Naoya Shiga es uno de los gurús japoneses del cuento. Abarca todo tipo de temáticas, sobre todo costumbristas. Recoge vivencias de la vida cotidiana y las plasma como si fuertan fotografías. Eso sí, no esperéis los típicos cuentos con planteamiento, nudo y desenlace porque el autor no sigue estructuras convencionales. Suele dejar muchos a medias o directamente permitirse disgresiones, como intervenir en el texto y hacer partícipe al lector de sus reflexiones.
La cultura japonesa es radicalmente diferente a la occidental y la literatura no va a ser menos. Muchos de los cuentos de Seibe y las calabazas (Hermida Editores) están llenos de lirismo, sobre todo los de la primera mitad, que son más inocentes. Pero otros me han resultado francamente desconcertantes.
A lo mejor este libro se disfruta más precisamente haciendo hincapié en esas diferencias, en todo lo que nos resulta chocante y sorprendente. La japonesa es una tradición milenaria que ha empezado a abrirse al mundo hace relativamente poco. Y a veces, al contemplar sus tradiciones, nos sentimos un poco como el protagonista de Lost in Traslation.
El libro está formado por un gran número de relatos breves, donde transitan todo tipo de personajes. Shiga presta especial atención a los niños y a los desprotegidos. También a los objetos, como las balanzas, las calabazas, las navajas, el sushi, etc. Es decir, cada cuento orbita en torno a algo material que le otorga una gran carga simbólica.
Por ejemplo, en el cuento que da título al libro, un muchacho llamado Seibe se obsesiona con las calabazas. Las mima, las cuida, las colecciona, etc. Su familia y su profesor no lo ven con buenos ojos y creen que se trata de una pérdida de tiempo. En La hermana mayor de Hayao, el autor nos habla de relación peculiar que se establece entre un chico que va a jugar a casa de su amigo y su hermana pequeña. En El dios del aprendiz, un joven desea comer sushi sobre todas las cosas, aunque su exiguo sueldo no se lo permite.
Además, el libro cuenta con un epílogo en el que recorremos los barrios donde se ambientan los relatos. También nos habla de los cambios habidos y de las vicisitudes que han sufrido algunos edificios a causa de bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, los terremotos y los incendios.
En resumen, un libro que es curioso en cuanto que muestra una ambientación diferente a lo que estamos acostumbrados y que sentó las bases de la novela del yo japonesa. Sin embargo, no llega a la exuberancia de otros autores como Soseki o Akutagawa Ryunosuke.