En 2014, Omar perdió el Oscar a la mejor película extranjera contra La Grande Bellezza.
Porque la fecha de estreno porteño ya cambió dos o tres veces en 2015, nada garantiza el cumplimiento del nuevo anuncio, es decir, que Omar realmente desembarque en nuestras salas pasado mañana. Sin embargo, vale reseñar la película de Hany Abu-Assad, un poco para complacer a quienes esperan (volver a) verla en pantalla grande hace más de un año, desde aquella primera proyección baficiana, otro poco para ponernos al día con la filmografía del realizador nazareno que pronto presentará su nueva obra –El ídolo– en el próximo Festival de Toronto.
Además de la exhibición en el 16º BAFICI, los espectadores memoriosos recordarán que este largometraje ganó el premio ‘Un certain regard’ en el Festival de Cannes de 2013 y, que en marzo de 2014 -semanas antes de su paso por nuestro festival de cine independiente-, compitió sin éxito por el Oscar a la mejor película extranjera, finalmente acordado a Paolo Sorrentino por La grande bellezza. Dicho sea de paso, estos antecedentes habrán incidido en la decisión de incluir esta película en la programación reciente de los canales de cine HBO y Max.
“El cine palestino es una causa” sostuvo el también autor de El paraíso ahora en esta vieja entrevista concedida a The Electronic Intifada. Y, en ésta otra publicada por Indiewire, consideró al séptimo arte una herramienta, sino de cambio, “de resistencia”. En sintonía con estas declaraciones, Omar aborda el conflicto en Medio Oriente desde una intención de denuncia contra el Estado de Israel: concretamente, contra la estrategia de arrastrar a los milicianos palestinos al fango de la delación o -en términos nazis- del colaboracionismo.
Una noticia policial inspiró en Abu-Assad la crónica de acoso y minuciosa destrucción que el protagonista encarnado por el atlético e impactante Adam Bakri sufre a manos de un agente del aparato represivo israelí. A la par de este relato principal, corren la historia de amor con Nadia y el retrato de la amistad con Tarek y Amjad.
El guionista y director nacido en Nazaret articula estas tres capas narrativas con sentido de la acción y del suspenso. De esta manera, un poco como en El paraíso ahora, evita el ejercicio panfletario que más de un espectador teme encontrar en el cine denominado ‘político’.
También como su antecesora, Omar se destaca por una fotografía cuidada, por actuaciones convincentes y porque sabe dosificar las escenas concebidas para recrear la violencia permanente que el Estado de Israel ejerce contra el pueblo palestino. El largometraje impacta además porque advierte sobre la existencia de una tortura todavía más perversa que la que consiste en provocar dolor corporal en individuos despojados de su libertad entre otros derechos ciudadanos.
Se trata de la implementación de una coerción física y psicológica que apunta a la muerte de la víctima. O bien porque se la empuja al suicidio, o bien porque se la deja a merced del grupo de pertenencia que tarde o temprano terminará matándola por traidora (sin considerar las circunstancias de la oprobiosa colaboración).