Piedra caliza, extraída de la antigua cantera del monte Ereñozar, junto con maderas de roble y castaño, también de la zona, fueron los materiales empleados para la reconstrucción de este caserío, allá por 1.761. Está situado a escasos 300 metros de la cueva de Santimamiñe, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y donde se encuentran pinturas rupestres originarias del Paleolítico Superior descubiertas en 1.916, como casi siempre ocurre, casualmente, por unos chavales. Su nombre, procedente del euskera “lehizea” significa cueva.
Adaptándose a los tiempos, y fundamentalmente gracias al aumento de visitantes a la cueva, en 1.968 sus titulares deciden fundar el restaurante convirtiendo la antigua cuadra en comedor y ampliando la cocina. El éxito entre el personal fue tal que, en 1.996, se amplían todas las instalaciones tal y como ahora se encuentran; eso si, no se ha perdido la amabilidad, ni el trato familiar ni, por supuesto, la excelente fonda a precios muy económicos.
El “Menú del Día”, que no es necesaria carta, ya lo dice todo: precio 10€ (IVA no incluido 10%). A elegir, como primer plato, espárragos en dos salsas; ensalada mixta; alubias rojas de Guernica con sacramentos o, alcachofas salteadas con jamón. De segundo plato: Txipirones en su tinta; bacalao en salsa de pimientos; guisado de cordero, o rabadillaza la plancha con guarnición. A esto le añadimos los postres caseros, también incluidos en el precio del menú y, eso si, la bebida aparte.
Los platos son abundantes, muy “a la vasca” que diría yo, es decir, para comer casi dos y si no, ahí queda la prueba con las fotos. Nos decidimos, y que estupenda elección, por unas alubias rojas de Guernica servidas en una “cuenco-sopera” donde tu decidías cuanto echarte. Lo siento, me pasé. Estaban tan ricas que llegué hasta el final, eso sí, sin las guindillas que yo el picante no lo aguanto. Las alcachofas salteadas con jamón, a juicio de mi ciudadana favorita y yo mismo que las probé, estaban deliciosas y para “dar y tomar”.
A la salida del restaurante Lezika lucía un espléndido sol; un café, andar un poco por el bien cuidado entorno del caserío y seguir nuestra ruta por la Costa Vasca. Eso sí, si os encontráis por los alrededores no dudéis: la visita a Lezika es obligatoria. Desde aquí, seguro, saldréis con más salud, ciudadanos.
Enlaces de interés:
Restaurante Lezika.
Como llegar.
Cuevas de Satimamiñez.
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