Título: Regreso a Berlín.
Autor: Verna B. Carleton (1914-1967) de madre inglesa y padre de ascendencia alemana, nació en New Hampshire, Estados Unidos. Se casó en México con Frida Kahlo y Diego Rivera como testigos, donde vivió durante la Segunda Guerra Mundial y donde frecuentaba los círculos artísticos de los exiliados alemanes. Allí se hizo amiga de los grandes escritores Ana Seghers y Egon Erwin Kisch. Escribió artículos para diversos medios, como el Saturday Evening Post o The New Yorker. En París su hogar adoptivo, había conocido a Sylvia Beach y a Walter Benjamin y se había encontrado con muchas personalidades de la vida literaria. Hasta su muerte en 1967, fue amiga íntima de la fotógrafa Gisèle Freund, a quien acompañó a Alemania en 1957. Regreso a Berlín, su primera novela, recibida con entusiasmo en su época, se inspira en aquel viaje: Freund se había exiliado en los años treinta debido al nazismo; para ella, volver a poner un pie en territorio alemán era una difícil decisión vital: de Alemania y los alemanes no quería saber nada, pero tampoco lograba liberarse de sus recuerdos. Verna la alentó a hacer aquel revelador viaje...que también era, en realidad, una búsqueda de su propio pasado.
Idioma: inglés.
Traductor: Laura Salas Rodríguez.
Sinopsis: como las viejas y buenas historias, esta fascinante novela comienza en un buque repleto de pasajeros muy distintos entre sí. Tras un largo viaje por el Caribe, lleno de conversaciones y complicidades, el londinense Eric Devon, su esposa Nora y una lúcida periodista estadounidense deciden viajar a un Berlín que se recupera de los desastres de la última guerra y de los perversos efectos del nazismo. Vacilante y presa de los fantasmas de otro tiempo, Eric, por fin, se enfrentará allí a su pasado, oculto durante décadas. Nada es lo que parecía ser: Eric irá asistiendo, página a página, capítulo a capítulo, a una serie de revelaciones que lo harán cambiar para siempre.
Su lectura me ha parecido: intensa, sensible, introspectiva, con mucha personalidad, fascinante, necesaria...Queridos lectores y lectoras, hay historias que son necesarias de contar. La mayoría de ellas son producto de la imaginación del autor o autora en cuestión, pero también existen las que nacen de dentro, de las entrañas, del interior de nosotros mismos, que como un torrente, exponemos en público o vertemos sobre el papel. Algunas hablan de visiones del mundo enfrentadas, otras hablan de los límites de los sentimientos, de hasta que punto el ser humano es capaz de albergar tanto amor, tanta generosidad, tanto sacrifico, tanto dolor. Incluso existen las que denuncian, las que reivindican, las que muestran al mundo los problemas sociales que hoy en día ahogan y destrozan vidas. También las hay que no escatiman en detalles y éstas, por muy breves que sean, acaban por convertirse en un pedazo de sinceridad, de verdad, un retal dentro de la vida del propio escritor o escritora, que, por el motivo que sea, decide mostrar tal y como es, o al menos, una parte de su ser. Esas en su mayoría son las que logran, si están bien armadas y escritas, que su recuerdo permanezca en la retina del lector. Hay historias que merecen contarse, ya sean ficticias o inspiradas en un hecho real. No deben pasar desapercibidas ante nuestros ojos, pues, en un mundo cada vez más frío y olvidadizo, una luz cálida nunca viene mal en momentos de desesperación. Historias como la que se narra en el libro que hoy tengo el placer de reseñar son excepcionales, ya no sólo por la cantidad de emotividad que arroja, también para que aprendamos a mirar al pasado y encontrar en él las claves para mejorar nuestro presente más inmediato. Esa y muchas más son las conclusiones que el lector extrae tras leer un libro titulado Regreso a Berlín: una Alemania en reconstrucción, un hombre incapaz de recordar y un futuro de tensa incertidumbre.
