Este año no ha sido mi mejor año de Cantigas, pero nunca se me ocurriría echarle la culpa al certamen; sencillamente, no tenía el mejor estado de ánimo posible.
El caso es que todo comenzó con Patri llegando desde el hormiguero, cena y cerveza para tres mientras hablábamos de lo humano y lo divino ella, C y yo, y quedándose a dormir en casa.
La mañana siguiente fue desayuno con C, arreglar mil cosas en casa, y coger el autobús con Patri camino a Ceutí. Y en el hotel los mismos trabajadores sonrientes de todos los años y la espera de los distintos aspirantes a los tres premios. Y el gustazo de poder abrazar a gente a la que uno ha visto ya alguna vez en Cantigas. Y la cara de qué buen rollo se respira aquí ¿no? de los que aparecen por primera vez.
Y sigue siendo un gustazo y una risa tener a Mario sirviéndonos la comida y soltando bromas para quedarse con todo el mundo.
Y la primera semifinal, en la que la mayoría no estuvieron encima del escenario (los nervios les hicieron estar sólo a medio gas) y que el último semifinalista fuera la sorpresa de la noche.
Y los habitantes que faltaban del hormiguero llegando a Ceutí y repartiendo sonrisas.
Y Patri que tiene que volver a grabar porque hay días que la tecnología se vuelve contra uno.
Y la segunda semifinal, en la que ya estaban casi todos los participantes de Cantigas y uno comienza a intuir algo de pelea para llegar a la final. Y tras la cena los nervios se desatan y las guitarras empiezan a pasar de mano en mano (inolvidable las 'Nanas de la cebolla' cantadas por el dúo Evoéh y la juerga –por fin– que se puede permitir Fede Comín con sus minicomponentes) hasta que el jurado dice quiénes pasan a la final.
Más pruebas de sonido antes de la final. Cantautores que afirman que esta es casi la última vez que tocan en este formato porque aspiran a algo más y se decantan por el pop, versos de Miguel Hernández derramándose por el escenario, una prodigiosa voz dejándose jugar con una loop-station, recuerdos de 'El tío de la tiza', juegos inverosímiles con el aparato fonador y una banda encima de un escenario que parece una banda y no sólo músicos acompañando a un cantante. Mientras, Fede y sus minicomponentes se preparan para actuar y Patri afirma que las cosas en el backstage están tristes y acto seguido Elena dice públicamente que como están las cosas es de subidón total (verán que en Cantigas cabe absolutamente de todo). Y Ariana pide encarecidamente que alguien le de trabajo a la voz de un servidor.
Hasta que aparece Fede, parte esencial de la historia de Cantigas, en escena y uno no sabe si lo que está viendo es una banda, un equipo de fútbol o las dos cosas. Y lo que acontece es una hora de música, de risas, de saber hacer, de esfuerzo y de ilusión.
Lo siguiente, deberían intuirlo, es el jurado deliberando quién se lleva cada uno de los premios...ya lo saben ¿no? Patricia Lázaro, tercer premio; Elena Bugedo, el segundo; y un chico con 23 años que se presenta por primera vez a un certamen y se lleva el gato al agua, Pablo Maez, el primer premio. Aunque, eso sí, fue la primera vez que el ganador de Cantigas no estaba in situ cuando el jurado da el veredicto con los concursantes presentes para poder felicitarlo en el acto.
La mañana siguiente tocó visitar 'La conservera' descansando en la instalación de Lily Van Der Stokker, y disfrutar de alguna de las esculturas que forman parte de Ceutí.
C llega a Ceutí a pasar las últimas horas de estas Cantigas conmigo.
José Miguel López que menciona a este presentautor en plena entrega de premios (gracias, gracias, gracias...). Pablo Maez, que se marca un par de temas con el auditorio lleno hasta la bandera.
Y aparece Jorge Drexler y el auditorio se convierte al mismo tiempo en una fiesta y en un lugar de culto. El concierto tiene algunos altibajos, pero Drexler sabe que juega con ventaja, con la batalla ganada de antemano, mientras muestra una versión mucho más orgánica de sí mismo encima del escenario, sin las apoyaturas electrónicas que le han acompañado en los últimos años. Y deja mudo al auditorio quedándose solo con la guitarra al borde del escenario y cantando a pulmón, o convirtiendo el auditorio en un espacio mitad industrial, mitad entrada al infierno.
Lo siguiente son de esas cosas que uno nunca cree que puedan ocurrir: Fede Comín y los minicomponentes invitan a Drexler y a toda la banda a ir a tomarse unas copas al hotel en el que estamos alojados (en pleno polígono industrial de Ceutí)...y aparecen Jorge y toda la banda, tenemos que desalojar el restaurante –los trabajadores tienen derecho a irse a descansar– y en el jardín que hay junto al hotel la guitarra pasa de mano en mano y cantan Elena, Fede, Bruno, Ariana, David, Uxía y el propio Jorge. Así hasta las cuatro de la mañana, que nos retiramos los penúltimos, porque ¿lo adivinan? sí, los granadinos se quedaron una hora más disfrutando de su concierto, sus premios y del lujo recién vivido de estar tocando con Drexler.
Desayunamos y nos volvemos a casa ¿vale?
P.D. Cuanto más pasan los días, más creo que el fallo del jurado es perfecto. Ah, por cierto, si quieren, pueden escuchar los podcast que ha subido José Miguel López con la final (aquí y aquí) y con el concierto de Fede Comín y los minicomponentes (aquí).