RESEÑA: Una mujer en Berlín.

Publicado el 09 enero 2018 por Jimenada
UNA MUJER EN BERLÍN
Título: Una mujer en Berlín.
Autor: Marta Hillers (Krefeld, Imperio Alemán, 1911 - Basilea, Suiza, 2001) fue una periodista alemana y autora del libro autobiográfico Una mujer en Berlín, su diario desde el 20 de abril al 22 de junio de 1945 en Berlín (durante la Batalla de Berlín). Fue publicado de manera anónima para proteger su identidad ya que el libro narra su experiencia como víctima de las violaciones durante la ocupación del Ejército Rojo. Tras un largo proceso de investigación y de trabajos comparativos por parte de Walter Kempowski, fue finalmente el historiador británico Anthony Beevor quien confirmó la autoría del libro.
Editorial: Anagrama.
Idioma: alemán.
Traductor: Jorge Seca.
Sinopsis: en este documento único no se ilustra lo singular sino lo que les tocó vivir a millones de mujeres durante la Batalla de Berlín: primero la supervivencia entre escombros, sin agua, sin gas, sin electricidad, acuciadas por el hambre, el miedo y el asco, y posteriormente, tras la batalla, por la venganza de los vencedores. No hay rastro aquí de aquella autocompasión que padecieron los alemanes tras ser derrotados.  Con el prólogo de Hans Magnus Enzensberger y un epílogo de Kurt W. Marek, crítico y periodista al que la autora confió el manuscrito, Anagrama publica un texto capital para conocer lo que sucedió en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.
Su lectura me ha parecido: a veces, queridos lectores y lectoras, una se siente incapaz de describir lo que de verdad opino acerca del libro que hoy reseño. Os diría que es dolorosamente desgarradora, que su rotunda sinceridad abruma y que un escalofrío recorre tu cuerpo de arriba a abajo cada vez que posas la mirada sobre el papel. Os diría que es valiente, contundente, 0 condescendencia, tremendo, con un punto terriblemente sinestesico, arrollador, perturbador, devastador. Os diría que pertenece a esa clase de libros difíciles de olvidar, cuyo recuerdo se te incrusta en el cerebro para siempre, como un continuo aviso, un desesperado mensaje, un sonoro toque de atención tan necesario como atemporal. Una sacudida brutal capaz de mover los cimientos más solidos que todo lector construye a través de todos los libros que uno va leyendo a lo largo de su existencia. Como habéis podido comprobar, a veces es difícil escoger los adjetivos adecuados para describir una experiencia lectora, y más si se trata del libro que hoy vuelvo a tener entre mis manos. Una sola palabra no basta para contar una historia, ni para describir con pelos y señales lo que sucedió durante aquellos días en los que los cimientos de la capital del Tercer Reich comenzaban a desquebrajarse. Una palabra no es lo que se merecen sus habitantes, en especial las mujeres, absolutas protagonistas de este imprescindible relato. Una mujer en Berlín: la supervivencia entre destrucción y las terribles represalias de los vencedores.

