Provoleta.
Hay restaurantes en los que se cocina, bien, mal o regular, pero allí se cocina. De una forma más o menos creativa se preparan los ingredientes siguiendo unos rituales, en algunas ocasiones ancestrales, que dan como resultado unas verdaderas delicias para nuestros sentidos. En la mayoría de estos procesos interviene la aplicación de calor, cocción, que consigue modificar el sabor, textura y color de los alimentos a la vez que los hace más digestivos. Sin olvidar que algunos sibaritas lo consideramos todo un arte, llegando a aupar a los grandes cocineros a verdaderos profetas de algo cada vez más parecido a una religión.Por otro lado hay establecimientos, que no dejan de ser restaurantes, en los que la cocina no tiene excesivo protagonismo y se dedican a servir comida. El caso del Balcón de San Juan es más parecido a este segundo tipo de locales. La creación culinaria ha dado paso al servicio de platos donde la materia prima, o semielaborada es servida de manera casi intacta. Y es que, si un dulce hecho a base de chirimoya, no puede mejorar a la chirimoya. ¿Para qué perder el tiempo?Ensalada "Pecado".
Cuando llegamos al Balcón de San Juan, a pesar de llevar reserva, tuvimos que esperar un rato. Es cierto que ya estábamos avisados, así que, mientras hacíamos tiempo, nos tomamos una copa de vino bajo su balcón. El restaurante es pequeño, en el interior apenas tiene cinco o seis mesas, más una coqueta que da al exterior, a la plaza de San Juan, en el llamado "balcón". Se accede al moderno local de tonos rojos y blancos, sillas wengué y manteles rojos, subiendo unos escalones protegidos por una mano de Fátima. Nuestra mesa, que era para nueve comensales, estaba fuera. Fue cuanto menos sorprendente que tras esperar una media hora a que se desocuparan las mesas, sacaron de dentro un tablero, dos caballetes y montaron nuestra mesa. Muy eficaces, pero si lo hubieran hecho media hora antes creo que no hubiera pasado nada.Al ver la carta nos damos cuenta trabajan una cocina muy sencilla. Aquí los platos estrella son las tablas de patés, las de quesos, queso fundido, queso rebozado y sin olvidar las ensaladas, que también tienen muy buena pinta. Empezamos pidiendo unas sartenes de chorizo y unas provoletas. Entiendo que lo hicieron por servir lo más rápido posible, pero tanto al queso provolone como a los chorizos no les hubiera venido nada mal estar más tiempo al fuego. La provoleta es un queso asado que se debe servir fundido. Si no le das el calor suficiente para fundirlo, dejas el plato a medio. Lo sirvieron acompañado de tomate rallado y un poco de eneldo. Por su parte, los chorizos no tomaron color y lo que es peor, no llegaron a soltar esa grasa que tanto gusta sopar y tanto colesterol nos aporta. Las sartenes de los chorizos estaban casi inmaculadas, no teníamos donde sopar. Además habrían rematado la faena si a la vez que se dan prisa con los entrantes, lo hubieran hecho también con los cubiertos ya que dejaron los platos pero no teníamos con que comerlos.Coulant de chocolate.
Los postres estuvieron a la altura, o incluso mejoraron la cena. Pedimos un coulant de chocolate que venía acompañado de helado de vainilla y decorado con el omnipresente sirope de caramelo. Me atrevería a apostar a que no ha sido cocinado en varios kilómetros a la redonda. A pesar de todo, logra calmar mi ansia de azucar. El otro postre es más difícil de clasificar. Casi mejor decir los ingredientes y que cada cual lo defina a su gusto. Era una mouse de queso servida con trozos de turrón semifrío, de piña y bañado por sirope de caramelo. Una delicia para los más golosos.Terminamos con unos cafés y unos chupitos mientras esperábamos la cuenta. No fue nada caro, salimos por unos veinte euros por cabeza.
Sintetizando un poco, el servicio quizás era escaso para todas las mesas que tenían en la terraza. Un solo camarero, ayudado puntualmente por su compañero tenía que desdoblarse para atender a los clientes. La cadencia en el servicio de los platos no fue demasiado lenta, pero si se notó en otros detalles como podía ser el tiempo en reponer el pan o las bebidas. Un detalle que no gustó fue que trajeran los refrescos ya servidos de dentro. Claro que para los tiempos que corren, los ajustes son muy necesarios si se quiere ser competitivo, que el mercado, aunque algunos no lo vean, está muy difícil.
El Balcón de San Juan está en la Plaza de San Juan número 5 y si queremos reservar, tenemos que llamar al número de teléfono 618086873, aunque si es a la hora de comer hay que tener en cuenta que solamente abren a mediodía a partir de los viernes.