Mientras el resto se empobrecía, el número de ricos crecía un 40 por ciento en España desde el año 2008. Es decir, durante los años de la crisis ha aumentado en 50.000 el número de personas acaudaladas, lo que supone agrandar la brecha de las desigualdades en un país en el que, al mismo tiempo, se exigía a los no pudientes grandes sacrificios (reducción de salarios, pérdidas de empleo, eliminación de derechos) para afrontar una crisis que ha enriquecido a unos pocos. Son esos pocos los que sí notan la recuperación.
Otro resultado encomiable de la austeridad son los recortes en la sanidad pública, con 8.869 millones de euros menos entre 2009 y 2013, lo que se traduce en un deterioro que notan los usuarios, un aumento de las listas de espera y el “repago” y “copago” de determinados servicios y prestaciones. Así, la salud privada “despega” gracias a la crisis y el deterioro de la pública, como resalta El País. Entre la privatización de hospitales, la externalización de servicios y la caída del gasto público, la medicina privada se frota las manos y aumenta su penetración en el mercado sanitario, favorecida por el trasvase de recursos públicos hacia el sector privado, vía conciertos, mutuas u otras formas de “colaboración” con la sanidad pública. Lo cierto es que, como resultado de la austeridad, el seguro privado aumenta y el volumen de primas crece entre un 3,2 % y un 4,4 % cada año desde 2010. Este sector también nota la recuperación, aunque en los hospitales públicos sigan con una austeridad que reduce plantillas, merma la calidad asistencial y causa insatisfacción en los usuarios.