RESEÑA: Ubú Rey.

Publicado el 02 octubre 2018 por Jimenada
UBÚ REY
Título: Ubú Rey.
Autor: Alfred Jarry (Laval, 1873-París 1907). Dramaturgo, poeta y novelista francés conocido por sus hilarantes obras de teatro y su estilo de vida disoluto y excéntrico. Hijo de un acomodado negociante de telas, Jarry se presentó tres veces al concurso de acceso a École Normale Supériure pero suspendió. Ingresó entonces en La Sorbona para cursar estudios de literatura pero no logró licenciarse. Obtuvo pronto el éxito literario con sus poemas en verso y prosa original. A los veinte años publicó su primera obra. Poco después murió su madre, y a los dos años su padre, quien le dejó una cuantiosa herencia, lo cual, sumado a su prematuro éxito, le permitió llevar una existencia despreocupada durante buena parte de su vida. De 1894 a 1895 dirige junto con Remy Gourmont la lujosa revista satírica Ymagier. Pero tras una riña con Gourmont decide fundar su propia revista, Perhindérion, de la que solo se publican dos números. Posteriormente trabaja para el director Lugné-Poe que le confía la programación de la temporada del Têâtre de l´Ouvre, en París, lugar en el que se estrenará en 1896 Ubú Rey, su obra más conocida. Una vez lapidada su fortuna, Jarry abandonará su lujoso piso en el Boulevard Saint-Germain e irá cambiando de domicilio constantemente, alternando sus estancias en un modesto apartamento en Rue de la Cassette, en el distrito IV de París, con sus temporadas en las casas de amigos como el pintor Henri Rousseau o el compositor Claude Terrasse. Acosado por los acreedores y completamente arruinado, muere de una meningitis tuberculosa en 1907. Además de Ubú Rey, a Jarry le debemos óperas bufas, espectáculos de cabaret, su novela Le Surmâle, su obra por entregas La Dragonne y la invención de pseudociencia Patafísica (la ciencia de las soluciones imaginarias) y de cuya influencia bebieron artistas como Marcel Duchamp o Joan Miró entre otros.

Editorial: Alianza Editorial.
Idioma: Francés.
Traductor: Wenceslao-Carlos Lozano.
Sinopsis: situada ficticiamente en Polonia - lo que equivale a decir "en ninguna parte" o "en todas" - Ubú Rey, obra bufa, sátira implacable y guiñolesca válida para todo tiempo y lugar, se ha convertido por derecho propio en uno de los grandes clásicos de la literatura. Con la creación del personaje de Ubú, Alfres Jarry dio forma genialmente al emblema del ser humano egoísta, mediocre, despreciable y mezquino que suele abundar en las fangosas aguas del poder y pulular en ellas siempre atento a su medro y a su perturbación, sin importar quien caiga en su camino.
Su lectura me ha parecido: desternillante, perturbadora, terrorífica, marciana, alucinante, disparatada, con muchos momentos en los que lloras de la risa, soez, directa, sin filtros, poderosamente reflexiva...Queridas lectoras y lectores, lo voy a decir sin rodeos, hoy nos encontramos ante una brillante locura. Es más, me hace muchísima ilusión poderos hablar de esta obra de teatro por motivos más que obvios.  Dicen que el texto forma parte de un ciclo de obras menores, cuya primera versión su autor escribió a la temprana  a edad de quince años, según él, inspirándose en sus profesores del instituto de Rennes. Dicen, desde el ámbito académico, que éste constituye una burla y parodia de la obra Macbeth de William Shakespeare. Dicen, para más inri, que el que su personaje principal luzca en la panza el dibujo de una espiral (algo puramente subjetivo y relacionado con el ámbito del atrezzo, pero no por ello menos importante) simboliza el sumum del egocentrismo. Dicen también que su estreno sobre las tablas fue un autentico escandalo en la capital francesa. Dicen las crónicas que se tuvo que interrumpir la representación al menos en dos ocasiones debido a los abucheos de una parte del público por un lado y a los vítores de los vanguardistas por otro. Dicen que un tal William Yeats, que resultó ser una de las figuras claves en el renacimiento literario de Irlanda durante los primeros años de siglo XX y merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1923, escribió en sus memorias a propósito de la noche del estreno: "Después de nosotros, El Dios Salvaje." Dicen, además que Alfred Jarry, su autor, a quien el impacto de la obra le pilló desprevenido, comenzó a comportarse como el protagonista, llegando incluso a portar un revolver que solía disparar cuando se encontraba bajo los efectos de la absenta (arma que, casualidades de la vida, acabó siendo adquirida años más tarde por Pablo Picasso). Y por último, y más importante, dicen que este texto fue el precursor de movimientos artísticos tan importantes como el surrealismo, el dadaísmo y por supuesto del teatro del absurdo. Dicho esto (y tras haber invadido Polonia de nuevo y, ¡mierdra! cagarme por enésima vez en mi moco verde) os presento Ubú Rey: la comedia que mejor refleja, a su manera, lo grotesco del poder.

