“Ven, siéntate. No tengas miedo y, sobre todo, gracias por aceptar mi invitación. Te preguntarás porqué te he hecho venir. No te preocupes, no pasa nada. Permíteme que me presente. Me llamo Theodore Harris y estoy condenado a muerte por el asesinato de seis mujeres. ¿Asustado? No temas, eso pasó hace mucho tiempo. Además, aquí estás a salvo. Entre estas paredes no puede ocurrirte nada.
Necesito que me escuches, que tomes nota y transmitas mi historia para que así el mundo pueda conocer lo que sucedió durante los años en los que asesiné a esas mujeres. No lo hice por capricho, tampoco por placer. Lo hice por necesidad. Cuando termine mi relato, tal vez comprendas el motivo”.
“Yo quiero ver el mundo, ¿sabe?, y encontrar un trabajo en la ciudad. Y ganar dinero y gastarlo en lo que lo gasta todo el mundo: en planes, en extraescolares para mi futura hija, en vacaciones en otros países, en tecnología. Yo quiero vivir en una isla, pero en una isla sin bosques, con una vegetación muy pobre, casi desértica, y con oportunidades.
Y decirle a la hija que tendré algún día: «Hija, deja eso ya, que estás todo el día pegada a la pantalla». Lo que yo sé también sirve en otro sitio, ¿sabe?”
"El día que mate a Lucy Palmer" es una evaluación psiquiátrica, la de Theodore Harris. Él le cuenta a su interlocutor del Stateville Correctional Center, nos cuenta a nosotros en primera persona, las razones por las que está sentenciado a muerte y todos los detalles sobre los asesinatos que cometió y de qué forma mató a esas 7 chicas: Lucy, Patty, Mary, Agnes, Emma, Abbie, Cadence.
La trama sin spoilerSus recuerdos de la infancia son desgarradores, su abuelo le visitaba por las noches, cogiéndole la mano para obligarle a acariciar su miembro erecto mientras su abuela lloraba sin parar. A los 15 años, fallecidas su madre y su abuela, a las que también maltrataba y violaba cuando le venía en gana, se queda solo con él y es entonces cuando surgen sus ansias asesinas. Comienza sus prácticas con perros y gatos (aquí, y en otras muchas cosas me ha recordado a Dexter, mi asesino en serie preferido), pero después eso ya no le sirve, necesita más, necesita ahogar su rabia interior de otra forma, y qué mejor manera que empezar vengándose cruelmente de su abuelo, sin ningún tipo de remordimientos.
Ted sigue su vida como puede, intentando ignorar a ese monstruo interior por el que se sabe poseído que le lleva a matar, intentando evitar caer en sus garras, pero no lo consigue y se convierte en un adulto inadaptado, un asesino en serie que es consciente de su monstruosidad.
Lejos quedaban las épocas de abstinencia prolongada, durante las cuales era una persona prácticamente normal, capaz de contener los instintos a raya en el interior del escroto. Me había transformado en una bestia enferma, que solo obtenía cierto sosiego a través del dolor y la tortura que infligía a sus víctimas durante los prolegómenos del asesinato.
De todas sus víctimas, la única que le marca y le deja huella es Lucy, porque era la mujer más maravillosa del mundo, porque con ella descubrió el amor y también la decepción cuando le abandonó y Ted no pudo evitar dar rienda suelta a sus impulsos. Lucy también fue su condena, porque cada uno de los crímenes posteriores cometidos, son en realidad un gran homenaje a su memoria y su fantasma, (también el del abuelo), nunca dejará de perseguirle, a cada paso, cada noche, en cada momento.
El amor que sentía por ella era tan fuerte que no conseguía unir dos pensamientos consecutivos sin que apareciese. Y eso ocurría desde hace mucho antes de que la asesinara en ese maldito callejón.¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Me fascinan los argumentos en los que hay asesinos en serie, y me ha fascinado esta novelita que no es policiaca al uso, no, aquí Ted Harris nos cuenta sus horribles crímenes con todo lujo de detalles, sin obviar nada, sin dar nada por sentado, y a través de su ejercicio de introspección, consigue meternos de lleno en su piel y en su mente, en la piel y en la mente de este cruel y despiadado criminal.
Es una novela dura, violenta, sangrienta, que para algunos puede resultar de difícil digestión, porque trata de una forma cruda el asesinato, la violación o las agresiones a mujeres, pero desde el punto de vista del agresor que no se corta nada a la hora de explicarnos lo que hace con cada una de sus víctimas, cómo disfruta rompiéndole los dedos de los pies casi “a lo vivo”. Este detalle y el de su incesante e infructuosa lucha interna, es quizás lo que de verdad la convierte en “distinta” a otras novelas del género.
Y no puedes evitar preguntarte si, su cruel infancia vivida de abusos y violencia, pudo ser el detonante de eso que en algún momento estalló en su cabeza y no le permitió parar nunca, o si los genes asesinos de su abuelo pudieran haberle convertido en lo que al final terminó siendo.