Una mujer en Berlín forma parte de mis recuerdos más recientes y resume, en parte, una de las cuestiones que durante un tiempo ocupó mi interés intelectual, que no es otro que el de la lectura de testimonios procedentes del pasado. Fue en tercero de carrera cuando experimenté ese primer y verdadero contacto con este tipo de fuentes. Durante mi etapa en el instituto, y siempre por voluntad propia, me había hartado de leer libros de un corte similar al famosísimo Diario de Anna Frank, pero en cuando comencé a leer aquellos textos, el mundo pareció abrirse ante mis curiosos ojos. Esta primera experiencia me ayudó a introducirme en su lectura, pero no fue hasta el Máster cuando entonces tuve el privilegio de leer más testimonios, analizarlos como es debido, investigar a través de estas fuentes e incluso asistir a una conferencia sin precedentes en la facultad, en la que pude escuchar el relato de Sigfried Meir, superviviente de Auschwitz y Mauthausen. Sin embargo, aún se me quedaban cortos dichos conocimientos adquiridos, por lo que empecé a buscar por mi cuenta otros diarios, escritos y demás libros que pudiesen mostrarme otra cara de la Segunda Guerra Mundial. Fue de este modo como di con Una mujer en Berlín, mientras buscaba, distraída, algún libro para poder leer aquel caluroso verano de 2016. Uno de los profesores del Máster, cuya presencia lograba imponer a más de uno, fue el que nos habló de dicho libro, sin embargo, y siempre por culpa del tiempo, no pudimos entrar en su lectura y análisis. Desde entonces, desde aquella clase, no pude dejar de pensar en Una mujer en Berlín. Algo me decía que aquel era el libro que tanto buscaba y que anímicamente estaba preparada para leer, por lo que en cuando lo vi, allí, reposando sobre uno de los enormes estantes de la Biblioteca de Humanidades, no lo dudé ni un segundo. Junto con La Pimpinela Escarlata se convirtió en la lectura más importante de aquel verano, tanto que, como ya he comentado en el primer párrafo, su recuerdo lo llevo grabado a fuego en mi memoria. Hacía mucho tiempo que un libro no lograba superar mis expectativas ni ofrecerme las respuestas que necesitaba, y éste en concreto me hablaba de lo que verdad andaba buscando, es decir, de esas voces situadas en los márgenes de la historia, de esos protagonistas que durante años habían sido silenciados, ignorados y olvidados por historiadores y la sociedad en general. Hoy, dos años después y tras haberme nutrido de otras lecturas similares, os puedo asegurar que ninguna ha logrado superar el estilo y la dureza de Una mujer en Berlín.

En lo que respecta a su lectura, comenzaremos diciendo que Una mujer en Berlín presenta una lectura con diferentes caras. Por un lado, para quienes estén interesados en el tema, se toparan con un libro que rebosa las expectativas y todo lo que hayáis podido escuchar acerca de él. Y por otro, para quienes no estén acostumbrados a leer este tipo de libros, el impacto tal vez sea mayor. Eso si, lo que está claro es que este texto en su conjunto se compone de varios elementos esenciales. El primero de ellos, una observación desmedidamente despiadada. Sin tapujos, sin artificios, sin tratar de esconder los detalles más duros, la autora nos narra lo sucedido durante aquellos tres meses en los que Berlín se caía a pedazos y en los que las tropas rusas arrasaron con todo, sin importar el daño que podían causar. Y para ello, no hay mejor arma que la franqueza, que conduce irremediablemente a la verdad, por muy terrible que al lector le parezca. La autora no se deja nada en el tintero, absolutamente nada, lo que nos da una idea de que la finalidad de Una mujer en Berlín va más allá de la de proporcionar un simple testimonio. El segundo, la impactante serenidad. Sus ojos observan sin filtro su alrededor, un paisaje nada halagüeño en donde la supervivencia entre el caos y la destrucción propias de una guerra se apodera de los habitantes de la capital alemana. Pero ese es el día a día, desde hace un tiempo, y la autora, aunque en el fondo desea que la contienda finalice, vive su realidad con una serenidad curtida a base de la experiencia que ofrece la crudeza de una guerra. Todos los personajes, reales todos ellos, que aparecen en el libro conviven con el miedo y la incertidumbre, tanto es así que estas emociones acaban por volverse cotidianas. Las circunstancias les han obligado a naturalizar todo eso, algo que el lector no puede evitar observar con pasmo, para después darse cuenta de que en las mismas circunstancias, probablemente actuaríamos del mismo modo. El tercero, ese humor macabro que no hace sino envolver a Una mujer en Berlín de una escalofriante bruma. Introducir el humor en un libro de este tipo siempre es arriesgado, se corre el peligro de caer en la frivolidad o en el chiste de peor gusto. Sin embargo, es precisamente el pertinente uso del humor, un humor sin condescendencias y tan frío como el hielo, lo que hace que el lector acabe cautivado. Su autora logra prender una leve chispa en los momentos adecuados, que en ocasiones, suelen ser los que el lector menos se espera. Dicen que hay que tomarse las cosas con humor, pero cuando hay una guerra de por medio, éste acaba apareciendo en medio de bunkers atestados de gente, en plazas convertidas en auténticos campos de batalla e incluso en esos momentos en los que es mejor cerrar los ojos y no moverse. Lo dicho, humor oscuro para tiempos aún más oscuros. Y por último, en cuarto lugar, una reflexión clara e insobornable: la de que ningún bando es bueno. Ni el de los alemanes ni el de los rusos, todos cometen las mismas atrocidades cuando la guerra lo inunda todo. Y aunque Una mujer en Berlín se centra en narrar las barbaridades cometidas por el ejército soviético en un terrible sentimiento revanchista y vengativo, la autora deja bien claro que ante una situación así, las personas se muestran tal y como son, y en algunos casos, pueden parecerse al mismísimo demonio. Finalmente, y a modo de recapitulación, os diré que Una mujer en Berlín, aunque no sea una novela, aunque esté estructurada a modo de diario personal y a pesar de todo lo que he comentado, lo cual, puede echar para atrás a más de uno por su dureza, os aseguro que merece la pena leerlo. Su lectura logra removerte el estómago, pero también la conciencia, y eso es lo más importante.

