Inmantar
Por la Responsabilidad Social Corporativa comienza a ser un grito que se escucha en muchos ámbitos empresariales. La construcción de canales de comunicación interna que vallan clarificando, poco a poco, las formas de funcionamiento que desvirtúan un concepto de honestidad y transparencia, buscan los caminos que de forma irremediable, tenderán a volverse grandes conocidos. Las promesas de obligado cumplimiento han pasado de valorar sus posibilidades de transmisión, a través, del Valor Funcional y las formas en que éste es distribuido en los puntos de venta, mostrando que aún sigue, sin llegar a entenderse del todo, cual es el funcionamiento adecuado que, pondrá en pie, las estructuras correctas de una Responsabilidad Social Corporativa que aporte valor a la sociedad donde vive.Los recursos de éxitos que se muestran como procedentes de viejas épocas trasladan una ocupación o preocupación por entornos sociales desfavorecidos, pero que, en los proyectos empresariales que fomentan este, "a modo" de ayudas a comunidades lejanas, se enfrentan a devoluciones negativas brutales porque, y a pesar de las apariencias, puede observarse, a simple vista, que ni siquiera contemplan esa función en sus tejidos internos, donde, siguen potenciando, a pesar de los recursos invertidos en imagen, un mundo desigual que ahonda en socavar conquistas sociales, justo en el mismo núcleo que les permitiría captar más clientes potenciales.
Cualquier intento de venta, es sistemáticamente pasado por el tamiz de un consumidor hastiado y cansado de acumular experiencias negativas en el trato, que además, es consciente de que para poder disfrutar de un producto o servicio, hay miles detrás sufriendo y que, no entiende, porque ha de agradecer un gesto caritativo a una comunidad lejana si, estimando, la posibilidad de abrir un área de negocio en esa misma zona, el despliegue inevitable propagaría las prácticas y usos de una pequeña o gran devastación de esa misma comunidad, empezando por el entorno que ha de plegarse a las exigencias de los márgenes de beneficios, pasando por los empleados que son tratados como simples ejecutores de tareas mecánicas bien organizadas por una élite jerarquizada que les circunscribe a un contexto de tratamiento de estatus que no aporta posibilidad de medrar y que además, les empobrece y terminando por los mismos clientes, que se encuentran con prácticas no tan sociales, no tan transparentes, no tan honestas como nos venden envueltas en los espacios publicitarios.
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A pesar de todos los esfuerzos realizados, no son los caminos ya transitados con anterioridad los que generarán el Valor de Responsabilidad Social Corporativa que se necesita en los mercados y son los mismos mercados, en todo su tejido social, los que ya están aportando la dirección clara y meridiana que deben tomar esos grandes proyectos empresariales que llegando de un pasado donde fueron emprendedores, hoy se encuentran con que, ni siquiera conservan ya, la escucha que les permitió medrar cuando aparecieron.
Si los intentos, siguen considerando la posibilidad de retorno a la vieja treta de aparentar hacer, los intentos serán fracasos rotundos y sistemáticos porque no son justificables, no son ni siquiera, argumentables ante una sociedad que exige un Valor Funcional que sea bueno para todos, atado y bien atado a un Valor Emocional que está comprometido en aportar belleza a todo lo que toca y que acometa, como misión única, la tarea de crear riqueza, no solo para si mismo, sino para todos los grupos interesados en su modelo de negocio, incluso para aquellos grupos que, hasta ahora, ha pasado desapercibidos y que sin embargo, ahora, son conscientes de que moviéndose ellos abajo, caerá la construcción que no les aporta ningún tipo de Valor.
Con semejante panorama ¿Que empresa podría satisfacer, a largo plazo, a sus accionistas?