Reseñas cine: “Eva”

Publicado el 27 octubre 2011 por Juancarbar

“Eva”, el debut cinematográfico del realizador Kike Maíllo, es un proyecto que ya a priori me gusta. Me gusta porque es una película autóctona que apuesta por un género de poca raigambre en España, la ciencia-ficción. Me gusta porque no se corta al integrar efectos especiales en su fórmula de drama futurista; porque no parte de complejos absurdos (que aquí no se pueden cultivar los géneros) y rompe una lanza en favor de un cine español que muchos no creen posible. Ya sólo por eso, un servidor se alegra de que “Eva” exista. Porque, al igual que “El laberinto del fauno”, “Celda 211” o “No habrá paz para los malvados”, es la clase de producto que necesitamos para no creernos peores que nadie (el yanqui, el inglés, el francés o el nipón). Eso, ya digo, como proyecto. Pero, más allá de “apriorismos”, ¿qué me parece “Eva” como película? Veamos:

El argumento del film nos presenta a Álex, un reputado ingeniero robótico que regresa tras diez años en el extranjero a la facultad donde estudió junto a su hermano David (otra eminencia de la misma rama científica) y la esposa de éste, Lana (también compañera de estudios). Su retorno se debe a motivos profesionales. Una antigua profesora le ha propuesto concluir el proyecto que dejó inacabado cuando se marchó hace una década: fabricar el primer robot libre con un software emocional (el equivalente cibernético del alma) perfectamente humano.

Como es evidente, “Eva” transita por un terreno sobradamente conocido para los aficionados a la ficción especulativa. Mientras la influencia de Asimov es palmaria en lo conceptual (sustituyamos “software emocional” por “cerebro positrónico” y ¡voilá! “Yo, robot” al canto), numerosos aspectos argumentales y visuales remiten directamente a la “Inteligencia artificial” que Stanley Kubrick y Steven Spielberg concibieron a partir de un relato de Brian Aldiss (“Los superjuguetes duran todo el verano”). Tanto es así que durante toda la película no he podido evitar sentir una leve incomodidad al constatar cuánto había del Gigoló Joe (encarnado por Jude Law) de aquel film en la aproximación de Lluís Homar a su personaje, un mayordomo repeinado (y con deje, también, al C3PO Lucasiano) que añade el contrapunto cómico al trasfondo profundo y reflexivo del film.

“Eva” funciona infinitamente mejor como drama humano que como relato de ciencia-ficción robótica. Pese a que los personajes resulten ligeramente esquemáticos (sobre todo ese hermano en conflicto interpretado por Alberto Ammann) y algunos diálogos se manifiesten poco sutiles, es en la dimensión íntima de la historia donde “Eva” encuentra sus valores más apreciables. La relación entre el atormentado Álex (convincente Daniel Brühl, quien ya había dado buenas muestras de su capacidad interpretativa en “Goodbye Lenin” y “Salvador”) y la emocionalmente confusa Lana (esa Marta Etura, siempre adorable, que ya fuera esposa de Ammann en “Celda 211” y que actualmente hace doblete en cartelera con la inquietante “Mientras duermes” de Jaume Balagueró), pese a incidir en los lugares comunes de los amores imposibles y los triángulos amorosos más canónicos, es sólida y creíble. También el vínculo entre Álex y Eva, la niña repelente/entrañable (dependiendo de la escena) interpretada con solvencia por Clàudia Vega, tiene buenos mimbres dramáticos y cala en el espectador.

El problema es la parte fantástica del asunto, predecible y poco o nada original, que sabrá a más de lo mismo a los más puestos en ficción robótica.

No obstante, hay buenos motivos para la indulgencia: la estética retro-futurista está cuidada al detalle, los efectos especiales son de lo mejorcito que hemos tenido por estos lares (con una integración de la infografía notable), el ritmo es ajustado y la dirección resulta clásica y muy elegante, destacando por méritos propios ese estupendo plano secuencia de la fiesta que conduce a uno de los clímax emocionales del relato (que suene de fondo el “Space Oddity” de David Bowie siempre ayuda, claro). El otro clímax, el final, me ha parecido sensible y hermoso, y supone además el principal aporte de “Eva” al debate abierto de “hombres creando vida artificial” (más allá del clásico “no podemos jugar a ser dios”, por el que la cinta de Maíllo prefiere pasar de puntillas).

Tal vez haya quien considere esta “Eva” como una película fallida por su contribución mínima, en términos absolutos, al género fantástico. Yo prefiero verla como un pequeño paso para el cine de ciencia-ficción, pero un gran paso para el cine español. Ojalá se hagan más como ésta: mi entrada ya la tienen vendida.

(“Eva” se estrena mañana en los cines de nuestro país.)