La historia de como este ejemplar de Ubú Rey llegó a mis manos es bastante reciente. Sin embargo, no escuché hablar de la obra hasta que, durante una fría tarde de enero del año 2012, el profesor de teatro nos comunicó que íbamos a representarla en junio. Nadie sabía nada, ni siquiera conocíamos a quien la escribió allá por la última década del siglo XIX, incluso hubo quien exclamó al combrobar que la primera palabra que se pronunciaba en la obra era, sin filtro alguno, "mierdra" (es decir, "mierda"). Todo nos sonaba tan extraño, pero a la vez tan excitante. De creer que nos subiríamos a las tablas con algo más convencional, llamémoslo Shakespeare o García Lorca (sí, es uno de mis sueños interpretativos que me aún me quedan por cumplir), a meternos en un registro a caballo entre lo brutal (llegando a lo gutural la mayor parte del tiempo) y lo excepcional (pues dentro de ese aparente sinsentido, se escondía un mensaje tan atronador como atemporal). A las pocas semanas, y tras leer el texto doscientas mil veces, se repartieron los papeles. Junto con otras tres estupendas compañeras, a una servidora le tocó dar vida a Madre Ubú o Tía Ubú dependiendo de las traducciones. Al principio fue todo júbilo, era mi primer papel principal y estaba exultante, no cabía en mi de gozo. Pero al cabo de unos cuantos días bajé a la tierra y empecé a temblar. Dar vida a un personaje como Tía Ubú (aunque en mi corazón siempre será Madre Ubú) fue de lo más difícil que he hecho a nivel interpretativo. Gracias a ese personaje descubrí una versión de mi misma que me repugnaba por un lado pero que por otro me proporcionó las mayores carcajadas de mi vida. Aprendí a andar espatarrada, a chillar, a alargar las frases, a exagerar mis movimientos, a adquirir posiciones que en la vida real corresponderían a una edad más avanzada a la mía, a abrir los ojos como platos, a jalear, a dejar salir mi lado más bruto, a ver en mi personaje el vivo reflejo de la fauna que muchas veces se prodiga por los platós de televisión, a ser más sibilina, egoísta, pragmática, más echada para adelante...En definitiva, a ser más valiente sobre el escenario. Si el personaje de Tía Ubú existiese en la vida real (aunque estoy convencida de que sí ) no querría juntarme con ella ni con el ambiente que la acompaña. Pero de lo que estoy segura es que, gracias a su fuerza y maldad, conseguí esa seguridad que tanto necesitaba, ya no sólo en la actuación, sino en mi día a día. Había veces que caminaba con la intención de comerme el mundo y me lo comía, literalmente. Y si encima a eso le añades la ilusión de ese primer año de universidad y esos compañeros que actuaron conmigo (no os olvido chicos) la experiencia fue totalmente intensa. Pasaron las semanas, los meses, los años y Ubú Rey siguió estando ahí. Incluso había veces que sin querer en mi cabeza lo evocaba, sobre todo al contemplar algunas noticias y escándalos en los medios de comunicación. Hasta que un día, sin previo aviso, Ubú Rey volvió a mi vida en forma de libro, el libro que a continuación reseñaré y que de seguro me acompañará toda la vida.

