RESEÑA: Sigo aquí.

Publicado el 14 septiembre 2019 por Jimenada
SIGO AQUÍ
Título: Sigo aquí.
Autora: Maggie O´Farrell (Coleraine, Irlanda del Norte. 1972). Es autora de siete novelas: After You’d Gone (2000), My Lover’s Lover (2002), The Distance Between Us (2004, ganadora del premio Somerset Maugham), La extraña desaparición de Esme Lennox (2007), La primera mano que sostuvo la mía (2010; Libros del Asteroide, 2018), Instrucciones para una ola de calor (2013) y Tiene que ser aquí (2016; Libros del Asteroide 2017), y un libro de memorias, Sigo aquí (2017; Libros del Asteroide, 2019). (Fuente: Editorial).

Editorial: Libros del Asteroide.
Idioma: inglés.
Traductora: Concha Cardeñoso.
Sinopsis: un parto se complica más allá de lo razonable; a una niña le diagnostican una enfermedad incurable que la tiene encamada durante más de un año; una adolescente es agredida por un extraño mientras pasea por el campo; el avión en el que una joven viaja a Asia se precipita al vacío; una mujer se salva por los pelos de ser atropellada. Estos son algunos de los episodios –sucedidos en distintos momentos de su vida y en diversos países– que Maggie O’Farrell recoge en este particularísimo libro autobiográfico. Diecisiete roces con la muerte, como los llama su autora, que pudieron terminar en desastre, diecisiete momentos clave de su vida que revelan una manera de ser y estar en el mundo. Sigo aquí es un libro sincero que huyendo de lo sentimental anima al lector a interrogarse sobre las cosas que verdaderamente cuentan, a reflexionar sobre la fragilidad de nuestra existencia y a celebrar la belleza y el milagro de la vida. (Fuente: Editorial).
Su lectura me ha parecido:
   Fresca, amena, inquietante, autobiográfica, personal, incómoda, envolvente, sobrevolando lo inverosímil, contundente en su alegato final... El cine, como la literatura, ha conseguido traspasar la pantalla para colarse en la cultura popular y acabar formando parte de nuestra idiosincrasia como sociedad contemporánea. Tanto es así, que gracias a él hemos sido capaces de enfrentarnos, al menos desde el plano audiovisual, a toda clase de muertes. Desde las más icónicas como la de Titanic - sí, James Cameron. Di Caprio también cabía en la tabla - o la de Marion Crane (Janet Leigh) a manos del trastornado Norman Bates (Anthony Perkins) - ¿o era en realidad la sra. Bates? - en la siempre escalofriante Psicosis. Hasta las más atroces, como las del psicópata Fred Krueger en el mítico slasher Pesadilla en Elm Street - con la que por cierto tuve pesadillas durante algunos meses -, la de John Hurt (dando vida al oficial Gilbert Crane) atravesado por un bebé alienígena en la primera entrega de Alien en octavo pasajero o la de William Wallace de un hachazo tras ser previamente torturado en la controvertida Braveheart. Pasando por algunas más generacionales, como la muerte de Mufasa en El Rey León - que traumatizó a las niñas y niños de la década de los 90 - , la de Snape en la última entrega de la saga de Harry Potter - todos leímos los libros, sabíamos que ocurriría, pero aún así dolió - o la de Gandalf en El Señor de los anillos - que aunque resucitó, ese "¡no puedes pasar!" ha pasado a la historia del cine -. Y por algunas tan inesperadas como absurdas, como la que llenó de sangre el interior de un coche por culpa de un descuido de Vincent Vega en Pulp Fiction o la de Brad Pitt en ¿Conoces a Joe Balck? - ¿de verdad no había forma más tonta de morir -. Si me pongo a repasar en mi memoria, se me vienen a la cabeza algunos títulos más, con escenas dignas de mención. No obstante, la reflexión que yo saco de todo esto es que la ficción, en algunos casos, va por delante de la vida real en lo que a desmontar tabúes se refiere. Pues la verdad sea dicha, podemos presenciar el fallecimiento del protagonista de la película al mismo tiempo no querer enfrentarnos a ella o simplemente hablar de la muerte cuando, y está demostrado, es una de las mayores preocupaciones del ser humano. En el libro que hoy tengo el placer de reseñar pretende, entre otros muchas cosas, desmontar esos incómodos silencios hablando  de su extraordinaria volatilidad. Pues, a veces, esas ocasiones en las que estuvimos o creímos estar a punto de morir, se graban a fuego en nuestra retina. Sigo aquí: cuando la muerte acecha detrás de cada esquina.
