La "democracia española" fue una gran estafa y los frutos de aquel sistema bastardo, ideado y construido por autoritarios, son hoy visibles: corrupción, ciudadanos marginados, partidos políticos con poderes casi ilimitados, abuso de poder, Justicia bajo control de los partidos, impunidad de la casta política y un país-basurero que lidera las grandes lacras internacionales (corrupción, desempleo, blanqueo de dinero, droga, prostitución, etc.), desprovisto de defensas morales, condenado por sus políticos a vivir en la mentira y víctima de un sistema que nació como una estafa y que sigue estafando cada día.
Adolfo Suárez, un hábil político renovador surgido de las entrañas del Franquismo, en el que siempre quiso ser ministro y presidente del gobierno, supo ver la gran jugada y tuvo la audacia de llevarla a cabo, ayudado por gente tan autoritaria y poco demócrata como él, desde un rey que había sido elegido por el general Franco y jurado los principios del Movimiento Nacional, hasta por un autoritario empecinado e ilustrado, como Manuel Fraga, un comunista stalinista como Santiago Carrillo, un ambicioso sin escrúpulos como Felipe González y una manada de políticos educados en el Franquismo que vieron en la jugada de Suárez la mejor forma de reciclarse y seguir mandando, ahora con las bendiciones del mundo occidental y con el beneplácito de un pueblo engañado.
Respeto para Adolfo Suárez en la hora de su muerte, entre otras razones porque, a pesar de sus trucos malabaristas y engaños, fue el menos corrupto de los presidentes del nuevo sistema y porque abrió las puertas de un camino que, aunque nacido de la mentira y ajeno a la verdadera democracia, sí creó las libertades suficientes para que hubiera podido evolucionar hacia una democracia real, si sus protagonistas y principales dirigentes hubieran tenido vocación de demócratas.
Pero pronto, desde el flamante monarca hasta los comunistas de Carrillo, sin excluir a los socialistas de González, los nacionalistas vascos y catalanes, a los que se les regaló un poder representativo desigual, que no merecían, y los franquistas reciclados, se sintieron a tan gusto en aquella gran estafa que decidieron mantenerla y fortalecerla para que perdurara.
Y España es hoy eso: una falsa democracia sin ciudadanos, plagada de contradiciones y de dramas, con sus políticos desprestigiados y rechazados por sus ciudadanos, con su economía maltrecha, con su justicia desquiciada y sometida a la dictadura de los partidos, sin valores y sin catadura moral, todo ello consecuencia de aquel engaño perpetrado tras la muerte de Franco, en el que se hizo pasar por democracia lo que era y es una simple y vulgar dictadura de partidos, sin controles, sin frenos y sin decencia.