Tras un segundo párrafo plagado de nostalgia, pasaremos a comentar por qué tenéis que leer y ver, si tenéis la oportunidad, una representación de Ubú Rey. En primer lugar, ésta no es una obra de teatro corriente y al uso. De hecho, creo que es uno de los pocos textos teatrales que más me ha sorprendido durante la lectura y con los que más he disfrutado, ya no sólo por su lenguaje (el cual conocía de sobra) sino por las diferentes traducciones que existen al respecto. En la presente, elaborada (ironías del destino) por Wenceslao Carlos-Lozano, encontramos una traducción que desconocía de Ubú Rey, en la que Madre Ubú es Tía Ubú y la expresión "¡Por mi chápiro verde!" es sustituida por "¡Por mi moco verde!". No digo que lo del moco verde (la cual causó sensación cuando hice alusión a ella en Instagram) tenga su gracia, de hecho, provoca que el lector y el espectador sienta más asco y vea al protagonista más hilarante aún. Pero ¿qué queréis que os diga? Con mi chápiro verde soy más feliz que una perdiz, aunque nos costase lo suyo averiguar el significado de la palabra en su momento. Salvo ese pequeño comentario, totalmente subjetivo, sobre la traducción, el resto no puede ser más extraordinario. Que una obra de teatro arranque literalmente con un "¡mierdra!" no puede ir a peor, sino ir a más, y eso es justo lo que sucede en Ubú Rey. La obra de Alfred Jarry pone en escena la rocambolesca y estremecedora historia de un desequilibrado mental, narcisista, egocéntrico (de ahí la espiral de su atuendo más clásico), grosero y brutal Tío Ubú, quien, instigado por su mujer (la manipuladora, avariciosa, inteligente e igual de maleducada Tía Ubú) invade Polonia, derroca a su rey (quien comparte nombre con nuestro querido traductor), destierra a sus descendientes y gobierna en el reino con mano de hierro y sangre, mucha sangre. Pero tranquilos, no estamos ante una obra de teatro de alto contenido violento (aunque si bien es cierto que se han subido a las tablas propuestas ligeramente más explícitas en ese sentido) sino ante algo menos ofensivo, más caricaturesco, más cercano al teatro de marionetas, pero igual de polémico. El lenguaje empleado por Jarry (tan ingenioso como soez), la construcción de Tío Ubú (quien merece capítulos y capítulos de reflexión) y su puesta en escena (la cual se adelantó unas décadas al surrealismo y al teatro del absurdo) pusieron el nombre de su autor en el centro del candelero social de la época. Hasta entonces nadie se había atrevido a reflexionar sobre temas tan espinosos como la corrupción, el abuso de poder, el sin sentido de la violencia o la decadencia de la nobleza (la cual ya empezaba a manifestar síntomas de debilidad por aquel entonces) desde una mirada totalmente disparatada y plagada de sin sentidos bien hilados y coherentes en la mente del espectador. Los personajes en Ubú Rey no son personas ni seres humanos normales,  sino que se comportan como autenticas bestias sacadas de cualquier zoológico. En ella, los personajes actúan las veces, metafóricamente claro, de leones, gacelas, gusanos, sanguijuelas, serpientes, flamencos, lobos, monos, cotorras...En definitiva un lado animal que Jarry conoce muy bien y que parece fusionarse a la perfección con la idiosincrasia de los personajes, como si de una segunda piel se tratase. ¿Y que me decís de Polonia? Ese país en el que transcurre la obra y que bien podría también pasar en cualquier otro lugar. A parte del cachondeo más evidente (pues Polonia se disolvió y se refundó muchas veces a lo largo de su historia), Polonia se convierte en símbolo de que cualquier estado es susceptible de padecer el mismo destino, de esa anarquía, de esa extrema subida de impuestos, de esas masacres, en definitiva, de estar gobernada por alguien como Tío Ubú. Por último, y antes de pasar a la pertinente reflexión final, solo me queda deciros que por favor leáis primero la obra, y si por casualidad ésta se representa en vuestra ciudad, que corráis a comprar una entrada. Le estaréis haciendo un favor a los que viven del teatro, pero también a vosotros mismos, pues esas risas que Ubú Rey produce son realmente terapéuticas.

