje clavada en una pica, o lo que casi es peor, que sea este el que mande clavar cabezas en picas. No sabría especificar si esto es por la crítica de Matute hacia la violencia y los deseos desatados inherente en el libro, o porque la autora en el fondo tenía poca fe en la humanidad a la hora de escribirlo. Probablemente un poco de cada.
Estilísticamente la novela estará cuidadísima y la escritora empleará la narración omnisciente, unas veces pura y otras acercándonos a la perspectiva de alguno de los personajes. Como curiosidad debo mencionar que no tendrá miedo de introducir el factor profético dentro de la narración (esto es: “y entonces tal personaje realizo cual acción, lo que supondría su desgracia y el fin de su vida”, y 200 páginas después se lo carga por ello). Esta técnica , que rara vez funciona por artificiosa, aquí lo hace muy bien, quizá por la gran extensión del libro. Esta ha sido a veces criticada negativamente, no obstante a mi no me ha importado por dos razones: la primera, la mencionada vocación historiadora; es difícil hablar sobre el paso del tiempo, sobre toda la evolución de un reino y su estirpe, sin quitarse unos límites muy estrictos de extensión. Otros quizá hubieran escrito una trilogía.
El otro motivo y principal por el que me parece adecuada tal extensión es porque la prosa de la autora me parece muy cuidada, por momentos deliciosa (desde la primera página), con lo que no me importaba leer más: me parece un disfrute. Y para que os hagáis una idea, aquí os dejo unos cuantos subrayados para acabar de animar a su lectura (muchos de ellos directrices sobre la monarquía, curioso):
“Ciertamente, no solo de osadía, astucia y valor se hace la historia de los hombres. A menudo el azar, las circunstancias propicias, la aparición de una misteriosa estrella, ayudan no poco a la consecución de sus empresas.”
“Todos sabían que los silencios y la soledad del Rey eran tan sagrados como sus decisiones y mandatos.”
“Todo el que reina -se dijo- debe tener un ojo en el trono y otro en todas las cerraduras del Reino.”
“Guardad, pues, para vuestro privado, lo que en privado sorprendisteis.”
“Pues si bien el Rey puede y debe conducir su voluntad por encima de la voluntad de los que componen su Reino (y un Reino no está hecho solamente de tierra, agua y piedras, sino de leyes y de hombres: y este es su elemento más indispensable), ha de hacerlo de modo que todos crean que esa voluntad coincide con la de sus súbditos…”
“A veces el Tiempo, cuando teje del revés, me cuenta historias de gente que aún no ha llegado. Y otras, cuando teje al derecho, de gente que nunca llegará.”
“Amor, amor…, eso será bueno para los humanos, si bien a ninguno que no sea de simple naturaleza y poco seso, produce más que trastornos. ¡Amor! ¡Qué semilla estúpida y molesta! Y a fe mía que algún día lograremos extirparla para siempre. Solo esta seguridad puede consolarme…”
“debería suprimirse de nuestras costumbres y tradiciones la invitación a Hadas Madrinas, pues siempre queda alguna olvidada, y esta suele jugarnos malas tretas…”
“Porque el vino tiene esa doble vertiente: confunde y adivina a un tiempo, y recuerda y olvida en un sueño común.”
“algunas victorias no son ni gloriosas ni recordadas; pero algunas derrotas pueden llegar a ser leyendas, y de leyendas pasar a victorias.”
“el humo y el incienso de las palabras más huecas y vanas llenaban los cerebros tanto o más que la esperanza de una mejoría, de un buen botín o un favor que por siempre sería recordado y reclamado, incluso al mismo Rey.”
“Y solo de tan frágil materia está hecha la vida: de imposibles recuperaciones, de imposibles regresos y de imposibles comienzos.”