Han pasado 50 años y los malos han ganado. Todos los supervillanos se unieron en el pasado y derrotaron a los superhéroes hasta exterminarlos. El mundo es un erial extraído directamente de Mad Max, y el presidente de lo que fueron los Estados Unidos es el maloso nazi Cráneo Rojo. Hasta los descendientes de los chicos buenos de antaño, como Spiderman y Hulk, ahora son tan corruptos como los malotes que se han pasado por la piedra el planeta. El Capitán América, Thor, Iron Man, La Cosa… todos los salvadores del mundo han palmado. ¿Todos? Bueno, no. Queda un Ojo de Halcón que, paradójicamente, ha perdido la vista y un Wolverine que, quién lo diría, ha perdido las pelotas.
Con este punto de partida Mark Millar (guionista de The Ultimates, de lo poco que Marvel ha hecho de interés dentro del campo de los pijameros desde hace la tira) y Steve McNiven (un dibujante muy solvente cuyos lápices se vieron previamente en Civil War) componen eso que se ha dado en llamar un western crepuscular. Un relato que recuerda tanto al Sin Perdón de Clint Eastwood como al Comanche de Hermann. El formato de road movie que adquiere el comic no es más que un pretexto para mostrar cómo sería un mundo post-holocausto en el que los villanos tuvieran el poder y los héroes hubieran desaparecido, y cómo ha afectado eso a todo el universo Marvel, sus personajes y el mundo tal como lo conocemos. Es un What If más. Y ahí reside el mayor interés de este Viejo Logan.
Afortunadamente, estando a cargo de quien está, la acción se mueve con dinamismo y el dibujo es brillante. Porque está claro que la tensión contínua que se respira en cada número y que se va edificando y apilando tacita a tacita, llegará al indefectible clímax que sabes que acabará por estallar. La reticencia de Wolverine a defenderse y sacar las garras es evidente que tendrá su desenlace con una masacre explosiva en la que se cepillará todo lo que se mueva. Todo guía hacia un final cantado en el que Lobezno recuperará su nombre, sus cuchillas y sus pendientes reales. El Viejo Logan es una historia entretenida y muchísimo menos indigna que otros subproductos con los que La Casa de la Ideas Agotadas nos está obsequiando desde hace ya demasiado. Léanlo si les va el tema y que pase el siguiente.