Título: Yo fui a EGB 3Autores: Javier Ikaz/Jorge DíazEditorial: Plaza & JanésNº de Páginas: 288ISBN: 9788401015885
Año de edición: 2015SINOPSIS DE LA EDITORIAL:¿Recuerdas los largos y fabulosos veranos que pasabas en el pueblo con tus abuelos?
¿Todavía te sabes de memoria las canciones de los juegos de tu pandilla?
¿Volverías a revivir las anécdotas de clase?
Hay muchas historias de EGB por contar y Jorge y Javi, los creadores de Yo fui a EGB, están dispuestos a acompañarte por todas ellas. Descubre las nuevas sorpresas, emociones y recuerdos que contiene este tercer volumen de Yo fui a EGB.JAVIER IKAZ Y JORGE DIAZ, LOS AUTORES: Javier Ikaz nació siendo aún muy pequeño, concretamente un abril de 1978, pero con la total convicción de que no le gustaría ir a clase. Cuando llegó el momento de ponerse la bata y acarrear una pesada mochila descubrió que aquello tampoco estaba tan mal, a pesar de las matemáticas. Hizo muchos amigos de los que se alejaba cuando se ponían a jugar al fútbol, ocasión que aprovechaba para leer y escribir. De hecho la afición la mantiene y le ha permitido publicar varios libros, y gracias a su cinefilía ha dirigido numerosos cortometrajes y un documental. No era mal estudiante y mucho menos bueno, pero finalmente acabó con el libro de escolaridad en un cajón del mueble del salón, junto a un montón de cartas del banco sin abrir, y con un título de informático sin ejercer.
Desde bien joven desarrolló un oído musical nefasto, a pesar de tener la casa llena de cassettes de todo tipo. Una vez se encontró una moneda de cien pesetas en la calle y descubrió que la vida merece la pena. Desde entonces lee y escribe como si no hubiese mañana. A veces hasta de manera profesional.
Se aficionó a llegar tarde por las mañanas y enseguida descubrió que el pasillo no era ningún castigo. No ganó ni una sola medalla, pero sí un montón de amigos que todavía conserva y a los que sigue llamando por su mote del cole.
De la universidad salió con un título en Ciencias de la Información (Publicidad) que le permitió trabajar como creativo en varias agencias de publicidad hasta que hace un par de años decidió montar la suya propia, Pentsaleku, ese lugar al que mandan a los niños a pensar cuando se portan mal. Además de diseñar, bloguea y, durante los últimos ocho años, ha escrito en un montón de publicaciones hasta hacer de los blogs su profesión y conseguir hablar de música sin necesidad de tener que cantar. Hace muy poco descubrió que ya no se pone colorado. IMPRESIONES:Tras el éxito obtenido con el primero libro de Yo fui a EGB hubo una segunda parte, que acabó con el tópico de “segundas partes nunca fueron buenas” ya que estuvo incluso hasta mejor que el primero. Y como ya dicen que “no hay 2 sin 3”, estas navidades, nuevamente, salió el tercer volumen de lo que tiene pinta que va a ser una enciclopedia como esas que teníamos todos en el salón de casa tras estar un buen tiempo coleccionando fascículos.
En la parte final aparece la cocina típica de la EGB con aquellos muebles llenos de armarios, la mesa de formica y la panera encima de la nevera. ¿A qué con sólo verla os viene el olor a Cola-Cao?
La mayoría de los niños de la EGB vivíamos en barrios que se habían desarrollado durante las décadas de los 60-70 en los que abundaban los descampados donde los niños jugábamos cuando no teníamos que ir a clase.
En este capítulo se recuerdan aquellas canciones que cantábamos durante nuestros juegos. Yo algunas no las conocía, ya que en cuanto a juegos y canciones se refiere, cada zona de España tiene los suyos. Y por zona me refiero no sólo a regiones, si no incluso hasta municipios y barrios dentro de la misma provincia. Os aseguro que yo que en mi infancia jugué en muy diversos lugares de España, veía que con sólo moverme un poco de mi zona habitual, comprobaba como había alguna cosa nueva que en donde vivía habitualmente nadie conocía.
