Reseñas cine: “Stella”

Publicado el 06 septiembre 2011 por Juancarbar

Tema recurrente a lo largo de la historia de la cultura universal, el final de la infancia ha sido retratado por el cine en tantas ocasiones que es complicado llevar una cuenta exacta. Desde Tarkovsky (“La infancia de Iván”) hasta Spielberg (“El imperio del sol”) pasando por Fellini (“Amarcord”) o Bergman (“Fanny y Alexander”), la mirada infantil siempre ha tenido un lugar especial entre lo más granado del Séptimo Arte.

Siguiendo los pasos de una de las mayores autoridades en la materia, François Truffaut, la directora francesa Sylvie Verheyde rueda en “Stella” su versión femenina (y setentera) de “Los 400 golpes” recibidos por el pequeño Antoine Doinel. La protagonista de la cinta, cuyo nombre da título al film, tiene 12 años y vive con sus padres en el piso superior al bar que éstos regentan. Por allí pasan toda clase de borrachos y perdedores, algunos entrañables y otros peligrosos, configurando el mundo de Stella como un paraje atestado de adultos que apenas deja espacio para la inocencia propia de una estudiante de primaria. Más familiarizada con las alineaciones futbolísticas, las etiquetas de bebidas alcohólicas y los juegos de cartas, Stella se sentirá totalmente alienada cuando sea aceptada en un colegio para “niños bien” donde profesores y compañeros la convertirán en diana de sus frustraciones. Su único consuelo llegará de la mano de una nueva amiga, Gladys, hija de unos intelectuales argentinos exiliados en Francia.

Supongo que debe resultar realmente complicado para un guionista plasmar en pantalla las reflexiones y reacciones de una niña sensible e inteligente. Cuando un escritor mediocre quiere dar empaque y profundidad a un personaje infantil suele incurrir en el error de trazar su personalidad reflejando posturas y pensamientos propios de los adultos, encerrándolos en el cuerpecito frágil de un crío. Así, me temo, sólo se consigue generar cierto rechazo en el espectador, haciendo que los “niños listos del cine” resulten pedantes, resabidos y poco menos que insoportables. Procede entonces concederle a Verheyde (guionista del film, además de directora) el mérito de haber sabido dibujar una Stella carismática y brillante que, no obstante, todavía posee la candidez e inocencia que uno espera encontrar en una niña de su edad (algo parecido, aunque desde otras coordenadas bien distintas, a lo que hace nada logró J. J. Abrams con la pandilla protagonista de “Super 8”).

Recurriendo al componente autobiográfico, la realizadora nos hace partícipes de ese momento en que dejamos de vivir en la inopia de la niñez para empezar a valorar como adultos nuestro entorno inmediato, comprendiendo los defectos y limitaciones de nuestros padres (sin dejar por ello de quererlos) y asumiendo que el mundo, para bien o para mal, no termina en el ámbito de lo que nuestros progenitores y profesores puedan (y quieran) enseñarnos. “Stella” es la historia de cómo una niña a merced de las circunstancias se transforma por convicción y necesidad en un espíritu autodidacta, dejando quizás el camino abierto a esa directora de cine en que Verheyde acabaría convirtiéndose a la postre.

También hay espacio, como corresponde a la edad de la protagonista, para bosquejar los albores del sentimiento romántico, reflejar la primera amistad autoconsciente y sentir la amenaza de una perversa mirada adulta sobre el cuerpo de una niña.

Pese a transitar senderos por todos conocidos (las referencias, desde la citada “Los 400 golpes” hasta la reciente “Yuki y Nina” de Hypolitte Girardot y Nobuhiro Suwa, son legión), “Stella” consigue su propósito último (esto es: resultar creíble, cercana y emocionante) gracias a dos factores: por un lado, un aspecto visual aparentemente naturalista, entre la sordidez documental y la modernidad del acabado digital, que dota de espontaneidad y veracidad a lo narrado. Por el otro, un reparto fantástico no sólo en su faceta estrictamente interpretativa sino también en su acertada dimensión fisionómica. Existe algo profundamente creíble en el rostro hierático del músico y actor Benjamin Biolay (que encarna al padre de Stella) y en la “belleza de barrio” de Karole Rocher (su madre). También en el aspecto desharrapado de Guillaume Depardieu (malogrado hijo del célebre protagonista de “Novecento” y “Cyrano de Bergerac”), ese habitual de la taberna familiar que despierta un idealizado platonismo en la joven protagonista. Pero por encima de todos ellos destacan la mirada hipnótica y la radiante naturalidad de la debutante Léora Barbara, auténtico pilar maestro del film que hace suyo cada fotograma del metraje. Un feliz descubrimiento el de esta superdotada niña actriz, sin duda.

De todo esto obtenemos, en resumidas cuentas, una película pequeña e íntima, sutil y contenida, filmada con solidez y fabulosamente interpretada, que pasará (por desgracia) desapercibida entre un público poco dado a confiar su dinero a esta clase de producciones. Cuando veáis el trailer de “Johnny English returns” y rumiéis frustrados que “no hay nada bueno que ver en los cines”, acordaos de esta reseña (o de la de “El hombre de al lado”, o de la de “El caso Farewell”, o de…) y pensad que quizás no hayáis tenido en cuenta todas las opciones.

(“Stella” se estrena en los cines de España el próximo jueves, 8 de septiembre).

P.D.: No me preguntéis qué demonios hace Dominic “McNulty” West en el trailer de “Johnny English returns”. Es un lamentable e incomprensible misterio para mí.