Nadie que haya leído Una mujer en Berlín puede negar que éste es un libro único, no sólo por la forma en la que su autora narra lo sucedido, también por esa valentía al atreverse a hablar de las grandes olvidadas de los conflictos bélicos: las mujeres. El machismo impregna cualquier guerra, hasta el punto de llevar dichas actitudes normalizadas por la sociedad del momento al extremo más despiadado y terrible. Y dentro de todas las atrocidades que se cometen contra las mujeres en contexto de guerra, las violaciones están a la orden del día. En Una mujer en Berlín, la autora describe con pelos y señales como los soldados soviéticos, ávidos de venganza, asaltaban a las mujeres alemanas para violarlas salvajemente. Incluso a lo largo del libro, la propia autora es víctima de acoso sexual y de intentos de violación. En aquella época, la violación suponía condenar a la mujer moral y socialmente para el resto de su vida. La perdida de confianza por parte de la sociedad, la dificultad de encontrar un trabajo digno, la demonización de la persona o, en el caso de que fruto de la violación naciese un bebé, te colgasen el San Benito de "madre soltera", algo que no estaba bien visto a mediados del siglo XX y que todavía sigue suscitando habladurías en pleno XXI. El lector eso lo sabe de sobra, pero en cuanto, tras leer Una mujer en Berlín, comprueba como, sin necesidad de montar una guerra, se siguen produciendo violaciones, incluso en el primer mundo, a dos manzanas de su casa, su rostro palidece al instante. La idea de asociar a la mujer con un objeto y la conocida como "cultura de la violación" hacen posible que se produzcan casos como el de La Manada y tantos otros no tan mediáticos. Hace unas horas la presentadora, actriz y activista por los derechos sociales Oprah Winfrey pronunció uno de esos discursos para la historia, en donde enarbolaba el famoso "Time´s Up" y la verdad, como mujer y persona que soy, no puedo dejar pasar la oportunidad de reclamar mayor igualdad y menos impunidad. Ninguna mujer debería ser agredida sexualmente ni ser discriminada por su condición femenina, y para ello, para lograr un mundo más igualitario, la educación en fundamental, la única vía para lograr que la situación cambie. Lecturas como Una mujer en Berlín pueden ayudar a los historiadores a comprender mejor esa parte de la historia que, por desgracia, ha permanecido durante mucho tiempo en los márgenes o directamente olvidada. Las mujeres en la historia son importantes, algo que ya nos debería haber quedado claro desde hace mucho tiempo. Pero también, Una mujer en Berlín puede leerse en las escuelas, en la asignatura de Historia, ya no sólo para conocer la historia desde una perspectiva nueva, también para que las futuras generaciones, tanto la de las mujeres, pero especialmente la de los hombres, sepan que meter mano a una mujer sin su consentimiento o piropearla por la calle es acoso sexual. En guerra las violaciones se cuentan por millones, pero en tiempos de paz, éstas se convierten en invisibles para la sociedad. Una mujer en Berlín: una historia de terror, hambre, combates, disturbios, acoso, discriminación, violación...El más valiente testimonio de denuncia  frente a la cara más despiadada del poder patriarcal.
Frases o párrafos favoritos:
"Quien quiera enterarse de lo que en realidad ocurrió en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, tendrá que preguntarle a las mujeres. Y es que, entre las ruinas, los hombres demostraron ser el "sexo débil"."
Película/Canción: en el año 2008 se estrenó la primera adaptación cinematográfica de este libro. Bajo el título Anonyma, dirigida por Max Färberböck y protagonizada por la actriz alemana Nina Hoss.  

¡Un saludo y a seguir leyendo!