La historia de como Regreso a Berlín llegó a mis manos y a formar parte de mi apreciada estantería es bien sencilla. Pero para seros completamente sincera, también es la historia de una inquietud intelectual que hace unos años se despertó en mi interior. Como muchos ya sabréis, mi amor por la historia comenzó gracias a dos temas que poco a poco y en gran medida de forma autodidáctica fui aprendiendo, por un lado la Edad Media, periodo por el que me interesé gracias a las páginas de Ken Follett, y por otro lado todo lo que tuviese que ver con la II Guerra Mundial. En lo que respecta a este último no me interesaban las tácticas militares ni las batallas en si, si temas tan importantes y escalofriantes como las entrañas del nazismo, pero sobre todo, el Holocausto. De hecho, aquel ya lejano tercero de la ESO, se convirtió en el año del descubrimiento de un horror que me impactó y me despojó de parte de esa inocencia que llevaba años arrastrando. Conforme pasaban los años y los cursos académicos, la II Guerra Mundial se convirtió para mi en un tema bastante secundario de interés intelectual. Esto se debió a dos causas, la primera el hartazgo y la manía que le cogí mientras cursaba la carrera, y la segunda, el descubrimiento de otros problemas históricos que merecían toda mi atención e interés. No fue hasta el año pasado, mientras cursaba el Master de especialización en Historia Contemporánea, cuando, de pronto, la II Guerra Mundial volvió a entrarme por los ojos gracias a el conocimiento y estudio de testimonios y de las políticas de memoria empleadas tras la contienda. Un mundo nuevo parecía abrirse ante mis ojos y yo no iba a desaprovechar aquella atractiva oportunidad. A partir de ahí leí libros que, desde la ficción o no, me transportaban temporalmente a aquellos debates y épocas. El lector, Tú no eres como otras madres o el testimonio escrito de Anise Postel-Vinay son algunos de los libros que han pasado por mis manos, una lista a la que debo incluir Regreso a Berlín. Fruto de dicho acercamiento al tema, era obvio que una servidora acabase haciéndose con un ejemplar, obteniendo como resultado una lectura fascinante y bastante cercana a esa realidad que muchos vieron en carne propia.
Centrándonos en lo que nos ocupa, comenzaremos diciendo que Regreso a Berlín presenta una lectura amena, intensa y que invita al lector a detenerse, a pensar. El buen libro no sólo consigue transmitir emociones, también crea un poso de reflexión en la que el que quiera puede sumergirse y sacar sus propias conclusiones una vez sales a la superficie. Y todo eso, lo posee esta novela, cuya complejidad reside precisamente en esa mano tendida a quien busca algo más que una simple novela sobre las consecuencias de la II Guerra Mundial. Seguidamente, el título ya nos lo evidencia, estamos ante una historia en la que se narra un regreso, una palabra a la que le deberíamos incorporar algunos adjetivos como los de "revelador", "traumático" y "redentor" en último término. Basándose en una experiencia real y vivida por la propia autora, se construye la historia de Eric Devon, que junto con su esposa Nora y una periodista que ha conocido a bordo de un buque que navega por el Caribe, viaja a Berlín, su ciudad, su infancia, su juventud y que a su regreso, sólo se mantiene el esqueleto de lo que en su día fue. Esta es la premisa perfecta para adentrarnos no sólo en una época concreta, la Alemania de los años 50 post-Hitler, también en el debate que empezó a surgir al calor de aquellos primeros años de reconstrucción, conversaciones que versaban sobre lo vivido, lo acontecido, sobre esa ansiada reparación psicológica que tardaría años en llegar. Pocas obras de ficción nos han llegado en lengua castellana sobre este periodo tan paradójico, en el que se asistía al llamado "milagro alemán" y en el que al mismo tiempo la sociedad todavía seguía lamiéndose las heridas de una de las guerras más sangrientas que se recuerdan. Progreso y recuperación acelerada versus trauma y sentimiento de culpa. En ese sentido, Eric Devon resulta el personaje más interesante de la novela, pues, representa a la perfección un sentimiento que rondaría la cabeza de muchos por aquellos años, dominado por la incredulidad, el rencor, la vergüenza, y al mismo tiempo, la belleza de esos recuerdos de infancia y juventud ligados a aquella ciudad, aquel país, aquellos ciudadanos. Por otro lado, resulta realmente magistral por parte de Carleton de mantener una personalidad narrativa muy fuerte, sin venirse abajo en ningún momento, destacando por encima de todo esa acentuada intensidad de las emociones, logrando que el lector no pueda evitar ser engullido por la tragedia, el dolor, la pérdida, pero también, por ese sentimiento de esperanza, de ver la luz al final del túnel, aunque dicha luz conduzca a donde todos y todas bien sabemos si recordamos la historia. A esto ayuda, por supuesto, una narración nada tediosa, que fluye perfectamente hasta desembocar en ese reflexivo final. Regreso a Berlín entra por los ojos, y no sólo por el acertado diseño de su portada. Por último, un pequeño inciso. La presencia de la periodista en la historia me ha resultado bastante inverosímil en algunos aspectos. Cierto que este libro está basado en una experiencia personal, que este personaje es el narrador de la historia y que evidentemente la periodista no es otra que la propia autora del libro. Sin embargo, el que logre ganarse la confianza de Eric y Nora en tan poco tiempo, hasta el punto de acompañarlos en un viaje tan íntimo como importante emocionalmente para Eric resulta demasiado forzado en ocasiones.