   Conceptualmente, Sigo aquí se presenta como un breve volumen de relatos - cuya extensión es bastante desigual - en el que su autora (la cada vez más pujante Maggie O´Farrell) nos confiesa sus diecisiete roces con el filo de la guadaña. O lo que es lo mismo, las diecisiete veces en las que casi pierde la vida. Y recalco lo de confesión porque, más allá del estilo empleado - del cual hablaremos más adelante - considero que O´Farrell más que narrarnos una serie de historias lo que hace es confiárnoslas, al oído, o durante una reunión al rededor de la chimenea, como si de pronto dejaran de ser un secreto y ahora perteneciesen a nosotros como lectores. Una suerte, por tanto, de relato colectivo. Este desahogo personal, tan visceral como sincero, no busca aportar las claves para superar dichos episodios, sino preguntarnos sobre las cosas que verdaderamente importan, a las cuales muchas veces no le damos la importancia que merecen y que sólo sabemos apreciar en el momento en el que ves tu vida pasar en un segundo ante tus ojos. La diferencia entre la literatura de autoayuda y la literatura a secas - sea del género que sea - está precisamente en esa pequeña distinción, en que mientras los primeros pretenden dar respuestas, los segundos crean los interrogantes. Y por eso Sigo aquí, a pesar de sus leves coqueteos con lo inverosímil, podría definirse como un libro de relatos con tintes autobiográficos. Por el simple hecho de que, al finalizar su lectura, son más las reflexiones que las dudas aclaradas las que sobrevuelan nuestra cabeza.
   En lo que a su estilo se refiere, nos topamos con una prosa directa, franca, capaz de atrapar al lector para que éste acabe empatizando con la propia autora. Hay tanta verdad en muchos de sus relatos que hasta, por medio de un extraordinario manejo del lenguaje, podemos sentir todos los tipos de dolor que se manifiestan a lo largo de sus 266 páginas. Por no hablar de que es muy difícil no identificarse con algunos de ellos. ¿Quién no tiene miedo a volar? ¿Quién no ha sentido alguna vez que alguien le seguía? ¿Quién no ha pensado en que se caería de aquella montaña rusa? ¿Quién no se ha aferrado con fuerza al cinturón de seguridad por miedo a sufrir un accidente? ¿Y qué me decís de las enfermedades? ¿Cuántas veces la frase "de esta no salgo" ha sobrevolado nuestra cabeza sin necesidad de se hipocondríaca/o? El asociar cada cuento con una parte del cuerpo al inicio de cada cuento - un acierto total - es un aviso, tan explícito como contundente, de que lo que estamos a punto de leer desgarra, impacta, asfixia o abruma. Nunca el dolor tuvo tantas manifestaciones. Sin embargo, no todos los relatos llegan igual de creíbles al lector, no porque dudemos como lectores de la veracidad de dichas experiencias, sino porque la propia autora comete el error de no dotarles de la necesaria intensidad que requieren. Por fortuna, en el interior de Sigo aquí existe un último relato-capítulo - no sé en que términos referirme a él - titulado "Hija (hoy en día)" en el que nos habla, desde la madurez, de la profundidad de la tristeza y del estrés por los peligros potenciales de la muerte. Y sobre todo, de como éstos, acaban por afectar a la descendencia. Si vives una experiencia cercana a la muerte y tienes hijos, lo lógico es que no quieras que ellos pasen por lo mismo que tú. Así que qué mejor forma de que eso no suceda que evitarlo a toda costa. No obstante, tal y como refleja esta redonda e incontestable conclusión, a la larga, los pequeños quedan coartados en libertad precisamente por esos miedos que desde pequeños los progenitores les inculcan. Incluso en los que el género - en función de si eres niña o niño - acaba influyendo de alguna manera. La valentía de estos relatos plantea contradicciones tan intrínsecas en el ser humano que son muy difíciles de arrancar de cuajo, pero también recalca (cual canto a la vida) la satisfacción de estar presentes, de tocarnos, de hablar, de pensar, de correr, de parpadear incluso. En definitiva, de la irracional - y muy influenciada por la tradición católica - felicidad de seguir aquí.
Sigo aquí: una historia de angustias, peligros, paranoias, miedos infundados, miedos racionales, debates universales... Todos tenemos miedo a morir, admitámoslo y verbalicémoslo de una vez.  
Frases o párrafos favoritos:
"A veces la única manera de avanzar, de superar algo, es tomárselo a la ligera."
Un saludo y a seguir leyendo.
Cortesía de Libros del Asteroide