En la vida hay muchos cambios, unos son ajenos a nosotros, es decir, obligados y otros son provocados por nosotros. Siguiendo su definición en el diccionario, cambio es una acción, una variación, es mudarnos a otro sitio y dejar el sitio donde estábamos. Es el concepto que denota la transición que ocurre de un estado a otro.
Douglas Smith, en su obra Taking Charge of Change menciona que “…la ignorancia sobre la intima naturaleza de nuestra resistencia a cambiar es lo que mata el cambio, y no la resistencia en sí misma…”. La resistencia al cambio es un síntoma absolutamente natural.
Por eso surge inevitablemente esta resistencia al cambio, causada por varios motivos, plasmados en esta Pirámide de Resistencias:
En la base de la pirámide nos encontramos con no conocer, necesitamos conocimiento sobre el cambio, en qué consiste, las razones que provocan este cambio y el impacto que va a provocar. Otra causa del fracaso del cambio es no poder simplemente porque no se tienen las capacidades para la nueva situación, por lo que necesitaremos entrenamiento y formación para adquirir, si es necesario, nuevas capacidades. Por último está el aspecto más motivacional que es no querer por no salir de nuestra zona de confort, por miedo a los resultados que nos provoca el cambio, etc… En este nivel encontramos el deseo del cambio.
El diseño de esta pirámide de la resistencia esta basado en la jerarquía de resistencias de desarrollada por Nieder y Zimmermanen la Universidad de Bremen, Alemania. Al igual que la pirámide de necesidades de Maslow, la pirámide de la resistencia es una sucesión de niveles, en este caso, niveles de resistencia. La satisfacción de un nivel reduce la resistencia del siguiente.
En todo caso, tanto en el ámbito profesional como personal, hay que gestionar adecuadamente el cambio.
Para gestionar mejor estos cambios vamos a imaginar el peor escenario posible, preguntándome ¿qué es lo peor que me puede pasar con este cambio?. Cuando vemos el peor escenario posible posiblemente nos demos cuenta que no es tan malo como suponíamos. Hay estudios que confirman que magnificamos las consecuencias emocionales de las situaciones negativas y minimizamos las consecuencias de los más positivos.
Para superar esta resistencia al cambio también es útil trabajar con nuestros pensamientos, valorando de la manera más realista posible los beneficios de la nueva situación, es decir, ser conscientes de los aspectos positivos que nos traerá.
También vamos a reconocer lo que sentimos: tristeza, cólera, miedo… Reconocerlo ya es un paso a adaptarnos a las nuevas circunstancias.
Por último vamos a afrontar la nueva situación con curiosidad, sin prejuicios y de la manera más gradual posible. Siempre en la medida de las posibilidades.
En definitiva, los cambios son naturales, en ocasiones muy inesperados y requieren de una buena respuesta por nuestra parte para vencer las resistencias.
Y terminamos con la frase de “El único cambio que el ser humano disfruta es el del pañal”