Teníamos canciones para rifar algo, como por ejemplo quien se queda a contar al escondite (en algunas sitios se decía “ligársela”. No veis como ya empieza a haber diversidad incluso en el vocabulario). De las que vienen en el libro recuerdo la de “en un café se rifa un pez, a quién le toque el número 3” (ó el 10 que también valía). También para la cuerda (donde había un gran repertorio de canciones). Yo recuerdo la de “una dole tele catole quile quilete...” que en el libro la incluyen como una canción para rifar. Por supuesto la de “el cocherito leré me dijo anoche leré” (que sale en la peli de Los Goonies”). O la de “al pasar la barca me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero” o también la de “una, dos, tres, pluma, tintero y papel para escribir una carta a mi querido Miguel...” (luego la letra que conocía yo seguía de otra manera a como dice el libro). Con la cuerda se podía jugar a la barca o a la comba y las canciones variaban en cuanto a una forma u otra. A la cuerda jugué muchas veces, pero en la EGB hubo un juego entre las niñas que la desbancó y fue la goma, ya que tenía la ventaja de que si había poca gente podías atarla entre 2 barrotes y así todas podíamos jugar (quedarse parada con la goma era lo peor que te podía pasar, sin duda). Con la goma jugábamos a las alturitas donde había que saltarla o a hacer diversos juegos con ella cantando canciones como la de “patina patina patinaba una niña en París...” o “Escribe a máquina con más color y verás la cara de tu profesor...” que arrasó en varios lugares de España (se jugaba con la goma cruzada y decían que la canción venía de un anuncio que lo debieron poner en la tele cuando yo no había nacido, ya que nunca lo vi). Y si queríamos jugar en triángulo teníamos la del “Trina, Trina, Trinaranjus...”. Había también canciones para los juegos de palmas donde se trabajaba la sincronización. Una canción que marcó mucho fue la de “En la calle 24 ha habido un asesinato, una vieja a matado un gato con la punta de su zapato....”, que había que repetir la sílaba final y donde a parte de jugar con las palmas había que agacharse. Si fallabas, quedabas eliminada. Verdaderos campeonatos había con esta canción que es un auténtica crónica de sucesos con maltrato animal incluido. Porque estas canciones, a veces, eran un tanto políticamente incorrectas como una que trae el libro y que no conocía y que habla de un tal Federicoque mató a su mujer y la hizo picadillo.... Y es que, como veremos más adelante, estos tiempos fueron un tanto peligrosos... Y, por supuesto, también estaban las canciones de las excursiones (en mi colegio hacíamos siempre alguna excursión cultural y luego la de final del curso, que era la joya de la corona). Nada más sentarnos en el autobús empezábamos con nuestro cancionero habitual que incluía éxitos como “una sardina, 2 sardinas, 3 sardinas y un gato” o la de “ahora que vamos despacio vamos a contar mentiras tralalá”. También estaba la de “en la puerta del colegio hay un charco y no ha llovido...” si queríamos destapar algún romance oculto entre los presentes.CAPÍTULO 3: ¿A QUÉ NO SABÍAS QUE...?En este capítulo conoceremos algunas curiosidades relacionadas con nuestros ídolos de la época. Como se trata de “secretillos” tampoco me quiero explayar mucho ni desvelaros nada.
Aquí conoceremos por fin qué era Don Pimpón, ese muñeco que era intimo amigo de Espinete en Barrio Sésamo. También sabremos que la polémica estuvo presente en series como Pumuky (aquel duendecillo pelirrojo que se colaba en una carpintería) o en La bola de cristal, ya que aquello de “viva el mal viva el capital” que decía la Bruja Avería no debió gustar a todo el mundo
También nos enteramos de cosas de nuestras películas favoritas como Los Goonies, Regreso al futuro o Indiana Jones.
CAPITULO 4: MIS TERRORES FAVORITOS.
Si hay una cosa que te gusta hacer cuando eres pequeño es hablar con otros niños de historias de miedo. Es cierto que lo pasas un poco mal, pero también esa sensación de temor, te hace soltar adrenalina y a la vez te gusta. Eso sí, sin pasarse y sin llegar a grandes extremos, como me pasó a mí una vez (ya os lo contaré más adelante).
En el capítulo hablan también de otros tipos de miedos como el de ir al dentista o el de saltar el plinto en gimnasia. Pero yo me voy a centrar en esos momentos donde nos poníamos misteriosos contando historias que habíamos oído o que nos había ocurrido (sí, porque todos teníamos algún suceso extraño que contar como portazos inexplicables o voces que no sabíamos de dónde venían).