Resumiendo: "El día que maté a Lucy Palmer"es una novela corta pero muy intensa, y negra, negrísma, de un autor catalán que me ha encantado conocer y que seguiré leyendo. Me ha gustado mucho y os la recomiendo si os va el tema, si sois fan de Dexter (por cierto, estoy viendo la secuela “Dexter new blood”, aunque ambos asesinos difieran en sus motivaciones para matar, ya que Ted no elige víctimas que a su parecer merezcan morir, no elige a “malos bichos”). Una lectura que al final no deja de seguir planteando las mismas incógnitas de siempre, el asesino ¿nace? O ¿se hace?
La fantasía que acompaña y genera la anticipación que precede al crimen, es siempre más estimulante que el inmediato resultado del crimen en sí. -- Ted Bundy."YO NO SÉ DE OTRAS COSAS"
Sin palabras me ha dejado la segunda novela de esta joven autora madrileña, que ya había escrito también poesía y teatro.
La trama sin spoilerLa protagonista de esta historia, Lea, tiene 19 años, un ardor constante en las tripas, una hermana mayor con la cabeza hueca postrada en cama que no sabe de la vida, una madre que vive por y para su hermana, y un padre que solo sabe de trabajar el campo. Lea vive en un pueblo de mala muerte, con cuatro calles, pocos vecinos y un bosque peligroso que engulle a los que se adentran en él. Un día, el segundo de 2012, mientras fuma un cigarrillo con hierba en un banco a la entrada del bosque, Lea se encuentra con un señor que acaba de perder a su perro y le invita a aguardarlo con ella, le convence de no entrar ahí, pues quien entra ahí, nunca vuelve.
Que no, que no, que no, le digo, no insista, de verdad, que no le confunda mi cara de cría, que yo tengo los diecinueve muy bien puestos y sé que a los que se adentran en las landas se les hace de noche. Este bosque es traicionero, como el río cuando baja rápido.
Y mientras, esperando que el perro regrese, ella empieza a hablar y a hablar sin parar, le cuenta a ese “señor”, porqué ayer para ella se acabó el mundo, su mundo, ese que los mayas habían predicho que iba a acabar ese año.
Pero entonces la vida se me empezó a atragantar. El nudo empezó a crearse y un incendio se asentó en mi tripa. Yo no sé, yo no sé si es solo mi mundo el que se ha matado este año que acabamos de dejar atrás o si el mundo se ha acabado solo aquí, en este pueblo chiquito. Pero la verdad es que, haciendo balance hoy, uno de enero de un nuevo año, puedo decir que el mundo se acabó ayer. Déjeme que le cuente.
Ella “de otras cosas no sabe”, pero cuidar a su hermana sí sabe, e intenta explicarle, para que el “señor” lo entienda, porqué, a pesar de quererla mucho, de sus padres quererla mucho, no pueden evitar percibirla como una vergüenza, un lastre, una molesta carga que les asfixia, les corta las alas, les corta la vida.
Mi hermana no entiende la vida y no la va a entender nunca. Pero yo creo que conmigo a su lado entiende un poco más, porque yo con su peso todavía puedo y porque yo la mirada todavía se la sostengo. Mis padres, en cambio, están cansados y de miradas ya no saben, y Nora los observa desde que entra el sol hasta que se va, porque Nora solo mira y caga y come cuando se lo das en la boca. Ya no saben qué hacer con tanto cansancio.
En lo que dura ese cigarro, de corrido, casi sin interrupción, mirando con sus “ojos de campo” a ese señor al que no conoce de nada, Lea se desahoga y le habla de las cosas que sabe y también de las que no sabe, de sus amigos, Marco, Javier y Catalina y de lo que ha sido su vida hasta entonces y sus ansias de salir de allí, de vivir otra vida, de caminar hacia otros horizontes, de liberarse de ataduras y de esas mochilas que no le corresponde llevar a cuestas.
Mi padre me dice siempre que tengo unos ojos de campo. «Ya está la Lea Pequeña con sus ojillos de campo.» Y se refiere a que, a veces, miro con la desconfianza de haber vivido siempre en un pueblo pequeño o de haber nacido cerca de un bosque peligroso. O porque me da miedo lo que desconozco.¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
No os cuento más, porque este libro es una joya que hay que leer para entenderlo, es difícil explicar lo que encierra. ¿Sabéis esas lecturas que desde el comienzo os embelesan, os atrapan, os arrastran sin remedio y no quieres que acaben nunca? Eso ha sido para mi “Yo no sé de otras cosas”. No sé si voy a ser capaz de transmitiros toda mi fascinación y mi entusiasmo, porque de verdad os diría que tenéis que leerla ya mismo, sin demora.
Porque “yo de otras cosas no sé”, pero sí sé que esta novela es distinta, peculiar, y creo tener la certeza de que nunca antes os habréis topado con algo así, con un estilo tan personal que no se parece a nada. Su prosa es de las que te absorben, te abducen, y el final, de los que te dejan con cara de boba y un regusto incómodo, amargo, pero a la vez de completa satisfacción por lo leído. Y es que me ha gustado todo, absolutamente todo de este torrente de palabras que le fluyen a la protagonista, que le salen tan de dentro, de la garganta, del corazón, del alma. Casi un monólogo, fascinante por lo que se cuenta, y por cómo se cuenta, que se lee también de corrido.
Las dos novelas me han gustado mucho, creo que merecen la pena. Mi nota es la máxima para ambas: