Enseguida nos ubicaron en nuestra mesa, preparada con los aperitivos de la casa. Mientras traían las bebidas que habíamos pedido, pudimos echar un vistazo a la carta y ver el tipo de cocina que íbamos a tomar. -Esto si que era ir a la aventura.
El último de los entrantes fue una ensalada de habitas con gulas y huevas de arenque. Presentado por separado las habitas junto a las gulas y las huevas, que no eran pocas, y por otro los vegetales, lechugas varias, soja o fresas. También me quedé con las ganas de probar otros platos como el maki de caldero con nube de soja y jengibre o el foie relleno de calabazate, crocant de kikos y salsa de arrope. Todo esto regado por un Altico de bodegas Carchelo, un vino de Jumilla servido a su correcta temperatura. Algo que es lo normal pero últimamente no lo habitual. Si algo puedo decir de su bodega, es que sin ser excesivamente amplia, no es una bodega convencional, aunque lo que los precios tampoco lo son.
En estas estábamos, disfrutando del placer del buen comer, cuando una de las patas de la mesa, que era abatible, se batió, quedándonos con la mesa sobre nuestras rodillas, el vino en el mantel y las copas en el suelo. - La cosa pudo ser peor. - Reaccionamos con rapidez, tanto nosotros como el servicio, que hasta el momento era un poco lento, pero muy agradable, y mientras ellos recogían el estropicio, nosotros cambiamos de mesa con nuestros platos y lo poco que quedaba de la botella de Altico. Es la primera vez que me ha pasado algo así, pero me sirvió para darme cuenta de ciertos detalles por parte del local que de otro modo nunca hubiese conocido. La botella de vino estaba en las últimas, y aunque un mínimo estaba en mantel de la mesa caída, nos trajeron sin pedirlo una botella de Carchelo, al no que darles de Altico.
En cuanto al personal, aunque en algunos momentos de la comida, el servicio fue lento de más, lo compensaron con simpatía y la atención de la camarera que hizo que en ningún momento sintiéramos que se habían olvidado de nosotros. Al revisar la cuenta pudimos comprobar que no solamente la última botella no la cobraron, sino que además nos obsequiaron con la primera. Son detalles como estos, innecesarios pero que se agradecen, los que marcan la gran diferencia entre restaurantes como este o en los que solamente se come bien. Comimos muy bien, el incidente nos dio tema de conversación duranteel resto de la comida y encima sin haber sido culpa de nadie, lo compensan de una manera más que satisfactoria. Tengo clarísimo que no solamente volveré a ir a La Salica, sino que además lo recomendaré como sitio actual de referencia del buen trabajo.
El Restaurante La Salica, está en la calle Antonio Flores Guillamón número 2 de Espinardo, en Murcia y su teléfono para reservar es el 968899039.