Hacía tiempo que no íbamos a ningún hotel a comer, gustándonos como nos gustan. Seguramente, en la época veraniega, los visitamos más para aprovechar sus terrazas y disfrutar de sus vistas o para relajarnos en sus jardines. Pero lo hemos retomado, y ahora, cara el invierno, visitaremos algún que otro restaurante de la hotelería barcelonesa que consideramos una de las mejores opciones para comer en Barcelona y de la que abiertamente nos declaramos admiradores y probaremos seguro algún que otro menú de temporada que suelen ofrecer, pensando ya en la Navidad.
De momento, empezamos con una visita al Hotel Barceló Sants. Seguramente hablamos del hotel mejor comunicado de la ciudad teniendo en cuenta que está justo encima de la estación central de trenes, y que desde allí, según como lo mires, conectas con cualquier parte del mundo. Un hotel de 4 estrellas que ha sido reformado hace poco para darle un ambiente entre futurista y espacial, con tonos blancos y que ha incluído también la reforma de su oferta gastronómica.
El Chef ejecutivo del Hotel Barceló Sants es Ramon Ribas. Con un gran currículum para su edad (42 años) nutrido de experiencia en varios Hoteles de Gran Lujo de Méjico y Barcelona, restaurantes con Estrella Michelin, premios de Gastronomía y colaboraciones con eventos gastronómicos de renombre. Disfrutaremos de una degustación de uno de sus menús que una vez más, confirma la gran relación calidad precio base de la oferta hotelera.
El menú bautizado como Sants-tronómico forma parte junto con otros platos de su carta estrenada el 19 de octubre en la que mezclan buen producto, imaginación y buena cocina. Mientras esperamos que empiece el servicio, entretenemos el estómago con una degustación de dos aceites con focaccia hecha por ellos. Los aceites eran Arbequina y Picual.
Enseguida llega el primer plato: una ensalada. Con queso mató, piñones, vinagreta de miel-frambuesa y micromezclum.
Continuamos con uno de los mejores pescados que puede tomarse: Rodaballo.
Fue un postre ligero hecho además con un producto de temporada, una mousse de castañas con su terciopelo de chocolate. Suave, y no excesivamente dulce con una atractiva presentación.
Acompañamos la comida con un par de copas: vino blanco al inicio de la cena que cambiamos por tinto al final. No puedo deciros cual fue el vino blanco, no lo recuerdo. El tinto fue un Celeste Ribera de Duero con un etiquetaje que parecía hecho para la ocasión. Su carta de vinos, por lo que nos explicaron, no es muy amplia ya que su idea es que sea dinámica e ir cambiándola.
La cena fue buena, muy buena y muy completa. Armoniosa, con un buen orden a la hora de servir que por sabor iba in crescendo. Un hotel que os recomiendo y que se une como ejemplo a la lista de aquellos sitios imprescindibles para visitar, comer tranquilo, bien y a un precio muy razonable: 45 Euros IVA incluido (bebida aparte). Tienen otro menú más ligero tanto en platos como en precio, el Menú Gourmet Saludable: Crema de zanahorias al curry con espuma de coco y nueces de pecán, Lubina al vapor con verduras y vinagreta de carabineros y bizcocho de aceite de oliva con aroma de naranja y sorbete de mandarina por 28 Euros. Platos muy diferentes pero seguro que igual de buenos. Cualquiera de los dos menús o su carta se sirve mediodía y noche.
Sabemos que cuesta entrar a cualquier hotel con la naturalidad necesaria como si fuera un restaurante. La barrera psicológica de pasar por una recepción o un vestíbulo pesa de forma absurda, pero cada vez más se contempla la opción de comer en ellos. Una barrera que para mi ha dejado de existir y que os sugiero que no dejéis que os impida visitar algunos de los mejores restaurantes de la ciudad en los que disfrutar de una gastronomía muy cuidada, de un servicio de 4 estrellas mínimo y de pagar un precio más que justo por ello.