En lo que respecta a la reflexión final, y como no podía ser de otra forma, voy a destinarla a hablar sobre algo incómodo. Si, queridos lectores y lectoras, de algo que parece molestar, que solamente con nombrarlo, mucha gente en este país saca las uñas y empieza a desacreditar al o la valiente que ha osado al menos, pronunciarse al respecto. Hablo, lectores y lectoras, de memoria histórica. Todos estaréis cansados de ver en la televisión como los que dicen ser expertos en la materia, se dedican a especular y a hablar sin conocimiento, soltando auténticas barbaridades, la mayoría de ellas provenientes de esa enseñanza adulterada y falsa del pasado. Una visión en donde las generalidades y los despropósitos están servidos. Pues, sinceramente, no sabéis lo que duelen ese tipo de declaraciones en horario de máxima audiencia, ya no sólo para quienes nos dedicamos profesionalmente a la historia, también lo es para todos aquellos que lloran la muerte de un familiar frente a una cuneta, una fosa común o a veces ni eso, a falta de conocer donde ha ido a parar el cuerpo de su ser querido. Y esto es así porque cuando se tuvo la oportunidad, no se hicieron las cosas como tocaba. "¡No!" exclamaba el político de turno "No hay que remover el pasado, no hay que abrir heridas. Miremos al futuro, que es lo más importante." El problema es que en esa desesperada huida hacia adelante arrastras el sufrimiento de aquellos a los que no quieres escuchar ni ayudar, prolongando esa agonía un año más. y otro, y otro...Tal y como se muestra en Regreso a Berlín, nos encontramos ante uno de los escenarios más desoladores, el de una ciudad tan importante como la capital de Alemania, convertida en la sombra de lo que una vez fue. Pero también, y eso es gracias a la empatía y pericia de Verna B. Carleton, se observa como ese debate precisamente comienza a aparecer en las conversaciones y en el percibir de los ciudadanos de Berlín. No se puede usar a bote pronto el término "memoria histórica", ni siquiera se concibe como tal, sino que se expresa mediante palabras como "derecho", "reparación", "recuperación", "memoria", "justicia", "recuerdo"...En definitiva, un sentimiento casi unánime que los Alemanes aguardaron durante mucho tiempo hasta que, una vez desaparecida al URSS y tras la caída del Muro de Berlín, se pudo hablar del tema, reflexionar entorno a sus consecuencias, sus implicaciones. Pero sobretodo, el gobierno de esos años pudo poner en marcha políticas de la memoria que permitieron que lo que sucedió no cayese en el olvido, haciendo una dura pedagogía de lo acontecido y sacando de ello las herramientas suficientes para poder llevar a cabo esa transición psicológica que el país necesitaba con urgencia. Es cierto que la que llevó a cabo Alemania con respecto al nazismo, el holocausto y la II Guerra Mundial no es la mejor política de memoria que se ha hecho, pero se hizo, algo de lo que España no puede presumir, pues aquí no se ha hecho nada al respecto, y como no se den prisa, muy a nuestro pesar, las futuras generaciones seguirán teniendo esa visión sesgada de la Guerra Civil, del Franquismo y de los primeros años de la Transición que todo el mundo considera modélica. Berlín logró reconstruirse, con esfuerzo y tras años de dolorosa espera, Madrid y otras capitales de España no pueden decir lo mismo. Regreso a Berlín: una historia de tristeza, reencuentros, vergüenza, arrepentimiento, memoria, redención...Una novela de reconstrucción física y personal.
Frases o párrafos favoritos:
"Nunca antes me había dado cuenta de hasta qué punto la emigración alemana forzada por el nazismo se ha distribuido por el mundo. A veces es horripilante excavar tanto en el pasado ¿Somos supervivientes de verdad o meros fantasmas todavía incapaces de abandonar la carne?"
Película/Canción: aunque mantengo la esperanza de que ambas cosas se produzcan, lo cierto es que no hay noticias de que este libro se adapte al cine o alguien componga una canción inspirada en su trama. No obstante, y como es habitual, os adjunto la pieza de música clásica que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Bach siempre logra removerme por dentro.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae