Martes, 7 de diciembre de 2010
No hay nada que nos guste más que las pelis donde la humanidad pende de un hilo debido a una catástrofe natural, un virus que devuelve la vida a los muertos o un devastador ataque alienígena. SKYLINE cae dentro de la tercera opción, pero por desgracia para nosotros, será una de esas pelis que pasarán con más pena que gloria, y será olvidada en el olimpo de las pelis que no nos dicen nada.
Skyline nos muestra a un grupo de personas que después de darse una buena fiesta en una casa, se despiertan durante la noche sobresaltados por unos temblores que azotan el bloque de pisos. Al despertarse notarán que todo el piso está iluminado por una extraña luz azulada que procede del exterior. No tardarán en darse cuenta de que esa extraña luz tiene procedencia alienígena y que éstos no vienen precisamente con muy buenas intenciones.
No pude evitar que Skyline me recordase a Monstruoso durante buena parte de la película. Los protagonistas intentarán escapar de la zona atacada por los alienígenas corriendo a lo loco, sin tener ninguna posibilidad de enfrentarse a la amenaza, ya que lo que les viene encima les cae demasiado grande.
Como ocurre en muchas películas del género, da la sensación de que podría haberse hecho más. Los efectos especiales son aceptables, sobre todo teniendo en cuenta que la película no tiene mucho presupuesto. Sin embargo, patina en el argumento, reiterando su semejanza con Monstruoso (amenaza que no se sabe de donde viene, empieza a destrozar todo, y la gente intenta escapar como puede del caos generado), y en la forma de hilar los acontecimientos, ya que da la sensación de que la película tiene muchas partes de relleno para justificar la duración del metraje. Tampoco se salvan los protagonistas, que no muestran ningún tipo de personalidad ni carisma.
Para terminar, diré que me pasé toda la película pensando cómo se iba a arreglar todo el embrollo que tenían encima los protagonistas, y que al final me iban a salir con un final made in LOST. Tendréis que verla en los cines para saber si me equivocaba o no.