Isla de belleza inmortal, sanatorio de almas laceradas por la impureza de esta edad. Toledo es una cumbre que parece una corona, es un resplandor sobre una colina. Aunque sus pulseras de granito se quiebren; aunque sus gradas de tierra vayan borrándose bajo el asalto incesante y cruel de los siglos; aunque en sus callejuelas, palacios y mezquitas su gloriosa voz se debilite en un suspiro, Toledo, la goda, la árabe, la castellana, siempre será señora.En lo alto está como un faro que guía y como un alerta que previene. Nadie la abatirá sino la leve tenacidad del tiempo.Y aun el tiempo, que no supo marchitar la juventud del río que la ciñe, ni del cielo que la cobija, ni del sol que la bruñe, no se atrevería a injuriarla si no se disfrazase, alguna vez, de concejal.Emiliano Ramírez Ángel. Toledo desde los cigarrales. Revista Toledo, 1 junio 1926.