Respetado, admirado, temido, el Pombero es parte fundamental de la cultura popular de Corrientes y de todo el mundo guaranítico. Vengador con quienes no le cumplen las promesas y compañero fiel de sus amigos, carga con la responsabilidad paterna de todos los hijos extramatrimoniales.
Ningún habitante o visitante de los 88.199 kilómetros cuadrados de la provincia de Corrientes desconoce la existencia del Pombero, un duende que nació junto con los guaraníes y que, con algunos cambios en su descripción, sigue acompañando a los correntinos de hoy. Algunos lo llaman Mascadita (por su afición a mascar tabaco), otros le dicen Pomberito, Cuarahí Yara (Dueño del Sol, en guaraní), y también Pyragüé (pies con pelos). El mito del Pombero es el más popular de la provincia. En otros tiempos se lo representaba como un hombre alto y flaco, amigo de los pájaros e imitador del canto de cada uno de ellos, así como del piar de los pollitos. Hoy se dice que es bajo, robusto, con pelos hasta en las palmas de las manos y las plantas de los pies y que lleva la cabeza siempre cubierta con un gran sombrero de paja y una caña en la mano.
Lo cierto es que el Pomberito suele rondar por las casas, sobre todo de noche -cuando cualquier ruido extraño asusta-, y no le gusta nada que lo mencionen. Por eso y por las dudas, los campesinos se refieren a él en voz baja y con el nombre de Karaí Pyharé (Señor de la Noche) o Pyijharé-guá, según las investigaciones del folklorólogo Félix Coluccio.
El especialista Guillermo Perkins Hidalgo dice que el mito del Pombero abarca toda la provincia y que su nombre aparece, particularmente, en las conversaciones, coplas, versos y cuentos de los habitantes de la cuenca de la laguna Iberá, y lo califica como un "duende proteico", es decir, un ser que puede transformarse en cualquier elemento natural: una rama, un ave, una planta, un animal salvaje, y hasta tiene la facultad de volverse invisible.
l padre del gurí.
El personaje se caracteriza por ser enamoradizo, un tanto lujurioso, y se le atribuyen todos los hijos de padre desconocido. "Seguro que fue el Pombero", susurran los vecinos cuando una mujer soltera empieza a mostrar signos de embarazo. (Temor Pombero/cual madre espero.../María va.../Quiso la siesta/ponerle un niño a su soledad, dice el chamamé de Antonio Tarragó Ros, María Va). Es más, el duende se deslumbra intensamente con las muchachas que esperan una hija. Casi un test de embarazo: las madres solteras saben si tendrán una niña porque, desde los primeros tiempos de la espera, sienten que el Pomberito las acompaña y las protege. Y lo saben porque oyen el piar debajo de la cama, cuando salen de sus casas y hasta cuando intentan dormir (le imputan el insomnio típico de los últimos meses del embarazo al sonido que emite el Pombero durante toda la noche, mientras las cuida).
Y todo a cambio de un poco de petí hu (tabaco negro), huevos frescos, miel silvestre, un trago de vino o de caña. Y de que lo dejen tranquilo cuando desea pasar la noche en algún horno de barro o en una tapera abandonada.
Al Pombero se le debe, también, el encuentro de objetos perdidos. Basta con rezarle Pomberito, Pomberito,/si me haces encontrar (el nombre de lo que se perdió)/yo te ofrezco un tabaquito. Es fundamental cumplir la promesa y dejarle el cigarro en el marco de la ventana, la puerta de la casa, el alambrado, un poste, un tronco cercano o cualquier sitio visible, fuera de la vivienda.
Se dice que es bajo, robusto, y que lleva la cabeza siempre cubierta con un gran sombrero de paja y una caña en la mano.
Otra característica del duende es la amistad incondicional que brinda: él cuida que el ganado no se disperse o que los cazadores furtivos apunten bien a sus presas. Si un paisano sale a caballo y se le cruza un pollito piando, ya sabe que debe volverse, por más tarea que tenga esa jornada. En cambio, si el piar se oye detrás del caballo, el campesino tiene asegurado un buen día, en que todo marchará bien porque Mascadita lo acompaña. Pero jamás debe olvidar dejarle su premio ya que se trata de un genio vengativo: es capaz de dejar ñe'engu (mudo), tavy (sonso) o marachachâ (tembleque) a quien no le agradeció su ayuda.
En las familias, la existencia del Pombero es importante para la educación de los niños en lo que hace a ponerles límites: se lo presenta como un cuco que persigue a los gurises que se escapan de la casa a la hora de la siesta y que castiga, muy especialmente, a quienes matan o dañan a los pájaros o a sus nidos. Dice Perkins Hidalgo que "los padres se sirven de él como de un misterioso y terrible policía del campo". Otro estudioso de los mitos populares, Pedro Inchauspe, asegura que "tener propicio al Señor de los Pájaros -como también se conoce al Pombero- es contar con el más seguro payé o amuleto de buena suerte. Su amistad se mantiene con ofrendas y entre éstas ninguna le place tanto como la de un poco de tabaco negro para masticarlo al uso correntino".
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