Su madre concertó su boda con el hijo de los vecinos para firmar una tregua, antes de irse para Nueva York, pues las relaciones eran pésimas. Ahora que Tiffany tiene dieciocho años regresa a Montana para conocer a su prometido y a su padre, aunque no le hace ninguna ilusión, pero debe cumplir la promesa que hizo su madre hace quince años.Su viaje en tren y acompañada de su escolta ya la meterá en más de un lío pero al llegar a Montana las ideas un tanto locas de Tiffany le crearán más de un problema, sobre todo cuando conozca a su futuro marido Hunter Callahan.Los personajes protagonistas tienen mucho carácter sobre todo Tiffany, es valiente, decidida aunque un tanto testaruda y mandona y le gusta salirse con la suya, por otro lado Hunter Callahan el joven vecino y futuro marido al que iremos conociendo poco a poco es un ranchero trabajador y orgulloso de su hogar al que ninguna señorita neoyorkina le hará cambiar de opinión. Además ese carácter suyo tan pícaro provocará a Tiffany cada dos por tres y aportará a la historia el lado cómico que ésta adquiere en ocasiones.Los protagonistas y la ambientación de la historia están bien desarrolladas, al igual que la trama, aunque ésta me ha parecido un tanto lenta al principio y tal vez algo precipitada en su final.En general me ha gustado la novela pero creo que la escritora ha desaprovechado muchos momentos para darle más emoción e intriga a la trama, y luego la historia por la que los padres de la joven se debieron separar y que solo conoce la madre no me terminó de convencer del todo quizás por la precipitación con la que se explica.Por todo ello no será una de las grandes historias que recordaré de la escritora pero su lectura entretiene y por momentos logrará sacarte una sonrisa.
“Un corazón por conquistar” es una novela romántica histórica, sencilla y pausada, que te transportará a un lejano oeste lleno de peligros.
“Desde ahora es mi habitación favorita. Tú la iluminas, Pelirroja, créeme.”
“Parecían a punto de besarse, a saber por iniciativa de cual de los dos. Tenían las caras demasiado cerca.”“Aquel hombre sabía disfrutar de la vida y encontrarle gracia a las cosas más nimias, y su alegría era contagiosa. Nunca se había sentido tan próxima a nadie como a él.”