Cuenta la leyenda que en el debate teológico que tuvo lugar el 30 de junio de 1860 en la Unión Oxford de Inglaterra, el evolucionista y agnóstico Thomas Huxley defendió la teoría de que si una pandilla de monos inmortales aporrease el teclado de unas máquinas de escribir indestructibles durante un período de tiempo infinito, más tarde o más temprano conseguirían reproducir las obras completas de William Shakespeare. Por bizarro que suene este enunciado (que numerosas fuentes atribuyen al matemático francés Émile Borel y no al citado Huxley), quizás sea la clave que permita arrojar cierta luz sobre el inexplicable fenómeno de los mash-ups fantásticos que la cultura del ocio está viviendo en la actualidad. Así, cuando el número de obras literarias escritas a lo largo de la historia de la humanidad aumenta hasta lo inconcebible, no debe extrañarnos que aparezcan publicados engendros como “Orgullo, prejuicio y zombies” o “Abraham Lincoln cazador de vampiros” (que no resulta ni la mitad de transgresor si uno ya ha tenido la desgracia de conocer previamente el film “Jesucristo cazavampiros”). Dadas las circunstancias, la existencia de una película como “Cowboys & Aliens” (adaptación del tebeo homónimo publicado en EE.UU. por Platinum Studios) casi parece un oasis de normalidad en este desierto de crossovers imposibles.
El título “Cowboys & Aliens” es, en sí mismo, una expresión que merece la pena analizar. Si uno acude al cine a ver una cinta titulada “La vida secreta de las palabras” no puede salir decepcionado si lo que recibe es una historia intimista que pone el foco en personajes atormentados que deben lidiar con los demonios de un pasado traumático. La película puede no gustarte, claro, pero al menos el título no engaña. Con “Cowboys & Aliens” sucede más o menos lo mismo, por poco que el resultado se asemeje a la obra de Isabel Coixet. Otra cosa es que el concepto ya sea a priori dudoso.
Me encanta el western. Desde “La diligencia” de John Ford hasta “Appaloosa” de Ed Harris, pasando por los films de Anthony Mann, Howard Hawks, Sam Peckinpah, Sergio Leone y Clint Eastwood (entre muchos otros), las historias del oeste me parecen una de las manifestaciones más genuinas y estimables de esa maravillosa forma de expresión artística que llamamos cine. La ciencia-ficción me gusta incluso más, con sus blade runners y sus replicantes, sus E.T.’s adorables y sus aliens de sangre ácida. Sin embargo, el far west y la fantasía especulativa parecen ser medios incompatibles; el agua y aceite de las narraciones imaginarias. Haciendo un paralelismo algo extremo, podríamos afirmar que existe un montón de gente a la que le encanta el flan y a la que además le chifla el chorizo, pero no sería de extrañar que ninguno se atreviese a darle un tiento a esto. Pues bien, “Cowboys & Aliens” es el auténtico y genuino “choriflan” cinematográfico.
La historia nos presenta a un pistolero (Daniel Craig) que despierta amnésico en medio del desierto con una herida sangrante en el costado y un extraño brazalete metálico rodeando su muñeca izquierda. Tras un encontronazo con un trío de cazarrecompensas en el que quedará de manifiesto el carácter peligroso y violento del protagonista, éste recalará en un pequeño pueblo minero sometido al despiadado arbitrio de un mezquino terrateniente (Harrison Ford). El inevitable choque de caracteres entre el misterioso hombre sin pasado y el cacique local se verá sin embargo pospuesto cuando una flota de naves alienígenas abduzca a la mayoría de los habitantes de la localidad y ambos deban unir esfuerzos con los supervivientes para rescatar a los familiares y amigos secuestrados.
(No pongáis esa cara: juro que no me he inventado esta sinopsis.)
Ejerciendo de Frank Zappa cinematográfico, dirige esta febril xenocronía uno de esos realizadores mercenarios que parecen gustar mucho a los estudios por saber ofrecer al público exactamente el blockbuster que (supuestamente) quiere ver: Jon Favreau. Curtido en el cine de acción de grandes presupuestos en las dos películas de “Iron Man” protagonizadas por Robert Downey Jr., Favreau cumple sin problemas con los mínimos narrativos sin desplegar en ningún momento un atisbo de personalidad o sentido autoral. Además, el diseño de producción es funcional (destacando de forma especialmente positiva en lo que respecta al aspecto de los invasores extraterrestres), la fotografía se mantiene en unos asumibles niveles de convencionalismo y los FX dan la talla. En líneas generales el aspecto técnico de la cinta no está mal, aunque también es cierto que podría haber estado mejor.
El gran pero, como ya viene siendo habitual en estos casos, llega inevitablemente con el libreto. Si por un lado su carácter marcadamente episódico hace que el ritmo del relato se tambalee entre la diversión y el tedio en demasiadas ocasiones, por el otro nos encontramos con el gran talón de Aquiles de la práctica totalidad del cine de acción y aventuras reciente: en “Cowboys & Aliens” todo es fastidiosamente predecible. Lo cual es una absoluta lástima, porque el esfuerzo de producción y el reparto bien hubieran merecido algo más de mimo por parte de los guionistas. El plantel actoral, que va de la intrascendente belleza de Olivia Wilde (que se muerde los carrillos igual de bien aquí que en “House” o en “Tron: Legacy”) a la valiosa presencia de secundarios tan estimables como Keith Carradine (“duelista” de Ridley Scott que estaba también espléndido en aquel irrepetible western catódico titulado “Deadwood”), Sam Rockwell (fantástico en las interesantes “Moon” y “Confesiones de una mente peligrosa”), Clancy Brown (inolvidable Kurgan en la primera entrega de “Los inmortales” e inquietante sacerdote en la malograda teleserie “Carnivale”) o el deslumbrante Paul Dano (a su papelón en “Pozos de ambición” me remito), resulta, si le sumamos dos cabezas de cartel (Craig y Ford) que ya no tienen nada que demostrar, de lo más atractivo, aumentando así la sensación de ocasión desaprovechada.
Confieso que, más allá de las cuestiones estructurales o de la nula profundidad de los personajes, lo que más echo de menos en el guión de “Cowboys & Aliens” es barbarie e irreverencia. A priori uno esperaría que sus responsables no se hubiesen tomado el material de partida tan en serio como finalmente han hecho, y no es difícil imaginarse una versión más gore, oscuramente humorística y desenfadada del film (algo a caballo entre el desmadrado “Braindead” de Peter Jackson y el tono paródico de “Bienvenidos a Zombieland”) y estar seguro de que el resultado habría sido muchísimo más satisfactorio.
Con todo, no puedo negar que “Cowboys & Aliens” me ha mantenido entretenido (que no es tan bueno como “divertido” pero sí bastante mejor que “pidiendo la hora”) durante casi todo su metraje. No es una buena película, me temo, pero al menos su oferta es algo más generosa que la de algunas de sus competidoras directas en la actual cartelera estival (“Transformers: el lado oscuro de la luna”, “Green Lantern”, “Conan el bárbaro”). No es mucho, lo sé, pero no conviene olvidar que estamos hablando de una película que lleva las palabras “cowboys” y “aliens” en su título.
(“Cowboys & Aliens” se estrena en los cines españoles el próximo 2 de septiembre.)
P.D: propongo un pequeño juego para los comentarios: ¿cuántos de vosotros podríais citar una simbiosis afortunada entre western y ciencia-ficción? Empiezo yo: “Firefly” de Joss Whedon. Un dos tres, responda otra vez.