Antes de estallar el escándalo, Santos contaba con apenas el 17% de aprobación. Nunca ha sido un personaje popular, aunque tuvo momentos mejores. No se puede olvidar que ganó la primera elección solo porque Uribe le señaló como su sucesor y logró repetir mandato en el 2014 gracias al apoyo que le brindó la izquierda en la segunda vuelta electoral, para frenar al aspirante uribista.Las revelaciones sobre la financiación de Odebrecht a su campaña dan nuevos argumentos a sus detractores domésticos, proyecta una imagen personal algo bananera ante la comunidad internacional y debilitan su gobernabilidad.Su reacción para frenar la bola de nieve no ha resultado creíble. La frase: “me acabo de enterar”, pronunciada en una singular alocución presidencial, compite con la famosa “todo se hizo a mis espaldas” de Ernesto Samper.Santos se refería a la confesión de su íntimo amigo y jefe de campaña, Roberto Prieto, admitiendo que Odebretch aportó fondos. Samper, a los dineros que le entregó el cártel de Cali para conquistar la presidencia.En un primer momento, el Presidente Santos y su entorno negaron las evidencias. Entre otros contraataques, sus ministros firmaron una carta pública en la que aseguraban que su jefe era un modelo de pulcritud, misiva que no tuvo mayores consecuencias. Durante mes y medio resistió ayudado por el silencio de Roberto Prieto, la actuación por momentos errática de la Fiscalía General y unos medios de comunicación que le han servido de escudo protector durante sus dos administraciones.
Pero el muro empezó a resquebrajarse esta semana, cuando Prieto abrió la caja de los truenos. El que ha sido su mano derecha en cuestiones políticas desde 1997, aceptó que la campaña recibió 400.000 dólares de Odebretch para costear unos afiches. No le quedaba otro camino puesto que ya la esposa del dueño de la imprenta había admitido el contrato, pagado en Panamá.
Pero en su voz la trampa retumbó con más fuerza. No solo la legislación electoral colombiana prohíbe el aporte de empresas extranjeras, sino que usaron Panamá para gastos al margen de los reportados oficialmente. De paso, dieron credibilidad a un rosario de graves revelaciones que enturbian la trayectoria de Santos.Y no pudo amortiguar el golpe con la noticia de que su rival en el 2014, Oscar Iván Zuluaga, también recibió dineros de Odebrecht. Venía quemado de tiempo atrás y su reacción de marginarse de la carrera presidencial del 2018 por el escándalo, le ha relegado a un segundo plano.Aunque Santos cuenta aún con una amplia mayoría en el Legislativo, cada día le cuesta más recabar apoyos sin contraprestaciones. Su baja estima entre la opinión pública, el nuevo escenario de incertidumbre que supone no saber qué nueva bomba le estallará cada día y un gabinete lleno de ministros con aspiraciones presidenciales, desdibujan su poder.Tampoco le ayuda el que el Partido de la U, con el que ganó las últimas legislativas y que es una agrupación de intereses sin cohesión política ni ideológica, pueda desaparecer en las siguientes elecciones, según una reciente encuesta.Pese al sombrío panorama, Santos conseguirá concluir su mandato. Con el antecedente de Samper, es una quimera pensar en una investigación que acabe de manera abrupta su presidencia. El eje principal de su gobierno, el proceso de paz con las FARC, sigue adelante pese a algunos tropiezos.Y Santos, obsesivo con su imagen exterior y con lo que la Historia escriba de él, sabe que desmovilizar a la principal guerrilla será su legado. El único castigo que le dolería es que Odebrecht le impida codearse con la élite planetaria en los elegantes salones occidentales, donde se siente a sus anchas, exhibiendo su Nobel bajo el brazo.Salud Hernández-Mora via infolatam
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