Vale, allá voy, a hacer amigos otra vez. El mundo está incomprensiblemente lleno de amantes de la visión de Conan que dio
John Milius y que protagonizó Arnold ya-saben-qué. Así que no es sorprendente que esta faena de aliño dirigida por
Marcus Nispel parezca más un remake de aquella primera película que otra cosa. Un lavado de cara que la ponga al día y la adapte al gusto de las nuevas generaciones. Con un primer actor con un físico más digerible por el gran público, y con generosas raciones de sangre y tetas a ver si así pican y acuden en masa a las salas de cine. Volvemos a tener un monólogo evocador de “eras no soñadas” al principio, un padre soltando un discursito sobre el acero y su secreto, un ataque en el que la aldea queda arrasada, un villano carismático (ejem), muchas situaciones similares y el consabido origen innecesario de un personaje en pos de una venganza. De la épica de Robert E. Howard, el autor de Conan, sólo queda aquello de “nacido en el campo de batalla” y un puñado de nombres espolvoreados como al azar. A partir de ahí, ni asomo de fuentes originales, ni siquiera de las comiqueras. A este bárbaro podrían haberle llamado de cualquier manera. Pero, claro, el nombre de Conan vende más.De modo que este nuevo Conan, como adaptación, vuelve a dejar bastante que desear. Pero ¿qué tal funciona como película en sí? Bueno, tampoco va mucho más allá. Y se veía de venir. El argumento no pasa de ser una mera anécdota bastante tópica. Se nota que es un trabajo de encargo al que se le ven a la legua las ganas de hacer algo comercialote sinsaber demasiado lo que tienen entre manos. La estética está cercana al Conan marvelita noventero y al nuevo de Dark Horse, pero me da que es puñetera casualidad, el aroma de los tiempos. Y a pesar de la
pasta invertida esta Hiboria, como la de Milius, sigue pareciendo de baratillo. Hay demasiados volantines en plan ninja con la espada, los malotes parecen salidos de Mad Max, y abundan los planos pretendidamente sobrecogedores que resultan ser un pelín ridículos. Además han vuelto a colar al innecesario amigo amigo chungo del héroe, y los toques de fantasía no dan el yuyu necesario.Eso sí, al menos no han convertido a Conan en un tarado encadenado a una rueda, las interpretaciones no dan (tanta) grima y los diálogos no resultan inintencionadamente cómicos. Con todos sus muchos fallos este Conan es más Conan (más sobre ello al final), y si hubieran acudido al buen material howardiano que tenían a su disposición, sin haber hecho el batiburrillo que se perpetró en los ochenta, podría haber resultado algo con muchos menos errores. Pero no es así. La historia no pasa de entretenidilla a ratos, y soberanamente aburrida muchos otros. En su descargo podemos aducir que peor que la película de Milius no es. Lo que no es decir gran cosa. Pongamos que, por motivos muy diferentes, es igual de mala. Un quiero y no puedo. O no sé. O no estoy dispuesto. Al menos
Solomon Kane no disimulaba su modestia. ¿La música? Yo qué sé. Tampoco me he fijado esta vez. No se puede salvar una película por su banda sonora ¿verdad? ¿Y Jason Momoa? Lo mejor, mucho mejor que Schwarzenegger. Sorprendentemente, el mayor mérito de este no tan nuevo Conan.
Fran G. LaraTags: conan el bárbaro, jason momoa, Schwarzenegger, solomon kane