Reseñas Cine -Cinco metros cuadrados

Publicado el 06 octubre 2011 por Juancarbar

“Cinco metros cuadrados” es la típica película industrial-”comercial” española, por tanto, no contiene ninguna sorpresa y discurre por caminos ya muy gastados. Es una película previsible de modo que nada interesante, pero hay mucha gente a la que le gusta que las cosas sean así. Lo único es que como NO es una comedia, puede despistar a todos aquellos que aún no se han enterado de que F. Tejero está intentando desvincularse de lo cómico. Esta es una película dramática por mucho que M. Alterio sea su pareja.

“Cinco metros cuadrados” comienza muy bien con unos títulos de crédito que demuestran que M. Lemcke tiene talento y ambición. Son unos planos aéreos de, me supongo, Benidorm sobrecogedores. La masificación, el cutrerío y la desolación fotografiados de forma luminosa y pastel (¿un homenaje a Sorolla? La película transcurre en y está subvencionada por la Comunidad de Valencia) son impactantes para quien, como yo, nunca haya visto ese monumento al garrulismo y la estupidez humana que es ese pueblo, alma mater de la Pajín. Un plano que demuestra que seguimos haciendo españoladas a pesar de que aquí hay competentes técnicos cinematográficos. Si el cine de Hollywood saca los espectaculares skyline de grandes urbes como Hong Kong o Nueva York nosotros sacamos el de Benidorm. La misma distancia que hay entre J. Stewart y A. Landa, B. Pitt y J. Sanz o P. Giamatti y F. Tejero. Así, Lemcke ya nos demuestra en los títulos de crédito que, aunque la factura de esta película es análoga al cine de industrias cinematográficas más poderosas y prestigiosas, “Cinco metros cuadrados” es una españolada más. De hecho “Cinco metros cuadrados” en EE.UU. sería un telefilm de sobremesa.

La película muere tras esos estupendos créditos. No ha empezado y los guionistas, P. y D. Remón, ya meten la pata por creerse filósofos y literatos. La primera frase es: “¿Qué necesitas para ser feliz?” y eso no puede ser. Una pregunta así de pedante sin contextualizar (no sabemos ni quién pregunta ni quién es preguntado) no tiene sentido, suena raro y queda pretencioso. Lo peor. Después de esto no sorprende que “Cinco metros cuadrados” sea previsible, convencional y mediocre.

Hay que reconocer que Lemcke es bueno. Es lo mejor de la película. Hace una dirección clásica muy competente y eficaz basada en planos largos y generales. Así, uno no sabe si la razón de una dirección tan distante y fría es porque quiere divorciarse de su floja película o si viene por la evidente falta de presupuesto. Pocos decorados y muchos exteriores, generalmente sólo aparece un actor en los planos y en las escenas, la presencia de todos los actores es efímera exceptuando al “héroe”, F. Tejero, y al “villano”, E. Gutiérrez Caba, escasa figuración, la duración es de, menos mal, 90 minutos… La verdad es que Lemcke lo hace bien pero no es lo más adecuado para una película industrial dramática ya que la distancia y la austeridad con que filma traiciona el sentimentalismo y el patetismo de la historia.

El resto de la película es flojo pero no se puede hacer nada cuando el guión es convencional y tontorrón. El escrito de los Remón no tiene ninguna profundidad intelectual y es demasiado literario. Es un drama convencional basado en la situación actual, la especulación inmoviliaria de constructores, bancos y compradores, que hace un análisis simplista y maniqueo de la realidad porque lo hace desde ese progresismo estúpido que, a pesar de que Zapatero ha demostrado su invalidez, reina en este país que establece que los ricos-empresarios son malos y los pobres-trabajadores son buenos y que la vida de los segundos es desgraciada porque los primeros lo quieren así. La realidad no es así y la película no puede tergiversarla pese a que lo intenta. El drama de F. Tejero y M. Alterio no es que les timan un comercial, un constructor y un alcalde recalificador (parece un chiste) sino que son víctimas de su propia codicia. La burbuja principalmente, como se ve en “Cinco metros cuadrados”, es culpa de todos aquellos que han comprado sin tener dinero para ello, han firmado libremente contratos draconianos y no han mirado qué compraban. A pesar de que los Remón no lo ven, queda claro que el drama de la película es provocado porque la codicia y el conservadurismo de sus protagonistas les empujó a vivir de una manera que ya en el siglo XXI ni se puede ni tiene sentido. Así pues, como casi toda película española intentando hacer justicia social y que los perdedores (los protagonistas de la ficción española desde la picaresca) ganen al menos en la ficción, lo único que reflejan es la estupidez del español medio nacida de una mentalidad provinciana y trasnochada (aislarse de Europa durante 36 años es lo que tiene).

En fin, “Cinco metros cuadrados” tan solo ofrece una dirección eficiente y unas actuaciones competentes de la pareja antagonista. M. Alterio sólo sale 20 minutos y para figurar porque los guionistas se olvidan de su personaje. Por tanto, no recompensa el esfuerzo de ir a la sala de cine y pagar un pastón para verla. Los productores de cine industrial español deberían darse cuenta de que el cine ha dejado de ser barato. ¿Por qué ir a ver una película tontorrona, maniquea, cutre, mediocre, provinciana y ombliguista? Así, para toda esa inmensa minoría que tiene una consideración negativa del cine español, “Cinco metros cuadrados” no es el tren que deben coger y, para los que les guste revolcarse en las españoladas, no se la pierdan. Eso sí, F. Tejero no interpreta un personaje cómico.

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