RESEÑA: Un poco menos que ángeles.

Publicado el 20 diciembre 2018 por Jimenada
UN POCO MENOS QUE ÁNGELES
Título: Un poco menos que ángeles.
Autora: Barbara Pym (1913-1980) nació en Oswestry, Shropshire. Se licenció en literatura inglesa en St. Hilda´s College, en Oxford. En la Segunda Guerra Mundial prestó servicio en el Cuerpo Auxiliar Femenino de la Armada británica. Posteriormente trabajó en el Instituto Internacional Africano en Londres. A lo largo de su vida escribió varias novelas, entre las que destacamos Mujeres excelentes (1952), Jane y Prudence (1953), Un poco menos que ángeles (1955), Los hombres de Wilmet (1958), No Fond Return of Love (1961), Murió la dulce paloma (1978), A Few Green Leaves (1980). Tras su muerte en 1980, se publicó su diario, A Very Private Eye (1985). Junto a Elizabeth Taylor está considerada una de las escritoras inglesas más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

Editorial: Gatorpardo
Idioma: inglés.
Traductora: Irene Oliva Luque.
Sinopsis: esta novela narra la historia de los amores, trabajos y las esperanzas de un grupo de antropólogos. Catherine Oliphant es escritora y vive con el apuesto antropólogo Tom Mallow. Su relación se tambalea cuando él comienza a tontear con una estudiante, Deirdre Swan. Al enterarse, Catherine empieza a mostrarse interesada por el solitario antropólogo Alaric Lydgate. Al enredo amoroso se le añadirán los tejemanejes de los compañeros de Deirdre y la competitividad que existe entre ellos por ganar una prestigiosa beca de investigación.
Su lectura me ha parecido: dulce, amable, irónica a más no poder, especialmente divertida, con un regusto austenita imposible de disimular... El año pasado, casi por estas mismas fechas, incluí en la ya tradicional lista de "mejores lecturas" a Mujeres excelentes. Una deliciosa novela escrita por la Barbara Pym, editada por Gatopardo Ediciones y que sin duda supuso un gran descubrimiento, además de la demostración de que el humor puede ser novelado, y si éste es inglés todavía más. Aquella fue una de las lecturas que me acompañó en los días previos a las vacaciones de verano y la disfruté tanto que no pude contenerme, llegando incluso a escribir personalmente a la editorial para felicitarles por el buen ojo que habían tenido al apostar por esta autora inglesa y su microcósmos particular, que no es otro que el de la Inglaterra de los años 50 y 60 del pasado siglo XX pero con aires de otra época, más lejana, igual de apasionante y que tuvo como protagonista a la gran Jane Austen.  Sobrevalorada para unos, pionera para otros, un ejemplo en el que deberíamos mirarnos todas las mujeres que aspiramos a convertimos en escritoras. La cuestión es que su literatura provocó la eclosión, siglos más tarde, de Barbara Pym, hoy en día considerada una de sus herederas en lo que a escritura se refiere que no dudó en pasar a cada uno de sus personajes por el filtro Austen para crear historias tan divertidas como inolvidables a pesar de su a edulcorada puesta en escena. Debido al gran éxito que supuso en España la traducción y publicación de Mujeres excelentes, la editorial siguió apostando por Pym. Desde entonces hasta ahora son tres las novelas de Pym que el lector puede adquirir en cualquier librería o biblioteca de barrio, aunque la editorial se está afanando por regalarnos un cuarto volumen en verano de 2019. Entre ellas, la que hoy tengo el placer de reseñar. Una novela que se encuentra en la misma línea de su novela mas conocida y que ha permitido reencontrarme con ese toque british que tanto echaba de menos. Un poco menos que ángeles: amor, celos, amistad y rivalidad académica con algún que otro problema burocrático de por medio.   
La historia de como esta novela acabó entre mis manos no hubiese sido posible, como ya habréis intuido en el primer párrafo, sin la irrupción de Mujeres excelentes en el verano de 2017. Como ya comenté en su momento no fue un libro que me llamase especialmente la atención, de hecho, el encontrarme tantas reseñas positivas me hizo sospechar, ir con pies de plomo, dirigirme a dicho libro con mucha cautela. La misma historia de siempre: libro que tanto los lectores como la crítica no duda en ponerlo por las nubes para luego, una vez te adentras en su lectura, pegarte el batacazo del siglo al descubrir que tampoco era para tanto. Eso me sucedió con Mujeres excelentes durante un tiempo, hasta que, y vencida por una insaciable curiosidad (pues en el fondo quería comprobar si todo aquellos maravillosos comentarios eran ciertos) decidí darle una oportunidad. La bofetada que sentí fue memorable, metafóricamente hablando, al igual que esa expresión de asombro. Se me cayó literalmente la cara de vergüenza y sólo me quedó confirmar a modo de reseña que Mujeres excelentes era todo eso y más. Incluso vi justa la comparación que algunas y algunos hacían respecto a Jane Austen, algo que con otras escritoras en concreto hubiese criticado, negado y hasta maldecido. Hacía tiempo que no me pasaba, que no encontraba justificadas las críticas, y es que la novela de Pym, además de estar bien escrita, te hacía pasar un buen rato, alegraba mi sesión de lectura, esperaba a que fuese de noche para retomarla y continuar por donde lo había dejado el día anterior. No es que a raíz de esto me volviese una fan absoluta de Barbara Pym, pues hay otros géneros y autoras que me llenan más, pero si de su estilo y de su forma de contarnos las relaciones de pareja de la Inglaterra de mediados de siglo XX, sacándole todo el partido que se merece a las situaciones completamente anodinas y que para otros autores no merecen ni siquiera un poco de atención. El recuerdo de Mujeres excelentes me acompañó durante mucho tiempo, aunque con el paso del tiempo éste se fue diluyendo, dejando hueco a otras lecturas que en aquellos momentos acaparaban toda mi atención. Sin embargo, a punto de empezar las vacaciones de verano, conocí la noticia de que Gatopardo iba a publicar Un poco menos que ángeles, algo que me hizo primero exclamar de alegría y afinar los oídos para enterarme te todo lo concerniente a este ejemplar al respecto. La única pega que le encontré fue su título, tan blandito, tan dulce, tan ñoño, como esa canción de ABBA que traducida al castellano viene a decir "creo en angelitos"... Tras hacerme con ella y resistirme durante unos meses a su lectura, pues pillé un momento en el que el terror acaparó gran parte de mis sesiones de mantita, sofá y libro, conseguí hacerme el ánimo. Una vez llegué a la última página saqué dos conclusiones bien claras: la primera, que seguía sin convencerme el título, y la segunda, que el regreso al universo de Barbara Pym no pudo ser mejor.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Un poco menos que ángeles presenta una lectura amena, ágil, a ratos un tanto previsible (uno de los pocos fallos, junto con el título, que ahora mismo me vienen a la cabeza), retorcida en cuanto al enredo (derivando hacia lo cómico), pero sobre todo, extraordinariamente divertida. No te partes la caja con sus ocurrencias, que las hay y a borbotones, pero si sonríes, sueltas una ligera risilla, no demasiado estridente (como si me sucedió con la lectura de Wilt de Thom Sharpe o con la última novela de Ian McEwan) o simplemente sonríes, tímidamente, como las mujeres de esta novela, algunas de ellas en las antípodas de lo que la sociedad quiere que sean. La historia es sencilla. Un poco menos que ángeles narra las peripecias de un grupo de personas: una escritora (protagonista absoluta de la novela), su marido (reputadísimo antropólogo), la amante de éste, la madre y la tía de ésta última, una bibliotecaria, su hermana, su otro hermano (un antropólogo de segunda e incapaz de escribir su propio libro con sus investigaciones) y dos estudiantes (de antropología, ¡como no!) obsesionados por conseguir una beca de investigación. Con esta amalgama de personajes, alejados de la construcción plana o de la excesiva caracterización, Barbara Pym construye una historia de líos, malentendidos, celos que matan con la mirada y situaciones absurdas en el marco de una pugna intelectual por ascender dentro de la compleja aristocracia universitaria. Nadie se salva de hacer mella en el lector que los conoce, en especial Catherine Oliphant (la escritora cuyo apellido es un claro homenaje a Margaret Oliphant, una de las escritoras de terror más famosas de la época victoriana), su arrogante compañero sentimental el antropólogo Tom Mallow (cuya única preocupación es el trabajo, ergo, sus investigaciones dentro del ámbito académico), las hermanas Mabel y Rhoda (cuyas diferencias de opinión respecto a ciertos temas arrancan más de una sonrisa en el lector), Alaryc (personaje frustrado, amargado, envidioso y que mantiene una constante lucha consigo mismo y con sus conocimientos que, sin embargo, de poco le sirven a la hora de la verdad) y los ambiciosos e intrépidos estudiantes Mark Penflod y Digby Fox (sin duda, el dúo dinámico de la novela). A parte de la genialidad de sus personajes, Un poco menos que ángeles destaca por sus sutiles y bien expuestas metáforas que, aunque no se nombren explícitamente, el lector las asimila hasta el punto de posibilitar una reflexión a partir de ellas. Una de las más clamorosas es el hecho de que Pym nos presente una novela en la que se abordan las diferentes relaciones sociales entre sujetos de marcada personalidad a la vez que nos introduce en los pormenores de los estudios de la antropología, ciencia que precisamente estudia los comportamientos humanos. Abordado desde lo indirecto y aderezado con un humor muy característico, elevan la nota de esta novela de aprobado a notable. Mención a parte merece, como ya comenté en su momento en relación a Mujeres extraordinarias, el humor, parecido, por no decir calcado al que empleaba Jane Austen en Emma, Orgullo y prejuicio o Lady Susan entre otras. No hay mejor arma que la ironía para evidenciar las equivocaciones del ser humano, Barbara Pym lo sabe bien y por eso no ha dudado en adoptarlo una y otra vez no sólo en ésta novela en concreto, también en la cuasi totalidad de su obra. La coralidad y la variedad de edades, trabajos, mentes más liberales o más cuadriculadas se entremezcla con una sutileza que, en última instancia y a modo de conclusión, reviste de profesionalidad a una novela en la que lo que nos parece a insignificante cobra un singular y divertido protagonismo.

“Yo no soy una de esas mujeres excelentes que pueden simplemente quedarse en casa, comerse un huevo cocido, prepararse una taza de té y estar espléndidas, pensó, ¡pero qué bien le vendría serlo!" . Con estas palabras Barabara Pym aglutina su razón de ser en el mundo de la literatura, su personalidad, su constante a lo largo y ancho de sus páginas. Nadie puede reprochar a Pym de haber creado unos personajes que, desde una apariencia conservadora y aparentemente rancia, brote un espíritu libre con el que nos gustaría toparnos más a menudo y no sólo en el terreno de la palabra escrita. Personajes como Catherine Oliphant, de quien nos podríamos tirar horas y horas hablando, cuya fortaleza y mayor virtud radica en una férrea independencia de los hombres. A pesar de vivir bajo en mismo techo con Tom Mallow, Catherine se reafirma en dos cuestiones. La primera, que ella jamás se comportaría como otras mujeres que conoce, mujeres excelentes (atento al descarado guiño de la autora a su novela más famosa) que se levantan por las mañanas temprano para preparar el desayuno a sus maridos o un té, como viene siendo una constante a lo largo de la novela (tan británicos). Esta acción cotidiana viene a decirnos, en otras palabras, que no está dispuesta a caer en las exigencias que por ser mujer está obligada a cumplir, y por supuesto, a pensar en ella antes que en el resto, antes que un hombre en definitiva. Y la segunda, la cuestión matrimonial. En el libro, Catherine y Tom viven juntos, bajo un mismo techo, son pareja pero sin un anillo de por medio. Algo que no les impide llevar una vida normal. Catherine lo tiene claro, no necesita el matrimonio para ser feliz ni para reafirmarse como mujer. De hecho, cuando los problemas empiezan a aparecer en la pareja, es ella la que toma las riendas de su vida, guiada por su innata independencia, convencida de sus posibilidades sin la necesidad de tener a un hombre a su lado. En este sentido, a diferencia de su idolatrada Jane Austen quien sí creía en el matrimonio y su importancia en la vida de toda mujer (no le podemos pedir mucho a una mujer que vivió en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX), Pym modela unos personajes femeninos que, en un mundo tan conservador y no tan alejado del universo austenita, consiguen sobreponerse sobre los estereotipos, los prejuicios y lo que se espera de ellas. A pesar de todo, las novelas de Pym en general lanzan un mensaje claro y contundente, el de que el mundo no necesita mujeres perfectas, atentas, dóciles, serviciales, sumisas, excelentes, dispuestas a preparar un aperitivo o una merienda copiosa o de obedecer a pies juntillas las órdenes del marido, padre o hijo de turno. En resumen, de dejar de ser ellas mismas. ¿Y si en realidad lo que la sociedad necesita son otro tipo de mujeres? Imperfectas, con personalidad, que se equivocan, que no se rigen por la corrección política, que luchan por sus sueños, que aspiran a comerse a bocados la vida sin que nadie se lo impida, con independencia, pasión y tesón. ¿Y si en realidad las mujeres excelentes son de verdad estas últimas? ¿Y si dejasen de ser un poco menos que ángeles? ¿Ángeles del hogar? ¿Ángeles protectores? ¿Y si hacemos que bajen a la tierra y se comporten como de verdad quieren ser? ¿No sería maravilloso? Un poco menos que ángeles: una historia de enredo, envidias académicas, antropología, emancipación femenina, grandes dosis humor irónico... Una novela perfecta para pasar un buen rato en compañía de una taza de Earl Grey.
Párrafos o frases favoritas:
"Pero seguro que había, o tenía que haber, alguna amiga íntima, alguna antigua compañera del colegio a quien pudiera recurrir. ¿Alguien que viviese en un piso compartido, que trajinara de acá para allá para prepararle unos huevos revueltos y café en un hornillo de gas y después se sentara con ella, dispuesta a escuchar sus confidencias?”
Película/Canción: a falta de una adaptación audiovisual, he decidido adjuntar la pieza de BSO que me ha acompañado a lo largo de la escritura de la presente reseña. Lo sé, pertenece a un western, pero en mi cabeza siempre la he asociado o bien al espíritu de Cantando bajo la lluvia o a la vida tranquila y apacible a las afueras de cualquier ciudad británica que tanto nos muestra la literatura. La imaginación no está reñida con la realidad.

¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Gatopardo Ediciones