Cuando a uno le dicen que tiene cáncer de pulmón y que sus días están contados es normal que esa persona se plantee si su vida es la deseada y sobre todo si ésta le hace feliz. A ésta situación es a la que llega Walter White, un profesor de química que pasea por su vida sin ningún tipo de convicción, rendido ante una rutina soporífera y sin ninguna ilusión, junto a su mujer y su hijo. Una enfermedad de ese calibre le supondrá una inversión en pastizal muy seria y las circunstancias le llevarán a plantearse fabricar droga y de esa manera apañarle el futuro a su familia para cuando él no esté. Pero un hombre así, legal y entrado en años, no está preparado para el mundo donde se está metiendo.
El párrafo anterior explica la situación en la que se ve Walter de un día para otro. Un hombre sin carácter que muchas veces se ve pisoteado por otros simplemente porque no tiene el valor suficiente para enfrentarse a los problemas. La terrible noticia de su cáncer le hará replantearse alguno de sus valores, y sobre todo, quizás al pensar que ya no tiene nada que perder, valorarse más a sí mismo y plantar cara a los problemas e injusticias que se le plantean.
Si bien la serie se hace a veces lenta, creo que es necesario este ritmo para plantear al espectador de una manera eficiente el movidote que tiene encima nuestro protagonista. Y es que Breaking Bad encierra un aire a dramonazo de impresión, que a los que hemos sufrido esa puta enfermedad en nuestros círculos cercanos comprenderemos pero que muy bien. La enfermedad le hará mella y le hará plantearse decisiones difíciles para que él, o al menos su familia, tengan un futuro. En algunos momentos de la serie tendremos el estómago encogido y con alguna lagrimilla a punto de escapar viendo cómo la vida le trata al pobre Walter y cómo éste sucumbe al desánimo ante la desolación de su enfermedad.
Pero lo que más me ha gustado de Breaking Bad, aparte de cómo transmite el dolor y pena que emana del protagonista, es la forma en la que nos plantea que aunque todo parezca que está perdido hay que seguir luchando. Walter empezará a echarle pelotas y a enfrentarse a situaciones que nunca antes habría imaginado, improvisando por el camino y aprendiendo de sus propios errores. Si en unos momentos la serie transmite pena, en otros estaremos felicitando a Walter por plantarle cara a la vida y a las situaciones cotidianas que él considera injustas. Aún con todo perdido es capaz de mirar hacia delante y lidiar con momentos peliagudos que a más de uno nos provocarían dolores estomacales. Y es que la fabricación de la droga será sólo el principio de los problemas, porque la que se termina liando al final de temporada es de traca.
Concluyendo, una serie atípica que deberías ver si amas las series en general. Quizás el ritmo lento del que hace gala en algunos momentos te eche para atrás, pero te garantizo que más de una vez gritarás: ¡Toma, joder, sí! ¡Así se hace Walter, coño! cuando éste salga airoso de uno de sus apuros. Y es que lo más sobresaliente de Breaking Bad, bajo mi punto de vista, es la conexión que hace que nazca entre espectador y el pobre Walter, con el que seguro más de una vez nos sentiremos identificados. Venga, no sé a qué esperas para ponerte a verla.
Kikogolk