También había leyendas que pululaban por toda España como la de la famosa Verónica que había muerto haciendo la Ouija y que iba a tu colegio (que en todos los colegios había una Verónica que había quedado entre 2 mundos). También la de la mano negra que si decías ciertas palabras en el baño después de tirar de la cadena, venía y te estrangulaba (no conozco a nadie que se atreviera a invocarla).
Y como no: la chica de la curva, esa que hacía dedo y que cuando llegaba a una curva peligrosa tras avisarte del peligro, desaparecía sin más (se dice que ahí murió una chica hace varios años). Esta leyenda al parecer ya existía en el Siglo XVIII.
No sé ahora pero durante aquellos años estaba muy de moda hacer la Ouija y jugábamos con ella como quien juega a las cartas. Siempre se decía que el vaso se movía por fuerza mental (pero el caso que yo la hice una vez y la copa corría por todas las letras).Y si hablamos de miedo, no hay que olvidar el cine de terror de la época con películas como Poltergeist o El Resplandor con aquellas gemelas que aparecían en el pasillo de aquel terrorífico hotel. (foto). Tampoco la tele se quedó atrás y así tuvimos series como Historias para no dormir de Chicho Ibáñez Serrador o el cortometraje La cabina, que si lo veías no querías hacer una llamada desde una cabina más en tu vida.También la música tuvo su homenaje al miedo con el archifamoso vídeo-clip de Michael Jackson, Thriller. que está considerado el mejor de la historia. Y es que el miedo puede dar mucho juego, está visto.
CAPITULO 5: DIA DE FERIA.
Este es uno de los capítulos con los que más he disfrutado, ya que a través de sus páginas recordaba aquellos días que había feria en mi barrio.
A finales de abril llegaban los feriantes y empezaban a montar las atracciones con las que nos íbamos a divertir durante los días que duraban las fiestas. No faltaba el Saturno, el Saltamontes, El Zig-Zag o aquella barca que se balanceaba de un lado para otro y a la que nunca me atreví a montar.
Pero si había una atracción reina esa era los coches de choque. Siempre estaba apartada y al final de la feria por su magnitud. Se convertía en la discoteca de la feria, sin duda, debido a la música que ponían y como te podías sentar en unos barrotes que había alrededor de la pista, ahí sólo faltaba una barra para consumir una bebida. Nunca faltaban Los Chichos o Las Grecas, pero también se acordaban de los éxitos del momento como los de Bon Jovi o Patrick Hernández. A veces nos animábamos y montábamos (y pobre de ti se quedas atascado en mitad de la pista).Este es, sin duda, el capítulo más difícil de todos, ya que hay sentidos que es complicado recordar a través de su lectura. El primero es el olfato y ahí tendríamos, por ejemplo, el ambientador en forma de pino que nuestros padres tenían en el coche y que en cuanto montabas en él, ya te mareabas. Y, como no olvidar el olor a ceras Manley o el del pegamento Imedio, que más de un colocón provocó a algunos niños de la época. Y si hablamos de olores, no nos podemos dejar nuestro perfume: Chispas, que para muchos fue nuestra primera colonia.El segundo es el oído, con sonidos “inolvidables” como el de el Spectrum cargando un juego o el de las primeras conexiones a Internet o cuando codificaban el Canal Plusy ya no podías ver la película o el partido de la jornada (se decía que cierta película de los viernes por la noche llegaba a congregar como a 25.000 personas que no les importaba ver aquello sin codificar). En cuanto a sonidos agradables, nos encantaba la canción de Movierecord que ponían antes de empezar la película o la de la máquina de petacos que había en todos los bares (que por cierto ¿os acordáis del ruido de las monedas al caer de aquellas máquinas en las que había que hacer combinaciones y si salía premio ganabas un dinero?).
El tercero es el gusto, con sabores agradables como el de la copa Dalky de Chamburchy (mmmmmm), algo olvidados como el de la Mirinda (que parece que todavía existe en algunas zonas de España) o resultones como el del Tang (aquel zumo que salía de unos polvos a los que había que echar agua).
Pero si hay algo que no volveremos a ver serán las pesetas, que nunca tendrán la personalidad de los Euros. Al menos yo sigo pensando en ellas todavía, sobre todo, cuando se trata de grandes cantidades de dinero. Sin duda, la peseta, es una auténtica seña de identidad de la EGB.
Este capítulo se puede considerar como un resumen de todo lo que conlleva el fenómeno nostálgico Yo fui a EGB, ya que en él vemos cómo han cambiado los tiempos desde que eramos pequeños hasta ahora.
