Hace 800 años, en una tierra azotada por la herejía cátara, el rey Pedro II de Aragón y conde de Barcelona, encabezaba un poderoso ejército que luchaba de manera encarnizada en una batalla campal contra la primera cruzada convocada en suelo cristiano.Hace 800 años, en una tierra azotada por la herejía cátara, el rey Pedro II de Aragón y conde de Barcelona, encabezaba un poderoso ejército que luchaba de manera encarnizada en una batalla campal contra la primera cruzada convocada en suelo cristiano. Un monarca cruzado, apodado el Católico, coronado por el papa Inocencio III en Roma y victorioso en la batalla de Las Navas de Tolosa contra los infieles, se revelaba contra la Iglesia. ¿Qué había podido provocar tal incoherente situación? Un sueño, un anhelo que hubiera cambiado para siempre la historia. Un reino a ambos lados de los Pirineos, una Gran Corona de Aragón.
Una de las cosas que más me gustan de leer novela histórica es conocer más acerca de pasajes de la historia totalmente desconocidos para mí. Sabéis que estoy dando Hª de España en el instituto, pero claro, son solo los siglos XIX y XX. Y toda la Edad Media y lo anterior a la batalla de Trafalgar o bien se ha dado de puntillas en la ESO o bien se ha omitido. Así que podéis imaginar lo interesante que es que un libro como Tierra sin rey nos informe acerca de cierta época.
Las cruzadas. Ah, sí, Jerusalén, recuperemos la Tierra Santa de esos malditos sarracenos y… ¿eh? ¿Que en Francia también hubo una Cruzada? Mirusté qué bien, no sabía yo eso. Pues sí, resulta que en el territorio francés hubo allá por el siglo XIII una lucha entre la Iglesia Católica y los cátaros, unos sucios herejes que… ay, perdón. Unos señores, decía, que tenían una religión distinta a la suya. Y ésta, lectores, es la historia de esta Cruzada, del inicio, del fin y de lo que hay en el medio.
Después de esta puesta en situación tan así de aquella manera, comienzo a deciros que Tierra sin rey es un libro muy entretenido que, si bien tiene algún que otro fallito, se lee muy bien. Se trata de una novela coral, con muchos personajes que toman la voz narrativa en capítulos bastante cortos (excepto cuando se narran batallas), con lo que la trama es bastante ágil. Si no te gusta un personaje, tan solo tienes que esperar a que su capítulo termine para volver a reengancharte a la trama. Es verdad que el ritmo tiene un bajón un poco importante cuando ya conocemos a todos los personajes; justo después de eso, y más o menos hacia la mitad, hay que reconocer que me aburrí un poco y me perdí entre tanto enredo. Pero esto tan solo son unas 50 páginas y la cosa vuelve a animarse cuando retomamos con más brío la historia de, a mi parecer, el personaje más importante: Sébastien. Está bien, a lo mejor no es el más importante, pero sí el que a mí más me gustó, su historia es la más amena y la que tiene giros más… geniales. Por decirlo de alguna manera, que bonitos no me pegaba mucho (pobre chaval).
Hablemos de los personajes. Como ya he dicho el más interesante para mí es el muchacho antes citado. Tiene muchísima evolución de principio a final (vamos, toda la evolución recae sobre él) y me ha gustado muchísimo. Pero también tenemos reyes, curas, enviados papales, traidores, cruzados, perfectos cátaros, nobles que son nobles, nobles que no son del todo nobles… como ya os he dicho, muchos personajes. Esto hace que algunos queden relegados a un segundo plano, pero el autor intenta –y creo que con éxito- que todos tengan algo de protagonismo, que ninguno sobre. He de decir que me dio pena que ni Isabel, ni Sébastien, ni Martín, fuesen personajes históricos reales. Pero bueno, al menos la Loba sí (real e interesante, qué tía, lo tiene todo).
La trama es genial. Como ya he dicho, va un poco a trompicones la cosa, pero aun así, me ha quedado claro clarinete lo que sucedió y lo que no sucedió durante la cruzada. El autor tiene a bien combinar distintas perspectivas, las de atacantes, las de atacados, y las de “los de arriba” (reyes y compañía) para que tengamos una visión global del conjunto. Así que muy bien, con mucho éxito. Naturalmente es algo predecible, basta con googlear (o tener un poco de ojo al mirar la portada) para saber cómo acaba la cosa… pero lo del medio es lo importante, claro. Además, a mí personalmente me encanta saber más cosas de las religiones, de cualquiera, herejía, cristianismo... todo. Esto ha hecho que la trama me resultase muy interesante y que todo lo recibiese con buena cara. Por no hablar de que hay batallas y asedios muy bien narrados pero, a la vez, bastante resumidos. A quien más, quien menos, la batalla del Aguasnegras (hojas y hojas y hojas de barcos) le resultó al final un poco aburrida, así que la elección que hace el autor de ya no resumir sino contar tan solo lo más relevante es muy acertada. Que son unos años, eh, no son cuatro días.
La escritura de Luis Zueco es buena, normal. Las descripciones están muy bien y cada uno de los personajes habla como debe (GRA-CIAS), lo que le da puntos. La verdad es que no es un libro que destaque por la prosa de su autor, sino por tener una trama entretenidísima, pero yo creo que en este caso lo suple (no escribe mal, de todas formas, no me entendáis mal). Lo único que le reprocho es alguna falta que he encontrado(si mal no recuerdo, una falta y alguna errata, y creedme, no recuerdo mal), ya que por el resto me ha resultado un autor muy prometedor capaz de escribir novelas muy potentes y ya le tengo echado el ojo a su anterior novela, El escalón 33. Mencionar también y por último que en esta novela, pese a hablar de un conflicto religioso, el autor no se posiciona en ninguno de los dos “bandos”. Es muy fácil ponerse del lado de los cátaros no sólo porque su religión es de lo más comprensible, dentro de lo que son las distintas religiones, sino también por los abusos que sufren, pero el autor no se pronuncia, por lo que tengo que felicitarle. No todo el mundo es capaz de hacer eso.