Restaurante De la Riva {Tradición diferente}

Por Capitan_rabano @pardeguindillas

Hay negocios de restauración que hacen de su singularidad su ventaja competitiva y lo convierten en su particular camino hacia el éxito. Así es el Restaurante De la Riva. 


En De la Riva saben mucho de peculiaridades, de ser originales y la suya es una historia de éxito desde hace mucho tiempo.
Presumen de ser una casa de comidas especializada en cocina casera y de veras que lo son, tanto que no dan cenas salvo que sean de encargo y en grupos de un tamaño mínimo de 30 personas.
La verdad es que merece la pena detenerse un momento en leer su historia en su propia página web.
El local:
Ubicado en una zona repleta de negocios de hostelería, apenas a unos metros del afamado mercado de Chamartín, entre el Paseo de la Castellana y Príncipe de Vergara y muy cerca de Serrano y del Paseo de la Habana... en fin, que el lugar no puede ser mejor. Si te lo montas bien, tienes una clientela asegurada a unos metros del corazón financiero de Madrid y, sin embargo, en una calle tranquila y resguardada.
El comedor como tal es más grande de lo que parece, lo que pasa es que está abigarrado de mesas en las que una clientela fiel (y entregada) disfruta de la comida y, en ocasiones, la partida de mus, ¡como de toda la vida!, pero con un gin-tonic en lugar del Patxarán.

Las mesas son cómodas, familiares, correctamente vestidas y demasiado cercanas unas a otras.

Llama poderosamente la atención el sistema "dispensador" de vino, del que presumen, no sin razón, pues su vino de la casa se sirve a partir de botellas de 27 litros con un moderno aparataje que conserva bien sus propiedades. En cualquier caso no creo que una botella les dure mucho tiempo al ritmo que sirven y les da motivos para presumir de tener un sistema verdaderamente ecológico.

La carta:
Y volvemos a las peculiaridades que recogen ecos del pasado de una casa de comidas, pues los primeros se cantan en la mesa y el comensal comprobará que la oferta, a diario, es realmente extensa e interesante. Cocina de toda la vida, de pan y cuchara, de sabores a largas cocciones, de potajes y legumbres.
¿Y qué pedimos de segundo?, pues tendrás que esperar a que regrese el camarero cuando hayas terminado los primeros. Sí, como lo oyes.
La idea es que en función de cómo te encuentres de lleno o de satisfecho, podrás adaptar lo que pidas de segundo, dónde de nuevo la oferta resulta abrumadora. El inconveniente de este sistema también está claro, las prisas no son bienvenidas en De la Riva, aquí se come despacio, dando tiempo al comensal a la tertulia y el disfrute de los sentidos. En cualquier caso la espera no fue tan elevada como podría parecer.
La carta de vinos:
Amplia y con muchas referencias, algo que siempre agradezco, pero tengo serias dudas de que tenga el nivel de rotación deseado. El día que estuvimos, casi nadie pidió un vino que no fuera el de la casa.
La cocina:
Ya está casi todo dicho. Tradición, tradición y tradición. Sabores identificables en el cerebro reptiliano de todo español, pues parece que es lo que hemos comido de toda la vida, pero eso sí, realmente bueno.

Y es que nada falló, quizá y por poner algún pero, los mejillones estuvieron sólo correctos, lo mismo que la torrija. 

El potaje fue muy agradable, nada salado, suave. La raya al horno en su punto (no hay foto).

Quiero destacar por encima de todo el pecho de ternera al horno (costillar, no os asustéis) que llega en la fuente del horno a la mesa y allí es trinchado por el camarero, es uno de los mejores platos de carne que éste que escribe ha disfrutado en años.

El servicio:
Correcto y atento, aunque quizá demasiado acostumbrado a una clientela bastante fija, con lo bueno y lo malo que eso tiene.
Los tiempos se hacen relativos en De la Riva y es posible que intenten hacerte pedir más de lo que tu apetito aconseja, lo bueno será que disfrutarás, lo malo que pasarás media tarde allí y el bolsillo lo notará.
El precio:
Durante todo el post hablo de la consideración de Casa de comida. Lo es en el sentido literal del término, pero quizá no el económico. No esperes precios populares, estás en una zona cara de Madrid, la comida es realmente buena y el lugar es de los que se disfrutan, pero hay que pagarlo.

Conclusión:
Curiosísimo lugar a sólo unos metros de algunos templos de la modernidad y la excelencia gastronómica (DiverXo está bastante cerca) que hace de la diferencia su señuelo, pero te conquista en la cocina y fideliza a su clientela.