Por ejemplo, a la hora de jugar no se tenía en cuenta el peligro que podíamos correr y así encontrábamos columpios sin colchonetas en el suelo, por lo que si te caías ya sabías lo que te tocaba...
Mención a parte hay que hacer de los anuncios de coches donde se llegaba a incitar al personal a cargarlos hasta los topes y a alcanzar más de 140 km/h. Por no hablar de aquellos niños que aparecían durmiendo tumbados tapados con una manta en el asiento de atrás de un coche... Ya visteis cómo eran nuestras sillas de seguridad de la época...
CAPITULO 8: ¡VAYA MENTIRA!En este capítulo vemos las mentiras que nos contaban a los niños de la época. Muchas eran mentirijillas inofensivas pero también estaban las que procedían de las habladurías de la gente y que se llegaban a convertir en auténticas leyendas urbanas. La más conocida es aquella que decía que había que esperar 2 horas de la digestión para bañarse (hay quien todavía lo cree) o que si te tragabas un chicle se te pegaba en la tripa. Las chicas teníamos una que nos avisaba del peligro de lavarse de la cabeza cuando estábamos con la regla (o te volvías loca o se te cortaba de repente). Y no digo nada, cuando llegó el Tampax... Tanto fue el revuelo que causó y todo lo que se oía entorno a él, que la marca tuvo que hacer una campaña incitando a la gente a utilizarlo (con la famosa frase “y no pasa nada, nada”).
Había grandes leyendas urbanas como que Marilyn Manson es el niño de las gafas de Aquellos maravillosos años o que las alcantarillas de Nueva York estaban llenas de cocodrilos porque como había estado de moda tener este animal en casa como mascota, mucha gente al no saber qué hacer con ellos cuando crecían, se veían obligados a tirarlos por el water y así había un auténtico zoo en el subsuelo de la Gran Manzana.
Al final hay un test para acertar si eran ciertos los rumores que corrían en torno al pasado de Miguel Bosé como actor porno o si Pajares y Esteso aparecen en la película de Bud Spencer y Terence Hill “Y si no, nos enfadamos”Y sí, existió la Nocilla con sabor a fresaCAPITULO 9: LOS ABUELOS
Este es un capítulo entrañable para homenajear a los abuelos de la época (tan diferentes a los de ahora). En este sentido, no todos nos podemos ver reflejados del todo en él, ya que está enfocado, sobre todo, a aquellos niños de ciudad que tenían sus abuelos en el pueblo y los iban a ver en vacaciones. No fue mi caso, pero aún así he visto los veranos de mi infancia donde las tiendas tenían esas cortinas de colorines (pero que también veía en las tiendas de mi barrio).
Y como no, los helados de Camy (el Colajet y el Nifty eran mis preferidos), las galletas de Cuétara, el Flan Chino mandarín o aquellas casas de pueblo donde nunca faltaba el orinal debajo de la cama (lo siento, pero nunca fui capaz de utilizarlo bien), la tabla de lavar, el interruptor de pera o el transistor que todos los hombres llevaban en la oreja para escuchar el partido o el debate.
CAPITULO 10: LISTAMANIAEl libro acaba con listas de todo tipo para recordar cosas de la época. Como si fuera un álbum de cromos, aparecen películas de terror, de comedia y de aventuras. También presentadores de TV, programas infantiles o series extranjeras. Y, como no, la lista de nuestros ídolos con guaperas de la época como Tom Cruise o David Summers o sex symbols como la italiana Sabrina, que alegró la vista a más de uno una nochevieja. Finalmente tenemos 2 listas de regalos de comunión (una de los deseados y otra de los no queríamos y siempre aparecían).
CONCLUSION: Los que me seguís ya sabéis que me encanta todo lo relacionado con esta época y que, incluso, colaboré en el primer libro con una foto mía. Así que este año, aprovechando que los autores pasaron por mi ciudad, fui a verlos para que me firmaran este libro (ya que los 3 pesaban demasiado). Y, una vez más, he disfrutado recordando a través de sus páginas cómo fue mi infancia y juventud y ver cómo los tiempos cambian para bien en algunas cosas. Que en otras, cualquier tiempo pasado, nos parece mejor. Por lo demás, no puedo dejar de recomendar este libro, que no creo que sea el último de esta saga ¿Tendremos al final de año más fascículos? El tiempo lo dirá.