Efectivamente. Sé lo que estáis pensando. No es casualidad que a lo largo de la reseña haya resaltado el hecho de que, en la versión más clásica de la obra, Tío Ubú lleve dibujada en su oronda panza una espiral (símbolo del egocentrismo más absoluto). Como tampoco lo es el que haya decidido adjuntar la enésima caricatura de Donald Trump de las muchas que pululan por internet desde el día que conocimos la noticia de que se iba a convertir en el Presidente de los Estados Unidos. No, no es un acto inocente ni improvisado, aunque he de confesaros que el toparme con este dibujo, en el que se compara a Trump con Tío Ubú, si que no me lo esperaba. Una fortuita casualidad que me ha reafirmado aún más en hablaros del tema que ya tenía pensado tratar en este último párrafo. Queridas lectoras y lectores, es un hecho, estamos rodeados de Tíos Ubús. En la calle, en el supermercado, en el transporte público, en el trabajo, en nuestro propio hogar...Tal vez no nos lo hayamos planteado antes, pero, es muy posible que el compañero con el que compartáis café a medio día, el que se sienta a vuestro lado en el metro o incluso la persona con la que compartís vida bajo un mismo techo; escondan en el fondo una personalidad muy parecida a la de Tío Ubú. ¿Pero sabéis qué es lo peor de todo? Que hemos dejado que tipos así escalen los puestos de poder, llegando en ocasiones hasta la cima, o lo que es lo mismo, a convertirse en jefes de gobierno, presidentes de entidades financieras, dueños de importantes empresas y demás representantes de los diferentes ámbitos de la sociedad. Aunque sinceramente, lo que más duele es comprobar como en la mayoría de los casos los hemos aupado los propios ciudadanos. Los motivos nunca los entenderé, hay quien los vota por cachondeo, por falta de perspectivas, porque les dicen lo que en ese momento quieren oír, por morbo...Pero también porque a ciertos poderes les interesa tenerlo en un cargo de máxima responsabilidad. ¿Qué es mejor? ¿Tener a un idealista con fuertes convicciones o a un egocéntrico, narcisista y que se comporta como un niño para así manipularlo, cual marioneta, al antojo de quien más le convenga? Es posible que con esta descripción se os haya venido inmediatamente a la cabeza la imagen de Donald Trump desatado en uno de sus numerosos mítines. Pero también, las de otros Tíos Ubús, como por ejemplo Silvio Berlusconi en Italia o Jesús Gil (cuya lista de cargos da miedo enumerar teniendo en cuenta la personalidad del susodicho). Y voy a decir más, con Ubú Rey, Alfred Jarry se anticipó unas décadas a lo que sucedería en Europa durante la primera mitad del siglo XX. Una Europa en la que empezaron a brotar las figuras de una serie de dictadores cuyas formas de actuar y ejercer el poder no distaban mucho de las de Tío Ubú en el trono de Polonia. Da miedo pensar que ha sido el conjunto de la sociedad la que ha otorgado el máximo poder a personajes tan grotescos, tan parecidos al Tío Ubú que Alfred Jarry imaginó gruñir y gritar "¡mierdra!". Sin dejar de lado este tema, me llama poderosamente la atención que, en el caso de las mujeres con cargos de gran responsabilidad no nos topemos con una Tía Ubú. La explicación parece simple, a las mujeres se nos ha educado para no destacar, para no fanfarronear, para ser fieles, para no alardear delante de la gente, para estar calladas y dejar que los hombres hablen por nosotras. La gran mujer detrás de un gran hombre (algunos de ellos grandes de verdad) que, en el caso de Ubú Rey, tiende a ser sibilina y manipuladora, todo un tópico que trata de dar respuesta a por qué las mujeres no deben ejercer el poder ocupando puestos importantes. Ubú Rey es una obra de teatro machista, y lo digo con total sinceridad y a pesar del cariño que le tengo a este texto, hija de su época y de la mentalidad patriarcal de finales de siglo XIX principios del XX. Y vista desde el presente, podemos sacar dos cosas en claro. La primera, que los Tíos Ubús existen, y algunos de ellos son los responsables de dirigir nuestras vidas, algo que debería hacernos reflexionar. Y segundo, que el machismo de la obra nos despierta y nos puede ayudar a cambiar la situación. Moraleja: menos Tíos Ubús en el poder y más mujeres en las altas esferas desprovistas de los tópicos de Madre Ubú. Ubú Rey: una historia de ambiciones desmedidas, gruñidos, tacos, golpes de estado, monarquías en decadencia, tiranos con panza, subordinados inútiles...Una obra de teatro visionaria.
Frases o párrafos favoritos:
"TÍO UBÚ: ¡Mierdra!TÍA UBÚ:  Muy bonito, Tío Ubú, menudo golfante está usted hecho. TÍO UBÚ: ¡A que le rompo la crisma Tía Ubú!TÍA UBÚ: No es a mí, Tío Ubú, sino a otro al que habría que asesinar.
Película/Canción: aunque existen infinidad de compañías que han representado Ubú Rey sobre las tablas, esta vez me he decantado por algo distinto. En el año 2003 se estrenó en Polonia una interesante adaptación cinematográfica de la obra que, bajo el título Ubu Król, se mostraba una versión grotesca del país inmediatamente después de la caída del comunismo.

¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Alianza Editorial