Martes, 7 de diciembre de 2010
Como en la premiada El Arte de Volar, los personajes que pueblan El Invierno del Dibujante son perdedores de la Guerra Civil que se reconvierten en los capataces de los ganadores. Casi se puede oler el alcanfor en los despachos, sentir el frío de las estrecheces. Entre tanto color sutil chirría el rojo chillón del lápiz censor del director de la editorial, que paradójicamente ha pasado de represaliado del franquismo a peón en su juego, que diría Bob Dylan. Son actores cruciales en la historia del tebeo español, como Víctor Mora, desgarrado entre sus deseos de crear y sus obligaciones en la editorial; Francisco Ibáñez, que ahora es el rey, pintado como un principiante pacato y modoso en sus comienzos, casi ninguneado por los gigantes a los que admira; Silver Kane, desmitificado por su entrega a la labor administrativa paralela dentro de la empresa, casi la realmente importante. De entre todos destaca la otra cara que se ofrece de la reciente hagiografía cinematográfica que retrata a Vázquez como un pícaro simpático. Roca lo muestra como a un tipo mezquino, vividor y traicionero, que vende a sus compañeros para salvar su total falta de iniciativa. Cuya única rebeldía es robar el lápiz rojo y romperlo, sólo para que el editor saque una caja enorme llena de lápices rojos y el rodillo siga trabajando mientras Vázquez, superada su estéril batalla, se marche al bar entre mentiras y puñaladas por la espalda, malgastando su talento sin escrúpulos.
Paco Roca enseña en El Invierno del Dibujante los entresijos de la omnipresente y todopoderosa editorial Bruguera. Una factoría de sueños despojada de todo brillo. No es, en palabras del propio autor, la fábrica de chocolate de Willy Wonka. Es una empresa que se centra en los intereses económicos, no en el romanticismo. No se mueve por ofrecer productos artísticos, no aprecia la creatividad. Es, en suma, parte del engranaje de control de la Dictadura. No hay brillo ni esplendor en esta historia, sino el mismo tono prosaico que ejemplifica la página en la que se cuenta el momento mágico de la creación de Mortadelo y Filemón. El Invierno del Dibujante es un comic lento, reposado, con ese ritmo reflexivo y fatalista de la derrota, de una vida gris desprovista de glamour, en lucha contra las dificultades y contra el Sistema. Un trabajo extraordinario que, sin embargo, estrecha el público potencial de Roca, porque El Invierno del Dibujante es una obra muy específica, un comic para autores de comic, para críticos de comic y para aficionados al comic con interés por la historia del medio y con un bagage sentimental y cultural a sus espaldas.
Fran G. Lara