En comparación con los informes anteriores, en el Quinto Informe de Evaluación se hace más hincapié en la evaluación de los aspectos socioeconómicos del cambio climático y sus consecuencias para el desarrollo sostenible, los aspectos regionales, la gestión de riesgos y la elaboración de una respuesta mediante la adaptación y la mitigación. El informe AR5, que cuenta con aportaciones de más de 800 científicos, revisa las evidencias empíricas de los efectos del cambio climático, y lo hace otorgando distintos grados de fiabilidad a sus afirmaciones (grado bajo, medio, alto) con el objetivo de mostrar al lector hasta qué punto han sido contrastadas científicamente dichas evidencias. A corto/medio plazo, el informe señala la necesidad de que en 2050 las emisiones se hayan reducido entre un 40 y un 70% respecto a 2010. Este esfuerzo tan considerable supone la necesidad de abandonar los combustibles fósiles como fuente energética, o, al menos, combinar su uso con técnicas de captura y almacenamiento de CO2 a medio plazo y optar por fuentes alternativas tales como las energías renovables, sin desterrar, el uso, de la energía nuclear e incluso, a medio plazo, el fracking. A largo plazo, la apuesta del IPCC es la de alcanzar emisiones cero en 2100. Para ello se reconoce la necesidad de que se produzca un cambio fundamental en nuestras pautas de consumo y en nuestro modelo de crecimiento. ¿A qué problemas se enfrentan las recomendaciones del IPCC? El mayor temor para los países en expansión es que la lucha contra el cambio climático frene su crecimiento. Seguir las recomendaciones del IPCC supone modificar el modelo de crecimiento y racionalizar el uso de las fuentes energéticas. Por este motivo, las investigaciones recientes analizan, para distintos países y periodos, si es posible desvincular o desacoplar las tasas de crecimiento económico y las mejoras en el bienestar de las tasas de consumo de recursos y sus impactos ambientales. La tasa metabólica, es decir, el consumo anual per cápita de los recursos naturales, es un indicador muy útil para identificar algunos rasgos diferenciadores entre los países en cuanto al consumo de combustibles fósiles. El Informe 2012 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) muestra que en 2050, la humanidad podría consumir al año alrededor de 140 millones de toneladas de minerales, combustibles fósiles y de biomasa, a menos que la tasa de crecimiento económico se desacople de la tasa de consumo de recursos naturales.
PorRocío Románel 19 de diciembre del 2014 Publicado en fundrogertorne.org