El cine francés demuestra al mundo, una vez más, no sólo su calidad sino su humanidad. Una película puede ser buena, o mala, por razones estéticas, dramáticas, narrativas, pero puede que sea buena en muchos aspectos y que al final falle lo humano.
¿Cómo es posible llorar de la risa y llorar de emoción, todo, en el mismo metraje? La magia del cine, de la vida, me sigue dejando boquiabierto. Algo se intuye cuando ya los créditos te tienen sonriendo y sientes la complicidad de dos personajes aún desconocidos. La última vez que sentí algo parecido también era cine francés, pero era un romance quasi-imposible y tardó más que unos créditos iniciales en hacerme pensar «Esto va a ser épico».
François Cluzet («Pequeñas mentiras sin importancia», «No se lo digas a nadie») encarna a Philippe, un aristócrata tetraplégico, y el sorprendente Omar Sy («Micmacs») borda el papel de Driss, un joven de los suburbios de París en paro. Ambos personajes son realistas, completos, cercanos, capaces de transmitir el calor y la ternura de una caricia improvisada y de llenar la sala de cine de carcajadas.
— ¿Dónde puedes encontrar un tetrapléjico?
— No lo sé.
— Allí, donde lo dejaste.
La dirección artística baila entre los colores cálidos del dinero y los colores fríos de la marginación. Con una estética perfectamente equilibrada, sin llegar a lo hortera en el lujo ni caer en la miseria en los barrios más grises.
No me cabe duda de que es la comedia francesa del año (2011) pero podría ser la mejor película del año y no me sorprendería. Hasta el nombre de la película es cómico; cuando algo es perfecto sólo puede cambiar para mal. Lo frustrante para mi es que esta reseña nunca podrá expresar lo que supone experimentar «Intocable».
Ha arrasado en las taquillas francesas (donde se estrenó en noviembre de 2011) y alemanas. Pronto le tocará a España, el 9 de marzo de 2012 (márcalo en el calendario).
Una película imparable. Te arrepentirás si te la pierdes. Vive le cinéma français!