Normalmente aprovechamos alguno de los días en los que estamos de vacaciones en la playa para acercarnos a Cartagena, con la excusa que sea, compras, paseo por el puerto, ir a algún concierto de la Mar de Músicas, museos o simplemente ir a probar alguno de los restaurantes de la ciudad. Así que este año no iba a ser diferente y tras recabar información y hacer algunas compras, nos acercamos a la antigua plaza de la lonja, al Restaurante Magoga, acrónimo de María Gómez García, propietaria y Chef quien junto a Adrián de Marcos llevan adelante este bonito proyecto que no hace mucho cumplió su primer año.
Espagueti de mar.
Una cuidada y amable decoración dan como resultado la creación de un espacio amplio, moderno, luminoso, cálido, y cómodo. Una magnífica primera impresión que invita a quedarnos, aunque quizás no se ajuste a nuestro presupuesto inicial. En la sala nos recibe el maître Manuel D. Flores, a quien ya conocíamos de sus trabajos anteriores en El Reloj de Cuco y Guerra y Paz en la calle San Lorenzo de Murcia. Para los fumadores esta la opción de la terraza situada en una remodelada, tranquila y amplia plaza.
Una variada y elegante carta que se ajusta a los gustos del mercado, donde se combinan las tapas más tradicionales como la ensaladilla rusa, tabla de quesos de montaña, croquetas de ibérico o manitas, las tendencias ya consolidadas como el steak tartar o el tartar de atún y las nuevas tendencias como es su ceviche de dorada salvaje del Mar Menor. Una carta apta para todos los públicos y gustos con el tamaño suficiente para necesitar una segunda visita. El menú degustación maridado también es una buena opción, sin olvidar los platos de cuchara (marmitako, pochas) o sus arroces (de carabineros, negro, a banda…).
Ensalada de lechuga, tocineta y gamba crujiente.
Empezamos con una pequeña muestra de aceite de cuquillo, sal y pan, previo al aperitivo de la casa, que fue un refrescante gazpacho. ¡Prohibido salir de aquí con hambre! De la carta, pedimos una ensaladilla rusa. Somos muy de ensaladillas, no hay sitio donde vayamos que no pidamos, a menos que la hayamos probado antes y no nos haya convencido. Algún día alguien debería preocuparse en hacer una lista de dónde comer las mejores ensaladillas para yo poderlo criticar. ¿Acaso no hay listas de casi todo? Presentada como un sándwich de masa crujiente que el camarero rompió golpeándola con una cuchara. Nos sorprendió gratamente por su sabor. Luego nos comentaron que había sido reconocida con un premio a la mejor ensaladilla. Seguimos con los espaguetis de mar, un alga ecológica gallega aliñada con vinagre, que recuerda por su sabor, a los boquerones en vinagre. Este fue nuestro plato valiente de la noche. El conservador, las croquetas melosas de jamón ibérico.
Canelón de Rabo de Toro.
Seguimos con una ensalada de cigalas crujientes, pero por mandato del mercado, en lugar de cigalas nos dijeron que sería de gamba roja. Menos mal que nos avisaron. El marisco, la vinagreta de la ensalada y la tocineta crea unos contrastes de sabores interesantes. Junto a la ensaladilla, otro imprescindible son los canelones de rabo de toro con una bechamel de castañas. Como principal, un calamar plancha con los brazos rebozados, salsa de tinta y patatas a lo pobre. De todo lo pedido, me quedo con la ensaladilla y los canelones, sin duda alguna.
A través de twitter, Mar Muñoz (@munozayuso) nos había recomendado pedir la ensaladilla, los huevos poché que tienen fuera de carta y el chato murciano. A estos dos últimos llegamos tarde, pero no así a los postres, que nos aconsejó. La torrija con Baileys y helado de mantequilla y sal, antes el helado era de vainilla, que no convenció mucho. Cosa diferente fue la Paulova con fresas y frutos del bosque. Un riquísimo postre, muy merecido ganador del concurso de tapas Cartagena Sabor. Es muy recomendable dejar sitio para este postre. Otro ejemplo del cuidado de los detalles, lo encontramos en los grabados positivistas de los cubiertos.
Paulova.
Cerramos pidiendo la cuenta y saliendo con muy buen sabor de Magoga. Un trato exquisito, muy profesional y aunque no es barato, la cuenta fue bastante menos de lo que nos esperábamos en un restaurante donde cuidan cada uno de los detalles, no ya solo en la decoración, sino que el buen hacer de la cocina se complementa a la perfección en el trabajo de la sala. En conclusión, una escapada que resultó toda una agradable y exitosa sorpresa gastronómica. Para recomendar y para repetir.
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