Resumen viajero del 2013

Por Viajaelmundo @viajaelmundo

Es la primera vez que me siento a escribir un resumen de esos viajes que hice durante un año. La primera vez que cuento cuántos días estuve fuera de casa y anoto el número en una libretica: 104. No sé bien porqué lo hago, pero creo que es una manera de agradecer por tanto, de sentir que ese anhelo con el que comencé a vivir el año pude convertirlo en realidad y, al mismo tiempo, crear en mí la necesidad de alcanzar más viajes. Es también, una manera de decirme que esta vida que elegí: la de viajar y escribir, es más real de lo que yo misma pude imaginar alguna vez. No se viaja con pretensiones, pero sí para llenarnos de otras vidas, de otros paisajes y me gusta creer que algo de lo que cuento puede inspirar a alguien más a intentarlo, a ver un poquito más allá. Dándole un vistazo a estos meses, me pone feliz confirmar que viajé más por mi país, Venezuela, que me conmoví con sus maravillas y no he parado de contarlas. Así va, entonces, este resumen viajero.

Enero. Recibí el 2013 con una familia holandesa a orillas del Río Caura, en Venezuela. Era la primera vez que no pasaba tan singular fecha con mi gente y fue una mezcla de sentimientos: la emoción del viaje, del paisaje y la soledad. El primer día del año hicimos una caminata de 7km por la selva para llegar hasta el Salto Para; navegamos el río por poco más de diez horas, compartimos con los yekuanas y sánemas (tribus que viven en la zona) y vi los mejores amaneceres que puedo recordar.

La familia holandesa y yo, en la comunidad de Nichare. Ahora somos buenos amigos.

A las orillas de El Playón, donde recibimos el 2013

Febrero. Unos pocos días en Puerto La Cruz, al lado del mar y de los amigos, en el Oriente de mi país. Días lentos para leer, hablar y alejarme de Caracas. Cuando quiero salir del caos de la ciudad, es allá a donde voy.

Marzo. Normalmente viajo sola, pero este mes me acompañó mi Mamá y ese viaje fue planeado para ella. Estuvimos en Miami con buenos amigos, en Nueva York con Delfina -una de las mejores amigas del mundo- y en Orlando con ella y sus hijos, todos jugando a ser niños otra vez. Es de esos viajes que te da tiempo para todo, incluso para lo que no creías. Tuvimos calor en Miami, nieve en New York y calidez en Orlando ¿Qué más se puede pedir?

En Nueva York los días fueron fríos, muy fríos

Y en Orlando, fuimos niños otra vez

Abril. Me fui con Arianna (la pequeña comeflor) y la joven Catalina (su Golden Retriever) a Caruao para gritar en calma nuestro #VenezuelaTeQuiero, para buscar alivio en el mar y en el verde de esos lados. Ese mes también fui a Zurich, pues me contrataron de la revista con la que trabajaba anteriormente para cubrir la feria de relojes de Baselworld; así que pasé varios días entre Zurich y Basel, a donde iba a diario en tren. De allí, terminé en Madrid y ya era mayo cuando volví a casa.

Mayo. Esos días breves en Madrid fueron un reencuentro con mis amigos, los que están lejos. Bebimos todo el vino que se pudo, lloramos hasta que nos dio por reírnos y hablamos hasta quedarnos dormidos y me tocó la hora de volver a mi ciudad.

La joven Catalina en el Pozo del Cura, en Caruao

Desde el tren, de Zurich a Basel

Junio. Volví a uno de mis lugares favoritos, del que estoy enamorada. Volví a Los Roques, a la boda de mis amigos Yubi y Elías; y a llenarnos del paisaje y de mucho sol. No hubo suerte para nadar con las tortugas en Cayo Noronquí, pero sí para ver muchas estrellas de mar y erizos en la Laguna de Rabusquí. Reposamos la calma en Francisquí y casi no hablamos en Crasquí y Madrisquí, perdidos entre tanto azul. Ese mes volví a Puerto La Cruz, a pasar mi cumpleaños, lejos de Caracas.

Agosto. Como en julio no salí de casa, me fui por varios, varios días hacia el Oriente de Venezuela. Comencé otra vez por Puerto La Cruz y de allí partí hacia el Parque Nacional Mochima para ver a los delfines, para conocer otras historias. Otros días recorrimos varios pueblos y nos detuvimos en Santa Fe. Luego, seguí hasta El Tigre para estar con los buenos amigos y en tranquilidad. Pero justo para allá, en El Tigre, me quedé con ganas de volver. Siento que quedé en deuda con tan buenos momentos.

En Los Roques soy feliz

La alegría de ver a los delfines en el Parque Nacional Mochima

Octubre. Cuando me llegó el día de ir hacia la ciudad de Maracaibo en el estado Zulia, no pude dormir la noche anterior de tanta emoción. Había pasado todo septiembre en casa y ya quería salir de nuevo. Volví a Maracaibo después de 21 años y Yoendry, un amigo de esos que te regalan los viajes, me mostró la ciudad así como él la ve. De allí, me fui a la Sierra de Perijá con dos amigos más, a dormir en una misión de frailes, a compartir con los indígenas de la zona, a aprender, a dejar que otras vidas te cambien la tuya sin saberlo. Un viaje cargado de nostalgia, de paisajes verdes y maravillosos, y de rarezas también: fui por primera vez a un cementerio, de noche, a ver cómo era la celebración por el Día de Muertos. Aún no he escrito esa crónica, pero lo haré.

Desde el pueblo de Tayaya, en la Sierra de Perijá

Con Yoendry, en Maracaibo, felices

Noviembre. Me fui hacia la Isla de Margarita buscando el mar, el silencio, el sabor de las empanadas de cazón con picante, de los jugos recién hechos en cualquier tarantín. Conocí El Yaque, una visita postergada desde no sé cuándo. Ir a Margarita de ahora en adelante, siempre será volver a El Yaque. Navegué por la Laguna de la Restinga, cabalgué en el cerro de Macanao, comí a la orilla de Punta Arenas y ya casi para el final de viaje, pasé un lunes en la soledad de una playa a la que llaman Oasis. Porque lo es. Este viaje lo hice con una de mis tías más queridas, porque fue un viaje para ella, para que descansara la mente de tanto.

De esos atardeceres en Punta Arenas, Isla de Margarita

Diciembre. Me quedé en Caracas, con su caos y su calma; tomando fotos, a veces. Escribiendo esto, agradeciendo tanto y trazando nuevos viajes. Fue un buen año y el que viene, espero, será mejor.

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